De compras

Rebajas de enero.

Un pijo es aquel que no sabe lo que cuestan las cosas, solía decir aquel amigo tuyo con la autoridad que le otorgaba su apellido de noble ascendencia, su heredada tarjeta de crédito y su afición por la buena vida. Hablaba con conocimiento de causa e infinito cinismo, era uno de esos tipos que no necesitaba saber el precio las cosas para darse el gusto de adquirirlas al instante, lo que se dice un pijo, aunque eso sí, un pijo con absoluta conciencia de serlo. Las vicisitudes cotidianas a las que se enfrentaban cada mañana él y su pandilla de amigos desocupados consistían básicamente en ir de compras, su mayor inquietud cotidiana era perderse en grandes almacenes o tiendas de lo más trendy para fundirse una pasta gansa comprando cualquier prenda de vestir de la que no tardaban ni un minuto en encapricharse y que, seguramente, acababa olvidada en el fondo de  armario a los dos días. 

Por supuesto el de mi amigo es un ejemplo extremo y algo obsceno. Aunque en estas fechas parece que el ciudadano corriente también se dedica con fruición a perder tiempo y dinero adquiriendo productos de penúltima necesidad que han sido previamente anunciados hasta la extenuación por las grandes compañías comerciales. Nos movemos entre tienda y tienda poseídos por una contagiosa pasión por comprar sin freno ni rigor. Porque de eso se trata, de comprar cosas que no necesitamos para que la rueda siga girando. Sin consumo la ficción capitalista se desmorona. Y eso tampoco, que la cosa tiene defectos y es un sistema perversamente desigual e injusto, de acuerdo, pero sin olvidar que también nos permite elegir entre un jersey rojo o verde. Y de ahí a poder optar libremente por un rumbo vital u otro hay mucha menos distancia de la que a veces creemos. Además, demagógicas y recurrentes utopías como la de vivir sin dinero (el comercio es casi tan antiguo como el hombre), suelen nacer limpias y hermosas para terminar con la quema de bancos o, si la cosa se agita demasiado, con linchamientos masivos ante la masa enfervorizada. Ya saben ese dicho sobre las entidades bancarias que corre de boca en boca entre los sufridos ciudadanos que viven perpetuamente atados a una hipoteca: si es bueno para ellos, es malo para ti. O dicho de otro modo: la banca siempre gana.

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