Mercedes Fisteus: “Cualquier reunión femenina era susceptible de entenderse como aquelarre de brujas”

Mercedes Fisteus, la autora del libro 'La hechicera herrante'.

Abel Aparicio

La palabra bruja se asimila a algo malo, oscuro, tenebroso, algo a lo que hay que temer y de lo que hay que huir. Una mujer que vive apartada, que viste de negro, rodeada de gatos y serpientes, que no encaja con los roles que de forma habitual (siempre desde el patriarcado y el capitalismo) se le asignan a las mujeres. Mercedes Fisteus (Villablino, 1995) acaba de publicar un ensayo que lleva por título La hechicera errante. La bruja en las leyendas y en el imaginario popular (Ed.Algaida,2023). Hablamos con ella.

La bruja a la actualidad llega como un ser oscuro, con algunas excepciones cinematográficas. Pero no siempre fue así, ¿no?

La bruja empieza siendo algo oscuro, un monstruo que explica el mal y que se distingue de las hechiceras, pero en los tiempos de cazas masivas (siglos XVI y XVII), la bruja es una fantasía, tan solo una excusa para conseguir atemorizar a varias sociedades, conseguir mano de obra barata, descargar las iras derivadas de las crisis o ejemplarizar. Es más, las hechiceras y curanderas se perfilan como necesarias para aquellos que necesitan sus servicios.

En la publicación haces un recorrido desde la antigüedad, pasando por Egipto, Grecia, Francia, España... ¿Qué diferencias destacas a lo largo de la historiaen puntos tan dispares?

Sobre todo, e hilando con la pregunta anterior, destacaría la diferencia en civilizaciones como el Antiguo Egipto. Allí, los hechiceros estaban íntimamente ligados al clero, eran personas con la aprobación de los dioses para ejercer la magia, la heka, y por ello tenían una idea muy distinta que luego desapareció en culturas posteriores. En Francia y en España, a pesar de haber antecedentes más pacíficos con los druidas, las cazas cobraron especial protagonismo, olvidando lo que alguna vez había significado la magia para los pueblos o los principios chamánicos, que sobreviven en sitios lejanos. 

En la Península Ibérica, el caso más conocido es el de Zugarramurdi, el cual mencionas. ¿Qué llevó a todo un pueblo a llegar a esos horribles extremos?

Es el caso más famoso, sin duda, aunque hubo antes otros como el caso de Alcarria. En Zugarramurdi, se mezcla la locura contagiada de zonas como Francia, con Pierre de Lancre, y las acusaciones comienzan contra jóvenes que, al parecer, se reunían en unas cuevas de la localidad. En general, cualquier reunión femenina era susceptible de entenderse como aquelarre. Luego, la falta de entendimiento por el uso del euskera hizo posible que las autoridades que se desplazaron a Navarra se inventaran lo que los vecinos decían, engordando un caso que terminó en caza colectiva.

La palabra Akelarre (prado del macho cabrío) traspasó las fronteras de Euskal Herria y digamos que se internacionalizó. A día de hoy se sigue diciendo. Muchas feministas incluso la usan con orgullo...

Lo explica bien Azurmendi: los acusados hablaban euskera, lo que hacía necesario un traductor. Las acusadas, realmente se referían a un lugar cerca de Zugarramurdi al que llamaban alka, aludiendo a un prado donde crecía la alkabelarra (hierba alta). La palabra pudo completarse con la alusión a Akerbeltz, que significa “macho cabrío negro” (aker es macho cabrío y bletz, negro), un demonio asociado a las brujas durante el cristianismo.

La actual ola feminista utiliza estos episodios negros de la historia para reivindicar su causa, teniendo en cuenta que el machismo de la época fue una de las razones para atacar a las mujeres, aunque no la única. Ellas eran vistas como susceptibles de ser embaucadas, como también los niños. Hoy triunfa eso de “somos las hijas de las brujas que no pudieron quemar” pero es necesario estudiar bien el fenómeno de las cazas. Como pasa también con la violencia de género, estamos ante sucesos multicausales.

 La última mujer condenada en España fue María Dolores López. Ocurrió en Sevilla en 1781 y se laconocía como “la beata ciega de Sevilla”.

Sí, el caso de la beata ciega es de los más llamativos. Se la llamaba así porque, al parecer, fue criada por monjes y ella misma buscó su sitio en la religión, pero acabó practicando ritos heréticos y se la acusó también de embaucar a muchos hombres, incluidos algunos monjes que supuestamente la habían cuidado (algunos pudieron haber abusado de ella, según sus declaraciones). La ajusticiaron públicamente siguiendo el procedimiento inquisitorial y dicen que el Puente de Triana tembló aquel día por la cantidad de personas que fueron a ver su “paseo de la vergüenza”. En realidad, los últimos casos en Europa rondan el siglo XVIII, siendo los últimos países Francia y Polonia, cuyas cazas fueron más sangrientas que en España.

