Pablo Rodríguez, el rey de la piscina que quiere llegar a los Juegos Paralímpicos y ser camarero con síndrome de Down

Pablo Rodríguez, con su madre, Mamen, y sus entrenadores, Jesús Martínez (d) y Raúl Álvarez, en La Venatoria.

César Fernández

Dice Mamen Pardo que su hijo Pablo es “el rey de la pista” en el equipo de natación de La Venatoria en León; no es pasión de madre; basta con ver un entrenamiento para comprobarlo. Cuenta el entrenador Jesús Martínez que su pupilo Pablo ha “aprendido a ser mejor deportista”; no es la frase hecha de un preparador; basta con ver los resultados para constatarlo. Pablo Rodríguez nació con síndrome de Down, aprendió a nadar cuando todavía no le habían salido los dientes y ahora, con 20 años recién cumplidos, ha dado el salto también a la competición inclusiva al margen de la discapacidad. En esas circunstancias, consciente de que no va a subir al podio, se afana en sumar para su equipo y seguir creciendo. “¿He mejorado la marca?”, pregunta al salir del agua. Y si la respuesta es afirmativa, reacciona con un pulgar hacia arriba.

Pablo Rodríguez no es de muchas palabras. Ni las sesiones de logopedia han logrado que desenvuelva la lengua tan bien como lo hacen sus brazos y sus piernas en la piscina. Su madre, a la sazón presidenta de la asociación Amidown, suspira tras relatar un itinerario educativo que de los 3 a los 18 años se desarrolló en un ambiente de normalidad en las Teresianas. Tras vedársele el paso a un grado de Formación Profesional en jardinería, ahora la aspiración pasa por completar paulatinamente el proceso para poder ser camarero. Pablo resuelve la pregunta por su vocación con una economía de lenguaje que también es un ejemplo de concisión y precisión. ¿Por qué quieres ser camarero? “Para llevar copas y limpiar mesas”, responde. No hace falta decir nada más.

El joven leonés se siente, por el contrario, como pez en el agua en la piscina. No es raro que los niños con síndrome de Down se acerquen ya en los primeros compases de vida a la natación. Más complicado resulta que den continuidad a la actividad deportiva. “Nunca ha dicho que no a nadar”, cuenta su madre. “Es un ejemplo de tesón y esfuerzo. Es de los que más entrenan”, subraya su entrenador, que lo conoce desde que apenas tenía unos meses y había que tomar contacto con el agua primero como un ejercicio de estimulación y equilibrio. Pablo entrena “como cualquier otro nadador”, agrega su otro preparador, Raúl Álvarez, tras completar ejercicios previos fuera de la piscina para ganar flexibilidad. “Su progresión es continua. Sigue mejorando. Y cada vez está más implicado”, abunda. Y otra vez las palabras no son gratuitas.

“Mínimas, finales, medallas”

La piscina ya era su hábitat cuando, al llegar a la mayoría de edad, dio el salto a la competición. La segunda temporada la completó defendiendo ya los colores de La Venatoria para protagonizar una sucesión de acontecimientos siempre en positivo cuyo relato cronológico es “mínimas, finales y medallas”, primero en natación adaptada a las limitaciones psíquicas y ahora ya explorando el campo de la natación inclusiva sin tener en cuenta la discapacidad. Por el camino ha ido quemando etapas. “Ha aprendido a ser mejor deportista”, sentencia Jesús Martínez al referir cómo cuida la alimentación. “Se pone muy nervioso hasta que compite”, tercia su madre al destacar su implicación con otro ejemplo: el de una competición en Burgos en la que “no reaccionaba a la música por estar concentrado” en la prueba. Y eso que va la escuela de música Rumballet.

Pablo Rodríguez “es muy de rutinas”, señala Mamen. Es el primero en cambiarse, destacan sus entrenadores. No se hace el remolón. Si acaso está algo más pendiente del reloj cuando los entrenamientos o las pruebas coinciden con un partido del Real Madrid, admite él mismo con el convencimiento de que Karim Benzema volverá a llevar al equipo a ganar la Copa de Europa. La competición le saca la adrenalina. Y le pone “mariposas en el estómago”, más si cabe si asiste a la piscina su chica. El ambiente también cuenta. “La Venatoria es el contexto ideal”, destaca Jesús Martínez, que lleva con la empresa Ludens la gestión de la actividad deportiva de la sociedad. “Ir y dormir con el equipo es lo que más le gusta”, recalca su madre sin obviar la vena competitiva con el sueño puesto en poder llegar a los Juegos Paralímpicos de 2028.

“Él es el rey de la pista”, presume Mamen. “Lo sabe y lo explota”, refrenda para animar a más chicos con síndrome de Down a seguir sus pasos sin esconder que es un camino que supone “un sacrificio para los hijos y para los padres”, precisa desde su responsabilidad en Amidown. Pero el resultado, entendido más como el proceso que como las medallas, compensa al verlo convertido en protagonista de un trabajo en común que tiene su máxima expresión cuando viaja con la máxima de aportar para el equipo. Son lecciones que se aprenden sobre la marcha en una trayectoria deportiva que no tiene por ahora techo. “Para la natación adaptada es todavía joven. Hay chicos compitiendo con 30 años”, advierte Jesús Martínez. Lo que ya ha conseguido Pablo Rodríguez es ser el rey de la piscina. 

Etiquetas
stats