Rumbo a Marte

Donald Trump y Elon Musk.

En mi último artículo comenzaba con dos hechos que marcaban la actualidad; uno a escala internacional y otro más trágico si cabe a nivel nacional.  

Precisamente andábamos pendientes de los resultados de las elecciones en EE.UU. en 2024. Unos meses después, no se sí contra todo pronóstico; pero si  contra toda esperanza, Donald Trump volvió a tomar posesión como  presidente el día 20 de enero de 2025, fecha como es preceptivo en USA. 

También a finales de octubre de 2024 e inicio de noviembre se producía una  devastadora DANA especialmente en la zona de Valencia, que desgraciadamente sus consecuencias todavía hoy son muy visibles, más allá  de las 224 víctimas mortales que son irrecuperables y que nadie nos las va a devolver. 

Es curioso que cuando empezaba el artículo de noviembre con estas dos noticias, ya estaba pensando en escribir su continuación, pues seamos  honestos, muchos sabíamos lo que iba a suceder en los venideros días. También me parece llamativo, que dichas noticias tuvieran un patrón común  o al menos para mí tienen cierta relación en lo que se refiere a cómo afronta  la sociedad tales acontecimientos. Pero dada la extensión del artículo me  centraré en la primera de las noticias (dejando para el siguiente artículo  nuestra DANA) 

Abordando la primera de las noticias, la cual nos dejó a bastantes ciudadanos desencajados, es bueno valorar alguno de los datos que dieron  como ganador a un aspirante a político que no cree en la democracia. 

Por un lado su partido Republicano, o mejor dicho lo que era el partido  Republicano presidido por Donald Trump obtuvo tres millones de votos más que en  las anteriores elecciones generales, las cuales ganó John Biden. Si lo sopesamos sobre total del censo electoral americano, es una pequeña subida, pero lo que demuestra ante todo es la fidelidad de sus votantes  (correspondiéndole el 49,9% de los votos). 

Por su parte el partido demócrata y Kamala Harris obtuvieron 2.278.000 votos menos que Trump y lo se tradujo en el 48,4% de los votos; es decir 1,5 puntos menos que Trump. 

Pero lo más preocupante de todo esto es que el partido demócrata perdió con respecto a las elecciones de 2020 más de seis millones de votantes. Creo que ahí es donde está la clave de todo el vuelco electoral.

Ahora bien, sacar conclusiones pueriles y tertulianas no es mi cometido y  creo que caeríamos en un gran error; pues ni conocemos como se comporta el electorado norteamericano a la hora de votar, ni podemos abarcar todas las ramificaciones de una sociedad tan polarizada como la suya. 

Todo votante demócrata que se quedó en casa o incluso alguno que se decidió a votar a Trump va a tener ahora durante los próximos 4 años a un delincuente juzgado y condenado, pendiente además de ser juzgado por no sé cuantos delitos más y que los jueces han decidido paralizar tales juicios. Van a tener por tanto como presidente a un personaje que no cree en la  democracia y que de hecho hace cuatro años mandó un tropel de hooligans  a asaltar la casa de los representantes de los ciudadanos americanos. Por si fuera poco, su amigo, socio y magnate multimillonario Elon Musk, no solo no  dopó la campaña de Trump con 250 millones de dólares sino que además, puso a disposición de este toda una red propagandística de mentiras, bulos y artillería incendiaria contra sus oponentes. 

Como vemos el conjunto de la sociedad americana tan polarizada está  inmersa en una ola reaccionaria que ni ellos mismos la van a poder controlar. 

Es preciso aclarar que los votantes demócratas decepcionados con la administración Biden, tengan argumentos más que suficientes para sentirse  desoídos y abandonados en su país. 

Pero ahora su vigente presidente no solo no les va resolver ninguno de los  grandes problemas que sufren, sino que además los va a agudizar en muchos aspectos. Llevamos varios artículos llamando la atención sobre el  neoliberalismo y todas sus consecuencias sociales. Pero si este neoliberalismo lo aderezamos con odio, el coctel puede resultar aún más  explosivo. 

Gobernar sin hacer política

Esta ola de gobernar sin hacer política basada en laissez faire lo es todo y  no es nada. 

Lo es todo en tanto en cuanto el neoliberalismo como ya se ha recordado no se queda sólo en medidas económicas y financieras. Hemos puntualizado  que va más allá, al pretender establecer una nueva relación y monetización tanto a los ciudadanos como a los estados.  

Su éxito: “Más rápido, más fácil y más seductor”. Todo un coctel del que difícilmente podemos abstraernos, aunque no todos en el mismo grado e  intensidad. A esta panoplia neoliberal le falta otro de los ingredientes más  importantes: “El miedo”. Y es que el miedo conduce a la ira, la ira te lleva el odio y el odio te lleva al sufrimiento… así estamos; llenos de miedo y de cortisol. 

Por otro lado, no es nada porque está vacío de contenidos, de argumentos, de conocimiento y mucho menos de rigor moral y científico. Es un batido  emocional que no nos deja pestañear y menos asumir el mínimo sentido crítico de la realidad. 

Santiago Niño Becerra, es rotundo: “El sistema capitalista sabe que la democracia cada vez es menos necesaria”. Se han dado pasos agigantados  en esta dirección, se han pasado demasiadas líneas rojas que nos hace difícil  reconducir la situación.  

Es difícil entender que millonarios entrados en política puedan conocer las  necesidades de sus conciudadanos y menos saber de justicia social y equidad.  

El considerado hombre más rico del mundo, al igual que su jefe, son dos caprichosos terraplanistas que más allá de la manipulación de las elecciones celebradas en EE.UU., tienen por bandera agotar los recursos del  planeta (nuestro hogar) más allá de nuestra imaginación (así lo ha dicho el  vigente presidente en su toma de posesión). Este negacionismo climático le  da vía libre para desangrar la Tierra y a sus habitantes.  

En los últimos incendios acaecidos en Los Ángeles, un dato más asestó el  estoque final. “El 65 % de los bomberos en EE.UU. son voluntarios”. La noticia  es más demoledora aún si cabe, pues los magnates que veían peligrar sus  mansiones por el fuego recurrieron a brigadas de bomberos privados para proteger sus haciendas y salvar los muebles. Criterio alejado de todo un plan estratégico de prevención y extinción de incendios, mientras que 16.000  hectáreas eran pasto del fuego. Evidentemente el pirómano tiene la solución, nos está preparando los viajes a Marte. 

Tiene que haber un rayo de esperanza, y me apoyo en Irene Vallejo cuando  plantea que “la solidaridad es también una forma de supervivencia”.  

La pregunta es si poseemos la inteligencia moral necesaria para cumplir con  la tarea. Aprender a cuidar y cooperar, incluso con los frágiles, nos vuelve  más fuertes que la cruda lucha encarnizada.

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