Cine

'Los crímenes de la academia': la sombra de Poe es alargada

Los Crímenes de la Academia de Netflix, basada en la novela 'The Pale Blue Eye'.

Antonio Boñar

La colosal influencia del escritor y poeta Edgar Allan Poe en la literatura del siglo XX está fuera de cualquier duda. Este genio del relato corto, creador del género de terror moderno, es considerado el padre artístico de unos cuantos y grandísimos escritores cuya obra no hubiera sido la misma sin su prosa pionera, poética y ágil: Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, William Faulkner, Franz Kafka, H. P. Lovecraft, Arthur Conan Doyle, Guy de Maupassant, Thomas Mann, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar... Pero lo que quizás no sea tan evidente es que también el séptimo arte le debe muchísimo al inventor de los paradigmas fundacionales y aún vigentes del género fantástico y detectivesco, unas temáticas y atmósferas de las que el cine lleva bebiendo desde el comienzo de su historia.

Los crímenes de la Academia adapta la novela publicada en 2003 por Louis Bayard, The Pale Blue Eye. Una historia de misterio ambientada en 1830 en West Point y protagonizada por un taciturno detective de métodos cartesianos y su insólito ayudante, un joven cadete que años más tarde alcanzaría gran reputación como escritor: el perspicaz, borracho y sensible Edgar Allan Poe. Ambos tendrán que resolver una serie de macabros asesinatos que han alterado la rutina de la Academia Militar y que han desbordado la capacidad de comprensión de sus perplejos y asustados altos mandos. 

Las premisas para filmar esta historia no podían ser más interesantes: un thriller de época con aroma literario, una atmósfera inquietante y dos personajes protagonistas complejos y carismáticos. Pero lo que prometía ser el germen de una estupenda película de suspense se queda a medias por una falta de tensión narrativa que va mermando, poco a poco pero de manera inflexible, la atención del espectador. La tenebrosa atmósfera, casi gótica, está estupendamente fotografiada y ambientada; el relato de misterio tiene los suficientes alicientes y vericuetos como para captar nuestra atención; y Christian Bale y Harry Melling, los actores que encarnan a nuestros dos particulares sabuesos, están extraordinarios. Es por eso que a juicio de un servidor es en la realización de Scott Cooper donde la película se va derrumbando a medida que avanza la trama. Estamos ante otro ejemplo de cine irritantemente correcto pero carente de alma, sin latido interior.

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