La fiesta de Las Candelas de Grajal de Campos abre al público la colección de reliquias de la villa

Entre las reliquias más llamativas se encuentra un trozo del pan que se sirvió en la última cena.

Sahagún Digital

Solamente se exponen una vez al año -coincidiendo con Las Candelas de febrero- y ese punto de exclusividad y misterio enriquece esta herencia que los Condes de Vega dejaron en Grajal a principios del XVI: la segunda colección de reliquias más importante de la provincia.

Tras San Isidoro, en León, la colección graliarense, (que ‘duerme escondida’ en la Iglesia de San Miguel Arcángel) sobresale al reunir cerca de 300 piezas e infinidad de curiosidades: fragmentos del cráneo de San Eustarbio, un diente de San Pablo, la rodilla de San Andrés, cabellos de Santa Clara o pelo de la barba de San Antonio… piezas textiles como la casulla de San Vicente o una estola de San Apolinar, el “paño en que fue envuelta la túnica de Nuestro Señor”, una esponja de Santa Práxedes, una cuerda de Santa Cecilia o el velo de Santa Ágata… Otros relicarios guardan cenizas de mártires o sangre, y también hay fragmentos del Santo Sepulcro, “del mismo lugar donde fue fijada la cruz” o “de la tierra del desierto donde Cristo fue tentando”.

Entre las más llamativas: un trozo del pan que se sirvió en la Última Cena y otro de la vara de Moisés. “Ni yo mismo, que soy sacerdote, confío en la autenticidad de estas últimas. En la Edad Media la comercialización de estas piezas estaba a la orden del día y, además, la piedad de los creyentes no era tan madura. Puede ‘sonar’ bien, pero no se sostiene… ¿dónde quedaría Moisés?” … se pregunta Jorge de Juan Fernández, párroco en la Agrupación San José, en la ciudad leonesa, y autor, en la revista Ateneo Leonés (número uno), del artículo ‘Historia, arte y culto de las reliquias en la Diócesis de León’, un interesante estudio de los restos de santos, santas y mártires que guarda, tras unas pesadas rejas, junto al retablo mayor, la basílica graliarense.

“Entendemos por reliquias al cuerpo de los mártires, santos y beatos, a objetos que les pertenecieron o han estado en contacto con ellos. Durante los primeros siglos del cristianismo y como consecuencia de las persecuciones, comenzaron a conservarse y a tenerse en gran estima”, explica de Juan.  

En cuanto al origen de la colección, de Juan explica que, Juan de Vega y Enríquez de Acuña, conde y señor de Grajal, durante su estancia en Italia como embajador de Roma, “tuvo estrechas relaciones con el Papa Paulo III, quien le otorgó la distinción a su esposa, Leonor Ossorio, de elegir las reliquias que quisiera entre las que el Pontífice tenía en su oratorio particular. Ossorio, a su vez, hizo posteriormente donación a la Iglesia de Grajal”.

Reales o falsas, los relicarios que las preservan ya son un auténtico tesoro. “Los de busto son impresionantes, de origen napolitano; también hay relicarios en forma de mano o de fémur, cajas en forma de hueso realizadas en plata; otras metálicas, redondas, adornadas con una filigrana…”. “En el sur de la provincia hay otro pueblo, Sahelices del Payuelo, que también tiene una colección muy destacada. En su caso, fue un sacerdote el que se dedicó a coleccionar las piezas”.

Como ya se ha dicho, las reliquias de la Iglesia de San Miguel de Grajal se pueden visitar sólo una vez al año, por Las Candelas, dos de febrero, fecha que se festeja en la villa y que, en los últimos años, se hace coincidir con el día grande del Centro de Iniciativas Turísticas ‘El Palacio’. No falta en ella, además de actos religiosos y la veneración de los relicarios, algo de música o teatro y gastronomía.   

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