Romper el círculo

El Bierzo salió a la calle para protestar contra las agresiones a su sector agrolimentario.

Hace apenas una semana hubo una importante manifestación en el Bierzo en el que participaron también gentes de otros lugares de León. Una importante manifestación que no decía que las renovables de ninguna manera. No. No decía adiós, chau, no queremos saber nada, dejen todo como está. No. Decía algo que se dice mucho y cada vez más en voces casi inaudibles porque las emiten pocos. Pero muchos pocos pueden hacer un grito de cañón. 

Decía que sí, que cómo no vamos a querer salvar el Planeta nosotros que tocamos la tierra con las manos como costumbre. Que cómo no vamos a querer parar el calentamiento global si tenemos negocios que morirían si España se convierte de verdad en un desierto. Decía, entonces, que sí, que peleemos juntos, pero con equilibrio. ‘Renovables sí, pero no así’ era el lema. Se repite, como una bruma, entre muchos de los territorios olvidados de esta España que ya no es que no quiera mirar al pasado únicamente: es que si no mira al futuro estará perdida.

Tenemos demasiado fresco el recuerdo de las minas de carbón cerradas en falso. No bastaba con regar de subvenciones el pasado para que el futuro se abriese paso. No. Era necesario dar posibilidades de imaginar un futuro y hasta un presente para que las zonas que antes eran prósperas no se convirtieran ahora en un cementerio total. Porque hay jóvenes, pero se marchan. Porque hay amor por la tierra, pero no hay modo de regenerarla. 

Pero yo creo que sí lo hay. Y sé que muchas otras gentes sienten lo mismo. Y sé que muchas otras sufren cada día una vida que no sólo no les llena sino que les lastima. Ocurre cada vez más en las ciudades en las que apenas llega para comer porque antes hay que pagar un techo que vale más que el arma que nos mata. 

Es imparable un cambio de paradigma. No porque lo deseemos, sino porque lo necesitamos. Hace más de 100 años que tenemos la misma jornada laboral de ocho horas al día. Hace demasiado tiempo que frenamos la lucha colectiva. Hace demasiado tiempo –menos, es verdad– que los sueldos a la mayoría de la gente no le llegan sencillamente para vivir. Ganar tiempo de vida significa eso, vivir. Y para vivir se necesita, también, poder obtener lo necesario.

Quienes me piden que les dedique mi libro Flores en la basura en el que hablo de que hay un futuro diferente para los jóvenes de este país saben que mi frase es siempre esta: “Soñemos lo imposible para lograr lo necesario”. Y se trata justo de eso. De desprendernos de la nostalgia que nos lleva a añorar fórmulas que ya no sirven más en el contexto actual. No podemos ni debemos tener la vida de nuestros padres. Nos toca reinventar una nueva. Y eso, también, puede ser apasionante: puede y debe generar ilusión para que la izquierda retome el pulso y deje de estar conteniendo el aliento por la próxima ola reaccionaria.

Nuestras tierras abandonadas, sólo recordadas a veces para hacer negocios fuera a costa de nuestros valles y montañas, pueden, de hecho, ser una hermosa solución. Pero para soñar un futuro es necesario que las condiciones mínimas se otorguen. Es necesario escuchar las demandas de quienes aquí vivimos. Y eso, sí, pasa por las políticas públicas. Hay quienes están soñando un futuro diferente desde ahí. Hace falta ser audaces o correremos el riesgo de repetir una copia mala de un pasado que ya no existe. 

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