'Las buenas madres': las mujeres de la 'Ndrangheta
Una de las labores más importantes del crítico en estos tiempos de tanta saturación audiovisual es orientar al espectador, separar el grano de la paja y descubrir entre la ingente oferta de salas de cine o plataformas de streaming aquellas piezas que son merecedoras de perdurar. Las buenas madres es una de ellas, una de esas miniseries que aparecen ocultas bajo tanto estruendo promocional y tanto cliché prescindible para reivindicar la buena televisión, esa que se acerca a la realidad con afán didáctico y apelando a nuestra sensibilidad e inteligencia.
La ´Ndrangheta es actualmente la mafia más poderosa del planeta y se estima que sus ingresos anuales, provenientes principalmente del tráfico de drogas y de armas, ascenderían a cerca del 5% del PIB de Italia, la séptima economía del mundo. La principal diferencia con los otros grupos de crimen organizado que operan en Italia (la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana o la Sacra Corona Unita de Puglia), es que reclutan a sus miembros siguiendo el criterio de relación de sangre, estableciendo unos clanes familiares muy cerrados y unidos que hace que los hijos sigan los pasos de sus padres y que sean muy difíciles de investigar, con escasas deserciones y envueltos en un halo de secretismo casi místico. Por eso la historia de estas mujeres que decidieron testificar y enfrentarse a sus maridos y padres de la mafia calabresa cobra tanta importancia, porque se eleva como un poderoso testimonio de cómo el coraje y la audacia de unos pocos puede a veces derrotar al imperio del mal.
Cuando Alessandra Cerreti llegó a Calabria en abril de 2009 como nueva fiscal antimafia de la región, comenzó a preguntarse por el papel que ejercían las mujeres en la ´Ndrangheta. En una sociedad tan cerrada y machista, las mujeres de los clanes vivían en unas condiciones de sumisión y silencio casi medievales, condenadas a no poder elegir en libertad su destino, frecuentemente maltratadas y obligadas a cumplir con sus deberes matriarcales como única misión en la vida. Dándose cuenta de esa situación y después de la desaparición de Lea Garofalo, quien había testificado contra su marido mafioso en 2002 y llevaba más de doce años huyendo con su hija, la fiscal Cerreti encontró una posibilidad para derribar el muro de silencio que protege a la mafia calabresa y finalmente logró persuadir a varias de esas mujeres para que testificarán, unas madres que se jugaron la vida para salvar también a sus hijos de un futuro criminal.
Las buenas madres esta contada con un gran pulso narrativo y con un sentido de acercamiento a la realidad que hace que la historia penetre en la conciencia del espectador sin banales distracciones. Rodada en Calabria, su retrato de los mafiosos es tan sórdido y oscuro que elimina de un plumazo cualquier retazo de fascinación que pudiera seducirnos. Son criminales, unos sociópatas aldeanos y brutos que resultan delirantemente cínicos cuando apelan al honor y la familia para encubrir su abyecta forma de vida.