Historias del botón verde
Los experimentos sociológicos sirven para conocernos mejor, o se supone. Y si no, para lo que sirven, fijo, es para echarnos unas risas y reflexionar un rato. Así que vamos allá.
Supón que un día te ofrecen apretar un botón verde en un panel. Al apretar ese botón verde, se muere alguien que tiene un patrimonio de dos millones de Euros y tú lo heredas directamente. ¿Apretarías ese botón?
Sabes que estás matando a alguien. Sabes que estás matando a alguien rico, y sabes que te lucrarías, y mucho con ello, pero claro... Tú pasas inmediatamente a tener dos millones, y el próximo que lo apriete te puede aniquilar a ti: ¿Apretarías el botón?
Cada cual dará su respuesta, y esa respuesta dependerá de su ética, su avaricia, su valentía, y sus rencores. Todo eso está muy bien y se presta a muchos argumentos, y controversias, pero lo que a mí me llama más la atención es la evolución de esas respuestas en el tiempo. Hace más de treinta años que conozco la pregunta, y casi veinticinco que la hago, de vez en cuando, en grupos. La gracia está en que el número de personas dispuesta a matar a otro no ha dejado de crecer, consistentemente, desde los años noventa.
Yo pensaba que se reduciría, pero no: crece y crece. Somos todos más solidarios. Nos preocupamos por el racismo, por no ofender con nuestras palabras al cojo, al feo, a la gorda, al calvo y al gilipollas en general. Cuidamos de los perritos, le damos derechos a los toros, las gallinas ponedoras y las ladillas... ¡Pero cada vez hay más gente dispuesta a matar a su vecino por dinero! O simplemente gratis, como reconocen muchos: “Yo, si muere alguien con dos millones me paso el día dándole al botón aunque no saque nada”, reconocen algunos, intentando hacer pasar la frase como una broma. Y sin conseguirlo, muy a menudo. ¿Qué está pasando? ¿Que todo ese humanismo y esa compasión son mentira y seguimos siendo los cabrones de siempre? No, hombre, no seamos pesimistas: seguro que no es eso...
Probad a hacer la pregunta en vuestro entorno, y ya veréis. Y por cierto: los resultados son diferentes si se responde en voz alta o se responde de forma anónima, en un papel. Porque es muy divertido también hacer la pregunta y pedir que se responda, en un papel. Y ahí nos encontramos con una segunda curiosidad: dependiendo del tipo de grupo, hay más gente dispuesta a apretar el botón cuando se dice en voz alta que cuando se responde en privado. O justo lo contrario. En los grupos de gente joven, los dispuestos a hacerlo son más si la respuesta es pública, y en los de gente mayor, son más si la respuesta es privada.
¿Curioso, verdad? Pues eso somos.