Preferentes o preferidas...

María Cantalapiedra Ibáñez, abogada y economista

Puede que muchos de Ustedes, conozcan la historia de Agnes Sorel, “La Preferida” del Rey Carlos VII de Francia, el rey sin reino, al que consigue coronar Juana de Arco. Un Rey de apariencia desgarbada y mirada melancólica, cuya vida era bastante triste y anodina, quizá por estar continuamente en guerra con los ingleses.

Agnes, que curiosamente, nació en Picardía, tenía veintiún años cuando conoció al rey y éste se enamoró perdidamente de ella nada más verla. A raíz de sus relaciones amorosas, el rey cambió completamente. Irradiaba felicidad y como no podía mantenerse alejado de ella, le regaló un castillo, lo que provocó un gran escándalo en Francia, ya que de esta forma se descubría claramente que era su amante. Pero al rey no le importó, pues solo pensaba en estar junto a ella, y no se preocupaba por nada más.

La sorpresa, fue que la propia casa D´Anjou facilitó las relaciones entre Carlos y Agnes, buscando la influencia en el rey a través de su querida, ya que no lo habían logrado a través de la reina. ¡Y vaya si lo consiguió! La Corte pasó a ser brillante, ostentosa, primaba la búsqueda de los placeres sobre todo lo demás. La fama de la dama no solo se extendía por Francia, sino también por el resto de Europa: se hablaba de las telas de sus riquísimos trajes, de sus fantásticas joyas, de su forma de exhibir el escote, sus peinados, tocados,... Pasó a convertirse en un mito de la época, al cual todos querían criticar, y al mismo tiempo, imitar.

Pero Agnes murió joven, de un “mal de vientre”, dijeron, durante el embarazo de uno de sus bastardos, y apenas se mantuvo al lado de Carlos VII durante siete años.

Algo parecido, ha sucedido a las Preferidas, perdón quiero decir, las Preferentes comercializadas en los últimos tiempos por las Entidades Financieras, y que tantos quebraderos de cabeza han dado a la sociedad actual, como las “queridas” de las “Cortes Versallescas”, que vestidas de seda y tafetán, tras un periodo glorioso de vidas principescas pasan a mejor vida muchas veces, antes de madurar, algunas en puro sentido literal.

Y es que, las Participaciones Preferentes, y en los últimos años también las Obligaciones Subordinadas, se vendieron tratadas como autenticas “preferidas” de los Bancos, envueltas en un papel de celofán, llamado interés, pero de celofán de colores, para que no se viese con claridad lo que llevaban dentro y además, con una dedicatoria pretenciosa, pues solo a los “clientes más especiales” se ofrecían, jugando con la confianza de quienes en general, durante años depositaron sus ahorros en las Cajas de “toda la vida”, a las que no era necesario pedir credenciales, pues todas ellas contaban, “vox populi”, con más que acreditadas cuentas y reputación.

La mayoría de estas Participaciones Preferentes, como Agnes, han muerto jóvenes, muy jóvenes, pues aunque nacieron nada menos que con vocación de “inmortales”, pues eran perpetuas, algunas, como las emitidas en el año 2009, fallecieron tristemente a la edad de 3 años y sin dejar en muchos casos, ni siquiera bastardos.

Bromas aparte, afortunadamente, hoy nos queda la Justicia para enmendar los desmanes que “La Corte Bancaria”, realizó de manera incontrolada, al vender de forma masiva “productos complejos” como hoy han resultado ser, las Participaciones Preferentes y la Deuda Subordinada, al común de los mortales. Una justicia a través de cuya aplicación, hoy empezamos a conocer Sentencias que nos devuelven la fe en la misma, como una recentísima, de Junio de 2013 de un Juzgado de Coruña contra NGB, en la que con mucho acierto se da un gran tirón de orejas al poder Legislativo entre otros, con párrafos gloriosos como los que reproduzco literalmente. Dice Su Señoría: ...“ los legisladores nacionales se han preocupado más durante estos años, de procurar mecanismos de capitalización a las Entidades financieras, con el fin de garantizar la solvencia y estabilidad del mercado, que de los posibles prejuicios que pudiera comportar para los clientes minoristas, la contratación de este tipo de productos”. O que, el empleado del banco que intervino en la contratación de las Preferentes demandada, aseveró que “en el año 2009 nada hacía prever lo que acabó ocurriendo actualmente, había relación de confianza; no les advirtió del riesgo del producto (a los clientes), porque entonces ese riesgo era inexistente o imprevisible...”

¡Ole!, sus narices, por poner en papel oficial unas verdades, de las que por ahora, casi nadie habla.

Creo que llegó el momento de dejar de filosofar sobre si la culpa, fue de los políticos, del Banco de España, de la CNMV, de los Legisladores, de Bruselas o del cha cha cha; llegó el momento, y a fe mía que muchos compañeros lo están haciendo muy bien, de poner coto en los Tribunales, al abuso total que se ha producido en el manejo de las Cajas de Ahorros que, amparadas primero en sus omnipotentes Consejo de Administración y después en las resoluciones del FROP y Bruselas, han ido quebrando en cadena, como si fuesen simples piezas de domino, y sin que ninguna se preocupase llegado el momento, de paliar las consecuencias de esa mala administración, cuyo principal daño colateral lo han soportado muchos de sus clientes más fieles con la perdida de los ahorros, personas que en resumidas cuentas, no son más que ciudadanos de a pie, que saben poco de normativas Mifid y la madre que las parió a todas, y si mucho de los esfuerzos de toda una vida para conseguir ahorrar cada euro que durante años creyeron que estaban a buen seguro en el Banco, y hoy se han convertido en poco menos que papel mojado. Porque como presumía aquel americano de piel negra que dice llamarse Obama, nosotros “si, también podemos”, y además debemos decir, que en este país no vale todo, y por eso, quien se considere engañado o dañado, puede y debe reclamar.

La semana pasada, han llegado las primeras demandas a los Juzgados de León y provincia sobre Participaciones Preferentes y Obligaciones Subordinadas contra Caja España, esperemos que pronto, podamos transcribir sentencias tan certeras como la que mencionaba al principio de esta Tribuna, y que nos hagan creer, que al final del camino, alguien vela por el buen funcionamiento de un Estado de Derecho que por lo menos hasta hoy, se llama España.

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