'Happy Valley': la buena televisión

La sargento Catherine Cawood, de la serie de televisión 'Happy Valley', de la BBC.

Antonio Boñar

Nacer bajo la tutela de la BBC ya es de por sí una garantía de calidad. La cadena británica ha conseguido mantener su reputación de televisión seria y referencial de manera intacta a lo largo de las últimas décadas. Que una ficción este producida por la BBC implica de forma casi natural que sea un buen producto audiovisual, es sinónimo de calidad e independencia, de buena televisión. Esas tres letras que componen desde hace casi un siglo uno de los logos más poderosos de la industria radiofónica y audiovisual del mundo, aseguran que la producción que ampara tendrá como mínimo buenos actores, grandes escritores, guiones sólidos y unos potentes personajes secundarios. Y Happy Valley no es una excepción, es uno de los mejores dramas policiales que ha dado la cadena en lo que va de siglo.

Para entender lo buena que es esta miniserie primero tenemos que conocer a su guionista. Sally Wainwright es una escritora monumental que huye de los tópicos más comerciales para retratar la realidad en su forma más cruda y auténtica, sin tonterías de medio pelo; con personajes que hablan, sienten y padecen como la gente que nos encontramos en la calle diariamente. Además, esta mujer que pone voz a todos esos héroes silenciosos que hacen cosas excepcionales cada día disfrazados de gente normal, creció en ese territorio duro y deprimido económicamente que alberga sus historias. Sabe de lo que habla y eso se nota. Aquí no hay concesiones, toda esa zona olvidada y posindustrial de las Midlands que podríamos ubicar entre Manchester y Leeds, aparece en la pantalla como lo que es, una región sin futuro en la que las fábricas hace ya mucho tiempo que cerraron y los indices de delincuencia o alcoholismo no paran de crecer.

Y luego está Sarah Lancashire, la extraordinaria actriz que interpreta a la aguda e insobornable sargento Catherine Cawood. Su caracterización es sin duda el papel de una vida, nuestra afamada guionista no podría haber encontrado mejor alter ego en la pantalla para reproducir el hastío vital y la lucha tenaz de esta mujer por mantener a los suyos a salvo. Todos los actores están tremendos recreando a un extraordinario abanico de personajes secundarios que llenan la trama de numerosos y elocuentes vericuetos argumentales. Pero es nuestra protagonista la que se apodera de la función acuñando unas frases de diálogo tan profundas como veraces, cincelando con cada nueva secuencia a esta mujer policía que dice lo que piensa, se asusta o arremete contra cualquiera que se interponga en su camino hasta la verdad.

Esta tercera temporada de seis episodios llega siete años después de las dos anteriores, pero la calidad sigue intacta. Tenemos al malo malísimo de siempre, y también a ese torpe ciudadano común que articula cada una de las temporadas al cometer el más estúpido de los asesinatos, un criminal al más puro estilo Fargo (1996) pero trasladado a Yorkshire West. Y por supuesto tenemos ese valle eternamente gris que da título irónicamente a esta estupenda serie que reivindica eso que llamamos buena televisión.

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