Manuela Rejas, la primera maga con carné de ilusionista que encontró su familia en el circo y su tierra en el Órbigo

Manuela Rejas, la Maga Violeta (d), junto a la Maga Isabel, a la que traspasó su baúl.

César Fernández

27 de abril de 2023 08:44 h

La vida no le dio las mejores cartas a la primera mujer que logró sacarse el carné de ilusionista de España. Su padre quería un varón y a Manuela Rejas (Moralzarzal, Madrid, 1924) le hurtó caricias y besos. Su país se embarcó cuando ella apenas estrenaba la adolescencia en una guerra fratricida que llevó a su familia de peregrinaje en el itinerario de los perdedores hasta endosarle para siempre el sambenito de 'rojos'. En un momento crítico, al comienzo de la posguerra, hizo el primer truco al quedarse con la maleta de un mago detenido por los falangistas mientras actuaba en el Rastro de Madrid. Había logrado revertir la baraja y todavía se guardó un as en la manga para terminar sus días con una mano puesta en la magia y otra en la literatura a orillas del Órbigo, la conexión que le ha permitido a la investigadora Mercedes González Rojo dedicarle con un libro el homenaje a las escritoras leonesas de 2023.

No le habría venido mal una varita mágica ya de niña a Manuela Rejas, la mayor de una familia de cuatro hermanos que su padre aspiraba a comenzar con un niño sin parecer contemplar otra opción. La ausencia total de cariño paterno la marcó para toda la vida. Cuando en la antesala de la Guerra Civil, ya asentada en Madrid capital, se enamoró del circo y se fijó el objetivo de ser ilusionista, incluso llegó la mofa. “Tú vas a ser artista de la escoba”, le espetó, inmisericorde, su padre, que la obligó también a derivarle su sueldo cuando empezó a trabajar. Tampoco encontró amparo en su madre, que se limitaba a “oír y callar”. En esas circunstancias, su familia acabó siendo la del circo. “En el circo, como en la vida, nadie es más importante que nadie. El circo es una gran familia; la gran familia de los artistas”, expone en el cortometraje documental sobre su biografia Violeta y el baúl americano, rodado en 2007 en Veguellina de Órbigo, localidad perteneciente al municipio de Villarejo de Órbigo.

Como una escapista que sale airosa de una situación límite, Manuela Rejas vio cómo el mago al que frecuentaba en el Rastro fue abordado y llevado a la fuerza por un grupo de falangistas en mayo de 1941. Ella se queda con la maleta del ilusionista, la guarda debajo de su cama y “practica los juegos a escondidas”, relata Mercedes G. Rojo, responsable de la coordinación literaria del libro editado por Lobo Sapiens Manuela Rejas. La magia de la supervivencia. Se trata de una aproximación biográfica sobre la base de distintas colaboraciones que sirve para prolongar los homenajes a escritoras leonesas trastocado esta vez en fechas por otras circunstancias que llevaron en torno al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, a publicar Rescatar el olvido. Poemario íntimo de Manuela López García. La cosa este año va de 'Manuelas'.

Manuela Rejas vio cómo el mago al que frecuentaba en el Rastro fue abordado y llevado a la fuerza por un grupo de falangistas en mayo de 1941. Ella se queda con la maleta del ilusionista, la guarda debajo de su cama y practica los juegos a escondidas

Sin embargo, Manuela no parecía un nombre adecuado para el espectáculo. “Desde hoy te llamarás Violeta”, la rebautizó Iris, la parte femenina del trío de artistas con el que en octubre de ese mismo año 1941 comienza su carrera teniendo, eso sí, que entregar el sueldo a su padre. Marcada por la procedencia familiar de las filas de los perdedores de la Guerra Civil y por ser menor de edad (tenía 16 años cuando la mayoría estaba fijada entonces en los 23 en España para las mujeres) e instigada por ello por la policía, se presenta a un examen para sacar el carné. Y ahí ya sale a relucir su carácter. “Ella no se conforma con ser ayudante, sino que quiere ser la maga”, señala Mercedes G. Rojo. El paso es histórico: será ya para siempre la mujer con el primer carné de ilusionista de España.

Manuela Rejas ya es Violeta Ritter. La maleta le había servido de base. “Pero ella luego incorpora sus propios trucos y materiales”, apunta la coordinadora literaria de su biografía, cuyo origen la condiciona hasta no poder obtener el visado para salir del país cuando sus mentores se trasladan a Argentina en 1943. Ese mismo año debuta en un circo en Valencia y al siguiente se saca otro carné, el de fotógrafa profesional, todavía siendo menor de edad apenas cumplidos los 20. Y es que ella hace de todo en el circo. “Era inquieta y le gustaba aprender. Incluso toca el trapecio y entra a la jaula de los leones”, afirma Mercedes G. Rojo.

