El “tú a Ontario y yo a Vermont” de dos lacianiegos becados por la Fundación Amancio Ortega

Juan Luis Peláez Niño y Alba Rodil Álvarez, becados por la Fundación Amancio Ortega, en Villablino. // Luis Álvarez

Luis Álvarez

Parafraseando la conocida película de los años 60 de David Swift, 'Tú a Boston y yo a California', estos dos adolescentes lacianiegos, Alba y Juan Luis, se convierten en dos almas gemelas, que van dar el paso de la adolescencia a la juventud viviendo una experiencia inimaginable para ellos hace tan solo dos años.

La concesión a ambos de sendas becas de la Fundación Amancio Ortega (FAO), les llevará el próximo curso a estudiar en Canadá y Estados Unidos. Juan Luis en la localidad de Peterboroug, al sureste de la provincia de Ontario, muy cerca del gran lago que le da nombre a esta provincia canadiense. Y Alba algo más al sureste, a poco más de 700 kilómetros y en otro país, en la localidad de Montpelier, capital del estado de Vermont, en Estados Unidos.

No van a tener nostalgia del frio y la nieve del invierno en Villablino, pues sus destinos son similares climáticamente. Quizá algo más necesitado de ropa térmica para el paseo Juan Luis que Alba, pero sin mucha necesidad de un cambio de vestuario ninguno de los dos.

Con los nervios lógicos de saberse a poco más de dos meses de afrontar esta nueva situación educativa, se muestran convencidos los dos de que puede y debe ser una vivencia enriquecedora en sus vidas apenas comenzadas hace tan solo 15 años.

Su insultante juventud no hace que se sientan temerosos, más bien al contrario, les da la osadía necesaria para aprovechar su oportunidad y con la mentalidad y el cerebro abierto para absorber cuanto sea necesario de este año especial. Distinto en lo educativo y en lo social, otro país, otro idioma, otro sistema, otras gentes y otras familias, con las que convivirán en régimen de acogida.

La familia “se queda aquí”. Sus padres tienen una extraña sensación de alegría “porque me puedo ir” y tristeza “porque me voy”. Saben que desde octubre hasta junio no van a verlos más que por videoconferencias, “son solo 9 meses y pasan pronto”, aseguran.

Además, los gestores de la beca les recomiendan que para facilitar su proceso de inmersión no abusen de llamadas telefónicas o videoconferencias, que las regulen con pautas de tiempo. Lo mismo que tampoco les permiten las visitas familiares durante este periodo educativo de primer curso de bachillerato, que les convalidarán una vez regresen.

El acceso a las becas

Dos jóvenes, dos formas diferentes de conocimiento de esta oportunidad. Juan Luis Peláez Niño estudia en el IES Valle de Laciana de Villablino. Buen estudiante, serio, poco hablador, de ideas bastante claras. Me contó que fue su profesor de educación física, Pablo, quien le dijo “por qué no solicitas una beca de la FAO, tú que tienes muy buen expediente académico”, 9,3 de nota media.

Siguió el consejo de su profesor e hizo la solicitud. Pasó la primera criba para los 1.200 seleccionados de los más de 10.000 solicitantes (algunas informaciones los sitúan próximos a los 20.000). Luego llegó la entrevista y prueba de inglés, “al principio estaba nervioso, pero luego fui tranquilizando y me resultó fácil”. Ahora solo está a expensas de que lo avisen para cumplimentar el visado.

Muestra su convencimiento en el esfuerzo y la constancia, porque su experiencia así se lo ratifica, ya que “a veces las cosas no son fáciles, pero si quieres y pones todos tus medios en el empeño, se consiguen”.

Alba Rodil Álvarez, extrovertida y de cómoda conversación distendida, estudia en el otro instituto de Villablino, el IES Obispo Argüelles, con un excelente expediente académico, 9,4 de media. Llegó a la solicitud por la insistencia de su madre, Doni. Fue otro su camino, desde hace algún tiempo tenía la ilusión de poder estudiar al menos un curso en el extranjero, “lo miré, pero era muy caro, por lo que perdí la esperanza”. Su madre insistió vía internet y encontró la convocatoria de las becas de la FAO.

“Y ya, para que me dejase en paz, ya con el plazo avanzado, un día completé la solicitud, sin esperanza, pues creía que estas cosas eran para gente perfecta de grandes institutos de ciudades o colegios”. La sorpresa le llegó cuando le comunicaron que había pasado el primer corte y luego la prueba de inglés y entrevista, “con los nervios” presentes pero controlados.

Al acabar la explicación reflexiona en voz alta, “en los institutos de los pueblos también se forma a los estudiantes tan bien como en las ciudades o los colegios privados”. Y ella misma esboza una sonrisa casi de satisfacción al recuperar el silencio.

Como vecinos del mismo pueblo y de igual edad, se conocían de vista, sin relación personal. Estas circunstancias nuevas han hecho que su relación personal sea ahora más próxima y frecuenten sus encuentros y conversaciones.

Esas similitudes llegan también a la claridad de ideas en sus proyectos de futuro. Juan Luis quiere estudiar un módulo superior de FP de Programación y luego una Ingeniería Informática, “o quizá vaya primero a la Universidad por la Ingeniería, no lo sé fijo”. Mientras Alba quiere hacer un doble grado “economía-finanzas o economía-comercio, economía siempre”. Y como es dada a ello, vuelve a pensar en voz alta “bueno, igual hay cambios, porque veremos lo que nos depara este año o el siguiente”, por lo que no cierra las puertas antes de tiempo. Una reflexión que Juan Luis asume, asintiendo con un gesto.

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