En el libro haces un análisis sobre la influencia de la brujería tanto en la I y II Guerra Mundial como en diferentes dictaduras. ¿Tanto influyó esto?

No es que influyera demasiado, pero escándalos como el de Helen Duncan fueron muy sonados, amén de toda la fiebre ocultista que tiñó la II Guerra Mundial, sobre todo del lado nazi. El delito de brujería había desaparecido en casi todos los sitios, pero aún había leyes de brujería residuales que seguían vigentes, y era suficiente para perseguir a los temidos espías, entre los que se encontraban muchas mujeres. El caso de Helen se fraguó porque ella ejercía de espiritista y pudo cometer el error de desvelar información clasificada en una de sus sesiones, bien porque la conociera de primera mano o bien porque le hubiera llegado de oídas.

Uno de los sitios que mencionas de una forma entiendo que especial es Nueva Orleans, en Estados Unidos. ¿Por qué?

Nueva Orleans es un sitio fantástico y único, urbe que aparece como contexto en muchas obras literarias y cinematográficas. Es un sitio mágico por su historia: durante la colonización, se llevaron allí muchos esclavos caribeños, que a su vez procedían de África, y llevaban consigo sus rituales de vudú y sus conjure o hudú, además de muchas costumbres distintas que siguieron perpetuando desde sus pobres posiciones sociales. Hoy en día, Nueva Orleans es una mezcla de historia y cultura que convierte la ciudad en un nido de leyendas. Claro que también podemos hablar de su estilo, su gastronomía, su música, sus fiestas… Es todo remarcable. Es uno de mis destinos.

Aunque ya esté muy hablado, no quería dejar de preguntar por el caso más famosode brujería, el de Salem.

Salem siempre será el más recordado porque sirve para explicar casi todo lo referente al fenómeno de las cazas, sobre todo el tema de la histeria colectiva. Y es interesante porque el caso empieza con la hija y la sobrina del párroco, que empiezan a acusar a muchísima gente de haberlas hechizado, algo que también pasó en Navarra, aunque de forma ligeramente distinta. Ellas son utilizadas como “descubridoras de brujas” hasta que el tema se va de las manos. Hay varias razones para explicarlo: el miedo por los ataques indios, los nervios tras temporadas de crisis sociales, hongos en el centeno que provocaron los ataques de las niñas, una orden de las autoridades, venganzas personales entre familias… aterrador. Lo terminó de popularizar el inolvidable Arthur Miller.

En la parte final del libro hablas de un movimiento feminista surgido durante los años sesenta y setenta en EEUU, W.I.T.C.H. (Women´s International Terrorist Conspiracy from Hell).¿Se está dando una vuelta al símbolo de la bruja?

Como decíamos antes, ahora la bruja es un recuerdo y un símbolo feminista, pero es necesario conocer todas las razones tras las cazas. Es cierto que había un componente muy machista, explicado desde las escrituras y desarrollado por autoras como Mona Chollet: la mujer era vista como débil, y las víctimas fueron sobre todo solteras independientes, mujeres sin hijos y ancianas. Las que no tenían hijos, en su caso, suponían un peligro para la reproducción, para los índices demográficos que se perseguían. Las hechiceras, además, ponían en jaque la capacidad milagrosa de Dios, así como las curanderas suponían una competencia laboral para hombres de la medicina. Todo esto hay que explicarlo, y entonces los movimientos feministas tendrán más credibilidad, aunque casos como el de WITCH sean demasiado radicales. Peleaban por causas nobles como la abolición de la pornografía o la liberación de Angela Davis, pero se equivocaban en las formas y en la presentación. Ahora, la bruja es casi una moda, y sigue cambiando.

Para terminar, ¿podrías recomendarnos una película, un cuadro y una canción sobre las brujas?

Como película, mi favorita siempre será Practical Magic (Dunne, 1998), que tiene la banda sonora de Stevie Nicks, un elenco muy bueno y una estética muy “brujil”. En música, también podría citar a Donovan, pero voy a elegir Burn the Wich (Quema a la bruja) de Shawn James, que juega con el paralelismo entre la caza de brujas tradicional y la moderna, obsequiándonos con una pieza musical oscura y extraordinaria. Y como cuadro, El aquelarre de Goya, de 1798, por su trasfondo crítico y su popularidad.

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