El alcalde de León y el manto de Penélope
Se dice que la vida y los desengaños vuelven al hombre prudente, si bien esta máxima no parece que rija para el cándido pueblo leonés. Ni el animal más torpe dejaría que lo estuvieran engañando durante casi seis años seguidos. Ninguno. Por eso causa zozobra comprobar que tus paisanos, con la que nos está cayendo encima, sigan tropezando una y otra vez con la misma piedra, confiando en que más adelante, sin fecha fija, se producirá el milagro.
Ya decía el jesuita Gracián, perspicaz y buen conocedor de la condición humana, que es fácil creer en lo que se quiere. Con esta simple premisa, los plazos para ver resultados tangibles se posponen un día sí y otro también. Más como dijo el que fuera jefe de filas del PSOE, Felipe González, retomando la frase de Abraham Lincoln, se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Las artimañas de todo político que se precie pasan por engañar primero a los suyos, después a los demás, pero no es plausible intentar engañar a todos sin que alguien acabe por señalarte con el dedo.
Un quinquenio ha quedado atrás desde que un 27 de diciembre, José Antonio Díez fuera aclamado por una nutrida asistencia que esperó impertérrita los resultados de la moción a favor de la autonomía leonesa, que se sustanciaba en los salones de la casa consistorial ubicada en la antigua Plaza de las Palomas, junto a un León hierático que no se sabe si sale o cae en una alcantarilla, el busto de Alfonso V, el de los buenos fueros, y un poco más apartado, el busto de la reina Urraca. Figuras todas ellas que deberían imponer ética, cordura y decencia.
El tiempo, juez imparcial donde los haya, nos indica que la clepsidra corre y las promesas acaban reduciéndose a palabras halagadoras y humo. No hay más. Ni los planes quinquenales de la URSS arrojaron nunca resultados tan decepcionantes. La aparentemente heroica disputa con el exministro Ábalos y su guardaespaldas Koldo, le dieron una pátina de patriotismo y defensa de la condición leonesa al alcalde de la capital que no se ve refrendada por su labor posterior, salvo entre las crédulas y cándidas palomas leonesas
Ahora se dice que ha encargado un estudio de viabilidad de la hipotética comunidad leonesa a un bufete de abogados foráneos. ¿No hay abogados competentes en León? ¿Acaso no convendría motivar a un gremio de juristas que, en cuarenta y dos años, no han mostrado el más mínimo interés por defender una causa que está en la mente de cualquier leonés bien nacido y consecuente con su pasado histórico? ¿Se trata acaso de una penalización de este colectivo leonés? Son muchas las incógnitas que jalonan la peripecia de este alcalde que, como aquel antiguo anuncio de compresas, va con pero es como si fuera sin.
No parezcan ligeras estas palabras de desánimo, hay pruebas sobradas de que algo no es lo que parece en las bonitas palabras del primer edil. A las pruebas hemos de remitirnos. No hace mucho tiempo, después de su aparente leonesismo, declaró en prensa que no veía clara la posibilidad de que la Región Leonesa alcanzara su autonomía con Zamora y Salamanca, y mostraba sus preferencias por constituir una autonomía con Asturias, algo que sabe de antemano que en las presentes circunstancias es totalmente inviable. No está mal para un aprendiz de brujo. La zorra dijo que las uvas estaban verdes cuando no las alcanzaba y además este subterfugio evita tener que responder ante instituciones que están a su mismo nivel.
Los ejemplos no terminan ahí. ¿Ya olvidó el pueblo de León que este caballero se mostraba favorable a que Feve se quedara lejos de la estación de Matallana teniendo que rectificar después cuando vio la contestación ciudadana? ¡Qué rápido olvidamos! Me pregunto qué opinión les merecerá la labor gestora del alcalde a los defensores de la recuperación del Teatro Emperador, que languidece esperando su amor o esperando su olvido. Incluso esas almas bien intencionadas que se dejan acariciar el oído por palabritas dulces ¿cuánto esperarán para ver traducidas las palabras en hechos? ¿Otros seis años? ¿Quizá doce? ¿Quizá nunca?
¿Qué tal si hablamos en serio? Si yo fuera un político que quiere proyectarse dentro de su partido, haría otro tanto. Es de manual. Ya saben, aquello de prometer y prometer hasta meter y después de metido, nada de lo prometido. Siento discrepar con una inmensa mayoría de mis paisanos pero no puedo faltar a la lógica y a la razón y la realidad presente no invita a la esperanza.
El hoy ministro de Transportes, Oscar Puente ya afeó a nuestro alcalde sus propuestas demagógicas, el secretario general del PSOE en León, Javier Alfonso Cendón, no quiere oír hablar de la autonomía leonesa, el secretario general del PSOE en Castilla y León repudia su sola idea. La cúpula de ese mismo partido en Madrid detesta modificar el mapa autonómico. El PP muestra su más radical oposición a tal eventualidad en cualquier foro. ¿De verdad que alguien que no se quiera hacer trampas al solitario, de engañarse a sí mismo con vanas esperanzas, puede creer que el alcalde de León siquiera lo intentará en contra de su partido? Alfonso Guerra dejó dicho que en el PSOE: “El que se mueve no sale en la foto”.
Esto es un fraude, con la particularidad de que ni propios ni extraños parecen sentirse defraudados. Mucho me temo que los postulados del alcalde legionense sean como los menhires de Ordoño, esos que teóricamente tratan de exaltar a la clase regia leonesa. Para saber de ellos hay que saber manejar el código QR, y mucho me temo que en cuestiones políticas la ciudadanía leonesa no sabe manejarse con ese tipo de códigos.
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata