¿Qué es lo contrario de la gentrificación?

Un perro en un pueblo de la provincia de León.

Algunos términos, para entender lo que contienen o significan, necesitan a su antónimo o contrario. ¿Alguien me dice qué es lo contrario de gentrificación? ¿Abandono? ¿Geriatrización? ¿Mad Max urbano? ¿Trainspotting?

Algún movimiento abrillantapobres inventó hace tiempo esta nueva palabra, gentrificación, para cargar de energía negativa el proceso según el cual, un barrio va mejorando de aspecto hasta que sube su precio porque atrae a más personas de rentas más altas, lo que acaba por expulsar a sus originales pobladores humildes.

Suena triste. Casi tan triste como lo que sucede en los pequeños pueblos de la montaña. Sí, esos que importan un carajo a los urbanitas que defienden siempre al lobo más que al pastor.

Pero a lo mejor hay que ponerse serio, y reconocer cómo vienen dadas. Es triste que tu entorno se vaya marchitando. Es triste que tu gente se vaya al cementerio o al exilio, por razones de edad, sociales y económicas, pero en los pueblos del interior, en León concretamente, estamos bastante acostumbrados a eso y no podemos menos que desternillarnos de la risa cuando alguien viene con la cosa de la gentrificación de los barrios, y de cómo los 'hipsters' le han comido la tostada a las abuelas.

No me jodáis: ojalá mi pueblo se gentrificase hasta las cachas atrayendo población joven, emprendedora y de renta medio alta. Ojalá mi pueblo se gentrificara hasta las raíces porque se rehabilitan viviendas, se emprenden nuevas ideas y hasta se abre una barbería para bigotes pelirrojos, que es lo que se le ha ocurrido a un multimillonario islandés aburrido como un canalla.

Ojalá mi pueblo se gentrificara hasta los cimientos, con gente arreglando casas en ruinas, que las hay a cientos (sí, he dicho cientos, no es errata), aunque eso supusiera un encarecimiento del carajo de los alquileres y el precio de nuestras tierras.

Ojalá se gentrificara mi pueblo, con morros de nutria, pezones de feminazi, pollaheridas al horno y otras ofertas gourmet de trinchera cultural, anunciadas en relucientes neones por nuestras calles.

¿Pero sabéis qué pasa? Que no nos va a caer esa breva. Que se va a gentrificar no sé qué calle exclusiva de Madrid, no sé qué esquina de Valencia o vete a saber qué barriada de Barcelona, pero no mi pueblo, ni el de otros mucho de por aquí, en la montaña de León. Porque la gentrificación contra la que combatís es esa: la que sustituye un abuelo urbano por un joven urbano, la que pide viviendas sociales en La Castellana, apartamentos de protección oficial en las Ramblas y viviendas protegidas junto al Guggenheim.

Al final, los que se quejan de esas cosas son más reaccionarios que el copón. Aunque se vistan de progres.

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