TRIBUNA DE OPINIÓN
Urbicum Flumen

Cuando el monte se quema, algo suyo se quema

Pinar de Barrillos del Curueño afectado por un incendio forestal.

Antes de nada tengo que proclamar mi falta de equidad al tratar sobre este tema. Quien estas líneas redacta, sabe de los sinsabores que cuesta conseguir un pedazo de bosque porque, permítaseme la indiscreción de decir que es dueño de un arboreto en el Órbigo y lograrlo ha costado décadas y superar adversidades sin cuento: sequías, rebaños, corzos, la saña de algún exalcalde desaprensivo que deambuló por tres formaciones políticas diferentes y se quería congraciar con votantes contrariados por la presencia de los siempre molestos árboles, etcétera.

El conjunto tiene más especies distintas que el Parque de Quevedo en León y a pesar de los inconvenientes, es muy satisfactorio pasear bajo la sombra de un haya, un pinsapo o un cedro del Líbano con cuarenta años de vida y ver corretear por medio a los puñeteros corzos que despellejan la corteza de alguno de estos infelices. Y eso por no mencionar las burlas de quien considera una estupidez no vender el terreno y sacarle partido o insinuar que aquello no es más que matorral que habría que erradicar sin más.

Y basta de concesiones a la vanidad, vayamos al tema. Mientras este artículo veía la luz, al otro lado del Teleno ardía sin control desde días atrás el monte de Llamas de Cabrera, enturbiando el cielo y amenazando a una población de un lugar ya de por sí bastante deprimido. No es el único, la prensa hablada y escrita reportaban de por lo menos otros seis focos de fuego, todos ellos en la zona norte, es decir con vegetación atlántica. En algún caso, como los de Llamas o Yeres, cercano a las Médulas, se ha decretado el nivel 2, que contemplaba el desplazamiento de los vecinos a lugares más seguros, abandonando sus hogares, su haberío y sus enseres.

Terribles incendios en León

Siete terribles incendios, siete, en León, la tierra del diestro Suarez-Quiñones y Fernández, consejero de Medio Ambiente que se revela incapaz de capearlos. Estos morlacos son recios de lidiar para un juez metido a bombero, y como en el incendio de la Sierra de la Culebra acabaron adquiriendo dimensiones dantescas, aunque bien mirado, ni éste ni aquellos le pasarán factura política. En el País Leonés nada pasa factura, ni pasa nada por colocar un jurista a gestionar crisis ambientales. Todo da igual. El monte da igual. León da igual.

Con técnicos afines al poder, muchos de ellos profanos en la materia, se cometieron auténticas atrocidades, como surcar con buldóceres las laderas de los montes de arriba hacia abajo para repoblar con pinos, en vez de hacerlo mediante bancales, al modo como los asiáticos hacen con sus arrozales. El resultado fue catastrófico, el agua lixivia (lava) el suelo que acaba por hacer aflorar el hueso de la roca y los pinos languidecen presa de la procesionaria cuando jóvenes y pasto de las llamas cuando adultos. Cierto que provincias como Soria o Segovia viven de los pinos pero hay enclaves poco fértiles donde los pinos, con su resina, esterilizan el suelo.

Cascas de pino recogidas en Veguellina de Órbigo procedentes del incendio de Tabuyo-Castrocontrigo.

En fin, todo fuera por el desarrollismo. Muchos lugares de España no se prestan a la fiebre de coníferas que prevalece en las provincias citadas. En León sólo hay un pinar autóctono, el de Lillo, el resto como los de Tabuyo, Nogarejas, Camposagrado, etcétera. la vegetación natural pugna por volver a recuperar lo que le pertenece. Los aterradores incendios de 2012 de Tabuyo y contorno hipotecaron para un par de generaciones la rentabilidad de esta modalidad forestal. Los incendios de Galicia o el de Pedrógäo Grande en Portugal, con más de sesenta muertos, fue consecuencia de la explosión demográfica de eucaliptos, invasores australianos muy rentables pero potencialmente letales, sobre todo cuando sus poblaciones se descontrolan ocupándolo todo.

Por si fuera poco, la administración española, carente de cultura forestal, menos aún dendrológica, sigue la corriente oficial de repoblar sin juicio o talar todo lo que produzca madera, siguiendo las tesis del expresidente americano George W. Bush: cortando los árboles se eliminan los incendios forestales. El problema es que el cambio climático que nos acecha no tiene paliativo alguno si no es mediante una decidida campaña de reforestación con árboles autóctonos. No hay otra salida. Así es que las trabas oficiales a la explotación silvocultural tradicional suponen indefectiblemente ofrecer campo abonado a los incendios.

Acciones para tener bosques saludables

Hay, pues, acciones que son inevitables si queremos tener bosques saludables: Extender la superficie de bosques con especies autóctonas. Suprimir los inconvenientes en el mundo rural que impone la Administración Pública. Fomentar la participación de las Juntas vecinales en la gestión del patrimonio forestal, sin exacción de tasas, tan sólo con criterios ambientales y con incentivos fiscales. Promover la introducción de ganado en régimen extensivo. Concienciación de la ciudadanía para contribuir al mantenimiento forestal y así propiciar la recuperación de la España vaciada. Aplicación de severas penas a los incendiarios o sus inductores. Repoblación racional y estudios para que el bosque resulte rentable.

Y sólo tres apuntes finales: el bosque que da rentabilidad difícilmente se quema porque los vecinos, si quieren, saben cómo ejercer de ángeles custodios del mismo mucho mejor que la Administración. Las penas a los incendiarios no deberían ser de cárcel, deberían ser económicas, con publicidad de sus autores sin prejuicios ni restricciones por la ley de protección de datos, pero por encima de todo repoblar todo lo que han quemado, aunque sea hasta el final de sus días. Y por último crear una conciencia forestal. Somos criaturas que un día abandonaron el bosque para hacerse urbanos y el respeto por nuestros orígenes es la medida del grado de civismo que hemos alcanzado. Y eso sin mencionar la vertiente estética.

Las recetas de Bolsonaro de deforestar la selva del Amazonas, uno de los pulmones del mundo, si con ello se logran beneficios económicos son sencillamente suicidas. ¿De cuántos Bolsonaros estaríamos hablando en León?

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

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