Nieves Concostrina: “La transición fue una farsa, pero sí es cierto que avanzamos”
La historia está llena de pequeños y grandes acontecimientos, y tan importante es contarlos como saber contarlos. Hay pocas personas que elijan hablar de temas controvertidos y lo hagan de una forma tan amena y pedagógica como lo hace la periodista y escritora Nieves Concostrina.
Después de publicar ‘Pretérito imperfecto’ (2018) y ‘Cualquier tiempo pasado fue anterior’ (2021), este viernes llega a León con ‘Acontece que no es poco’ (2023), una actividad de fomento lector organizada por las Bibliotecas Municipales, dependientes de la concejalía de Educación, Turismo e Igualdad del Ayuntamiento de León.
Eres una periodista que, entre otras cosas, cuenta la historia. ¿Por qué decides centrarte en ello?
Yo no lo decido, lo decide la profesión. Por circunstancias laborales, tanto en RNE como en la SER realicé este trabajo, y me fui centrando en él, no porque estuviera premeditado, sino porque lo haces y gusta. No dejo de ser periodista, me gusta contar la historia, y creo que todo periodista tiene que conocer lo que ocurre. Temas como los comuneros, la amnistía, Doñana, la Transición, etc. me gustan y me divierte.
Tanto en los institutos como en las propias familias, la historia no es un tema del que se quiera hablar mucho. ¿Crees que, si se cambiara la forma de contarla, sin variar lo que ocurrió, se haría, de alguna forma, más atractiva?
Si al alumnado le da pereza la historia, no tengo la clave para cambiar esa tendencia, no soy docente. No sé cómo se imparte la asignatura de historia hoy en día en los institutos, pero sí sé cómo me la contaron a mí, y los profesores que tuve eran lamentables. Eran aburridos, contaban lo que contaban en mi EGB, y lo que deseaba un niño de quince años al escuchar eso era salir corriendo. Hay que mojarse, no se pueden saltar épocas de la historia. Sin embargo, a mí me divierte, y esa inquietud me hizo que me gustara.
Gozar de un altavoz como es la Cadena SER y que tengas la audiencia que tienes, ¿indica que tenemos ganas de saber?
Yo quiero que no se pierda de vista que estoy en un programa, que, como todos, tiene un director de orquesta, y en este caso se llama Carles Francino y apuesta por mi sección. Hablamos de las cosas que muchos periodistas no hablan, como por ejemplo que los Borbones son unos sinvergüenzas y llevan siendo así doscientos años. La semana pasada se publicó que una ONG británica recibió 2,3 millones de un fondo en Jersey vinculado al rey emérito, publicaciones que, cuando estaba en activo no salían. Estamos en un proceso de blanqueamiento absoluto de Felipe VI, como si él no supiera o no se enterara de nada. Creo que llegan pensar que los demás somos todos gilipollas.
Vamos a desgranar un poco el libro. En el capítulo ‘Cardenales-infantes: chanchullos católico-monárquicos’, demuestras que ambas instituciones no se cansan de hacer trampas al solitario.
Son las dos instituciones empresariales más nefastas de este país. Tanto para la monarquía como para la iglesia España es una empresa. La iglesia vive a la sopa boba de un país a través de los presupuestos generales del Estado. Las religiones son sectas, y para la cristina en este caso como para el resto, su dios o dioses son un negocio y lo ha sido siempre. La multinacional, con sus filiales, en todos los países hipermillonaria. Me parece muy bien que un católico lo quiera creer en su dios, pero que lo paguen ellos, no todos, incluidos los que no creemos.
El pasado 8 de abril se conmemoró el Día del pueblo gitano. Uno de los capítulos lleva por título ‘El plan español para extinguir a los gitanos’, que muy poca gente conoce.
Un plan para extinguir a los gitanos como tuvo Hitler con los judíos. Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marques de la Ensenada que fue consejero de estado durante tres reinados, a día de hoy tiene su cuadro colgado en el Senado y de él sabemos que fue el creador de la gran armada española, pero se cuenta menos que en una noche de julio quiso extinguir a la población gitana de este país. La gran redada gitana del siglo XVIII es algo muy estudiado, yo solo me limito a contar lo que está publicado. La gran brecha entre gitanos y payos que sigue en este país viene de entonces. Intentar extinguir una etnia separando a hombres y mujeres con permiso de los borbones, en este caso Fernando VI, fue una chapuza de tal dimensión que, como era obvio, le salió muy mal.
Uno de los mayores emblemas del orgullo patrio es la resistencia contra la invasión napoleónica, pero tú muestras otro punto de vista. No se nos contó lo bueno que nos traían y no les dejaron.
Te cuentan una parte y otra no. Entre un borbón como Fernando VII y un ilustrado como Bonaparte, que permitió que estudiaran las niñas, suprimió un tercio de las órdenes religiosas, apostó por las sociedades científicas y los ateneos entre otras muchas cosas, yo me quedo con el francés. No lo hizo todo bien, claro está, pero si me dan a elegir, no tengo dudas.
Quizá el capítulo que más me impactó fue ‘Leopoldo II: el rey carnicero de los belgas’. Me gusta la monarquía y la iglesia de este país, pero todas las monarquías son similares.
Sus herederos siguen en el trono belga. El rey actual, como ocurre en todos los países, intenta hacer creer que no tienen nada que ver con el rey anterior. Era propietario del Congo y allí hizo un genocidio. Fueron diez millones de personas torturadas, mutiladas, asesinadas y totalmente olvidadas. La docencia tendrá que contar estas cosas, y remarco que no soy investigadora, lo que cuento lo veo publicado. No tengo ninguna exclusiva.
En León tenemos una calle al Obispo Almarcha y en tu libro hablas de él y de Miguel Hernández
Luis Almarcha Hernández le prometió a Miguel Hernández que si se casaba por la iglesia lo llevarían al hospital de tuberculosos de Alicante, pero lo dejo morir en la cárcel. Quería que su viuda, Josefina Manresa, le entregara los escritos, pero ella no se fio y no se los entrego, fue la suerte que tuvo. El obispo Almarcha es uno de los tres curas que participó de forma directa en que se dejara morir a Miguel Hernández. El poeta, muy a su pesar, tragó con casarse por la iglesia y Almarcha no cumplió lo que prometió. Fue un canalla, un tipo malo que a día de hoy sigue siendo hijo predilecto de Orihuela.
Tanto en el libro como en la radio hablas de la multinacional. En el capítulo ‘Franco y los obispos a dedo’, dejas claro que ese matrimonio fue de conveniencia, porque solo les movía el interés, muy amigos no eran.
Lo que hizo el dictador fue nombrar obispos a los curas de su cuerda y apartar a los demás. Pablo VI no estaba nada contento por esto, y siendo España el faro católico de occidente como se nos quiso vender, ningún papa pisó España durante la dictadura. Los obispos eran fascistas y de esta forma se anulaba a los críticos. En España la iglesia es insaciable económicamente, un refugio de pederastas, fascista, homófoba y todo lo malo que se pueda ser. El problema es que los gobernantes supuestamente progresistas no dejan de darles dinero en lugar de destinarlo a mejorar la vida de las personas, a través de, por ejemplo, invertirlo en investigación.
‘La farsa del Rocío: otra verdad censurada’, ¿Puede ser el mejor resumen de la sacro santa transición?
El Rocío es una farsa y la Transición fue una farsa. No hay más que informarse de como arruinaron la vida del director del documental, Fernando Ruíz Vergara. Es todo infame. Niños llorando por arrimarlos a una muñeca y señoritos con sus privilegios entre otras muchas cosas es lo que Fernando mostró, pero lo que más molestó fue que contara es que en 1936, integrantes de la hermandad rociera fusilaran a cien almonteños (que siguen en una fosa) gritando “¡viva la virgen del Rocío!”.
Para finalizar, una pregunta que me persiguió durante toda la lectura. En muchos capítulos haces referencias a políticos actuales hilándolos con tiempos pasados. ¿Tan poco hemos cambiado?
Hemos cambiado, pero hay algunos políticos con una ignorancia suprema. Feijóo es de un nivel lamentable, no sabe siquiera situar las ciudades, Ayuso se enteró a los veintidós años que en Ecuador se habla español.
Hemos ganado muchos derechos, y por eso nos lo quieren quitar. Quizá lo que más me moleste es que veo mucha cobardía en los políticos que se dicen progresistas, pero que sobre todo son cobardes. En cuanto a la derecha, sigue siendo la misma ultraderecha de siempre. Los gallegos votaron con mayoría absoluta a un ministro franquista. La transición fue una farsa, pero sí es cierto que avanzamos, por eso se oponen, incluso, como estamos viendo , quieren volver atrás en muchos aspectos sociales.