Tribuna de Opinión

El Camino de Santiago en pareja

Una pareja de peregrinos en el Camino de Santiago.

👉 Viene de la decimosexta parte

Una de las principales razones para hacer el Camino en pareja es poder disponer de un tiempo único para estar juntos. El Camino puede ser el viaje de nuestras vidas, la experiencia que consolide la relación. Al compartir tantos momentos de disfrute o ayudarse mutuamente a superar dificultades conoceremos realmente a la persona con la que compartimos nuestro amor. Aunque, siendo realistas, también puede pasar lo contrario y acabemos descubriendo verdaderamente a esa persona y no nos guste lo que veamos. El Camino en ese sentido no engaña y al final acaba mostrando nuestra verdadera cara. Podríamos asegurar que solo hay dos formas de terminar el viaje con nuestra pareja: o más enamorados o menos enamorados. Pero confiemos en la magia del Camino y en su poder para reforzar y fortalecer nuestra relación.

El Camino es también una ocasión inmejorable para hacer balance de la relación y hablar sobre los proyectos de futuro. Un tiempo para limpiar la mente y pensar. Muchas veces escuchamos aquello de que el Camino de Santiago acaba por sacar la mejor versión de uno mismo, y es por eso que vivir esta experiencia junto a tu pareja puede ser un perfecto revulsivo para reforzar la relación.

También podremos disfrutar de todo ese tiempo de calidad que ofrece el Camino para conversar, para hablar de todo aquello que vamos escondiendo bajo la alfombra en nuestro día a día y que ahora podemos poner sobre la mesa. Además esto no es algo que tengamos que forzar, simplemente aparece de forma espontánea mientras compartimos horas de viaje y surcamos nuevos territorios.

El hecho de superar dificultades juntos tiene un poder de unión impresionante. El esfuerzo físico, las posibles lesiones o la climatología extrema a la que en ocasiones estamos expuestos son pruebas mayúsculas que nos pueden llevar al límite. Y poder ayudar o apoyarte en la persona que quieres es sin duda una gran prueba de amor.

El Camino de Santiago también puede ser el perfecto bálsamo para curar las relaciones que no atraviesan por un buen momento. Si se tiene dudas sobre el estado de las cosas en la pareja, el Camino puede ser un perfecto paréntesis para aclararlas. No hay mejor prueba que la convivencia para conocernos plenamente. Y durante el Camino estaremos juntos prácticamente las 24 horas al día, además de vivir constantemente situaciones de plenitud o sufrimiento, de júbilo o tristeza. Y, suceda lo que suceda con nuestra relación al final de la aventura, lo que es seguro es que nos conoceremos mucho mejor que antes de empezar.

Un penúltimo consejo: tan importante como compartir kilómetros, alegrías y desventuras durante nuestro periplo, es darnos espacio. Esto, por supuesto, no solo es válido para el Camino de Santiago, es algo necesario también en nuestra vida cotidiana. Aunque es cierto que cuando vivimos nuestro día a día es mucho más fácil disponer de ese espacio. Pero en el Camino la convivencia es total, y todos necesitamos nuestro tiempo para estar solos con nuestras cavilaciones. Por eso es fundamental respetar el espacio del otro, caminar en solitario algunos tramos o incluso etapas enteras. De esta manera, el reencuentro al final del día será mucho más emocionante. 

¿Y si encontramos pareja en el Camino de Santiago?

Estamos hablando de empezar el Camino con nuestra pareja. ¿Pero y si la conocemos mientras caminamos? Esto es algo mucho más común de lo que en principio podríamos pensar, y son muchas las historias de amor que nacen en el Camino. Los peregrinos estamos con la sensibilidad a flor de piel, nos sentimos plenos y profundamente vivos, por lo que los romances están a la orden del día. Pueden ser historias de amor fugaces que pertenecen solo a ese tiempo que compartimos caminando, o el principio de sólidas relaciones. Sea lo que sea finalmente, lo cierto es que no se nos puede ocurrir mejor situación para vivir una historia de amor que durante el Camino de Santiago, compartiendo esfuerzos y caricias, conociéndonos profundamente mientras caminamos el mundo.

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