Las cartas del amor

La magia, en este caso del amor, se le aparece en 1948. Y ahí le da la vuelta a las cartas. Valeriano Doval, un marinero aspirante a sargento de Marina, deja el Ejército al conocerla y se enrola en las filas... del circo hasta componer una pareja profesional bautizada como The Valviolet al conjuntar la segunda sílaba del apellido de él y el nombre artístico casi completo de ella. Manuela Rejas encontró en su marido lo que no le dio su padre. Y formaron una familia compuesta por cuatro hijas y un hijo. La carrera profesional se corta cuando en 1968 sufre una caída del trapecio que le provocó lesiones de espalda hasta pasar varias veces por el quirófano. Obligada a dejar el circo, la magia siguió presente en su vida hasta el punto de llevar artículos de su espectáculo en la furgoneta con la que ejerció como vendedora ambulante.

"Ella decía que hacía poemas cuando estaba contenta y relatos cuando estaba peor", rescata Mercedes G. Rojo, que coordina el libro Manuela Rejas. La magia de la supervivencia

El penúltimo truco de su vida llegó en 1980 cuando la bronquitis crónica de una de sus hijas lleva a la familia a trasladarse de Asturias a Veguellina de Órbigo, donde fue el río la que la enamoró. Manuela Rejas ya había comenzado a escribir a fuerza de ganar transistores rojos en concursos literarios de Radio Nacional de España. Y prolonga esa vertiente, sin darle mucha importancia, componiendo poemas y relatos. “Ella decía que hacía poemas cuando estaba contenta y relatos cuando estaba peor”, rescata Mercedes G. Rojo, que empezó a frecuentarla ya en la década de los 2000 cuando un cáncer linfático vino a complicar sus problemas de salud mientras publicaba los libros Historias infantiles (2001), Cuentos reunidos (2002) y 15 historias en carne viva (2006), con muchos elementos autobiográficos.

“Ella afrontaba el cáncer como si fuera un catarro. Me quedé impactada”, enfatiza la bibliotecaria de Veguellina Helena José García Fraile, que la recuerda apareciendo por el centro en la búsqueda de información relacionada con concursos literarios de relatos. “Me contaba su vida. Era muy directa y muy vital. Tenía su carácter”, cuenta al catalogarla como “pionera en muchos sentidos” y reconocerse también impactada por otra secuencia: la de verla recitar de memoria versos en el ciclo Poesía a Orillas del Órbigo. Como si fuera por arte de magia.

Cuando el Festival Internacional de Magia de León le dedicó un homenaje por ser la primera mujer con carné de ilusionista de España, Isabel Sevilla no pudo verla. “Luego nos conocimos. Quedábamos con ella bastante. Y era todo vitalidad”, recalca la Maga Isabel, que junto a Alberto García componen el grupo 'Fantasía y Comodín'. “Ella se apuntaba a un bombardeo”, abunda al recordarla en el aeropuerto tomando un avión y la medicación ya inmersa en un proceso de quimioterapia “por lo que pudiera pasar este fin de semana” con aquel espíritu divertido y hasta jocoso que siempre la acompañó.

“Cuando por la mañana abro la ventana, me digo: ¡coño! Tengo un día más. Lo viviré a tope”, exclama la propia Manuela Rejas a punto de cumplir los 83 años en el cortometraje documental Violeta y el baúl americano, dirigido por Luna Baldallo y Rocío González con la producción de Paco Tovar. En la propia cinta se recrea el traspaso de poderes en forma del baúl americano recibido en sus comienzos de Iris y que ella deja a la Maga Isabel. “Tenía un gran valor sentimental. Ella decía que la magia abría puertas”, reproduce Isabel, quien reconoce que, aunque “hoy ya hay muchas mujeres magas”, todavía “queda camino por recorrer” en aquel que empezó Manuela como primera ilusionista de España y que recrea de una manera global el libro Historias de magas antiguas y modernas, de Gema Navarro.

Manuela Rejas, que era mayor que algunos de los internos cuando decía que iba a las residencias a visitar a sus “viejitos” con historias y trucos, le dio ya al final de su vida importancia a la faceta literaria en la medida en que la “ayudó a superar los baches de su vida”, aporta Mercedes G. Rojo. Pasó la última Nochebuena en una habitación de paliativos. “Nos pidió que abriéramos una botella de champán y brindáramos”, cuenta la Maga Isabel. Los médicos tuvieron que rendirse a la evidencia. La magia pudo más que la ciencia. Y tuvieron que darle el alta hasta que sufrió la recaída definitiva que la llevó a morir el 6 de marzo de 2010. “Su homenaje lo tuvo en vida”, añade Isabel Sevilla antes de citar el póstumo que le brinda ahora el Mago Pepelirrojo con el espectáculo 'Artista de la escoba'. Manuela dejó su epitafio: “El mejor homenaje que deseo / es pediros de todo corazón / que no lloréis mi muerte / que no dure la pena”, escribió en una despedida que se leyó, como si fuera su último truco, cuando sus cenizas se arrojaron dos días después de su muerte al río Órbigo.

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