José María Merino reivindica el poder de la imaginación como “la base de nuestro pensamiento”
“Ana fue la primera que tuvo en su casa una puertecita de Ratón Pérez”. Con esa frase, el escritor leonés José María Merino invita a sus lectores a adentrarse ‘En el país de Lindabrina y Ratón Pérez’, un universo de magia y fantasía con el que reivindica el poder de la imaginación, ya que a su juicio, en ella “está la base de nuestro pensamiento”. “Ahora los videojuegos están sustituyendo a los cuentos, y es importantísimo que apoyemos la imaginación de los niños, porque es la primera manera que tenemos para interpretar la realidad e intentar entenderla”, señala apenas seis días después de recibir de manos de los reyes el Premio Nacional de Las Letras. El volumen, que llegará a las librerías españolas el próximo miércoles 1 de febrero de la mano de Siruela, cuenta con una evocadora portada dibujada por el gallego Jacobo Muñiz.
El libro, según explicó el autor a Ical, empezó a cobrar forma cuando a su nieta Ana, que ahora tiene siete años, se le empezó a mover su primer diente. Ella, junto a los integrantes de su pandilla de amigos (Hugo, Blanca y Chole), son los auténticos protagonistas de este relato de aventuras, un canto a la amistad y una oda a la magia de la infancia, a la curiosidad y la ingenuidad que rodea ese instante. No será hasta dentro de unos días, en la próxima reunión familiar, cuando Merino haga “solemne entrega” de un regalo tan especial a su nieta.
El Ratón Pérez, cuenta el autor, es un personaje popular que “desde siempre” le había resultado curioso. “El padre Coloma ya escribió a finales del siglo XIX un librito sobre él por encargo de la reina regente María Cristina. De niño por supuesto yo creía en él y es una tradición que luego he procurado no perder con las siguientes generaciones”, señala.
Merino destaca que “en todas las culturas hay una tradición en torno a la caída del primer diente”. Así, en su libro repasa algunas costumbres arraigadas en países como Francia, Italia, Portugal, Alemania, India, Japón, Palestina o Egipto, si bien apunta que “seguramente el misterio de que de pronto los niños perdiesen los dientes y luego les saliesen otra vez haya acompañado desde la antigüedad al homo sapiens”. “La caída del primer diente tiene sentido en todas las culturas del mundo”, resume.
Una vuelta de tuerca
A partir de la historia tradicional, Merino introduce nuevos elementos para darle una vuelta de tuerca a la leyenda, como la posibilidad de multiplicarse del Ratón para atender todas las demandas simultáneas o la tecnificación del almacén donde se guardan los dientes. “Quise introducir elementos de las tecnologías modernas para que los niños lo viesen con cierta familiaridad, porque lo mágico no quita lo razonable”, sonríe.
Además, inventa nuevos personajes como Saltamás (un saltamontes que ejerce como guía para los niños en el mundo de fantasía), la malvada Brujomago (que “aparece por ahí para incordiar”) o el hada Lindabrina, la gobernanta del “extraño país” al que los niños acceden a través de la puerta de Pérez, un lugar mágico que se alimenta de los dibujos que realizan los propios niños. Esa posibilidad, que Merino ya había explorado en obras previas como ‘El caldero de oro’ (1981), es un guiño a la pasión por los dibujos de su propia nieta, y refrenda la importancia del “pensamiento simbólico” para “alentar a los jóvenes lectores”, sugiriendo la posibilidad de que sus dibujos se conviertan en realidad.
Merino se define como “ferviente defensor” de la lectura, de los cuentos clásicos y de las narraciones, sean orales o escritas, ya que recogen “arquetipos que luego vamos a encontrarnos durante toda nuestra vida”. “Como empecemos a perder el gusto por todo ello, mal vamos”, señala advirtiendo de los “peligros” que conllevan las nuevas tecnologías, entre los que alude a que pueden conducir al “autismo de las personas”. “El otro día iba en el autobús y dos chavales delante de mí estaban mandándose uno al otro WhatsApps; les pregunté por qué no hablaban si iban juntos y parece les molestó un poco”, lamenta
En ese sentido, subraya que “la comunicación colectiva forma parte de nuestra identidad, aunque cada día se esté perdiendo más”. Así, apunta que “hay estudios realizados en el norte de Europa que dicen que los chavales están perdiendo inteligencia, y a lo mejor algo tiene que ver en ello que estemos pasando de los cuentos a los videojuegos. A lo mejor hay algo ahí maligno. Ojo”.