'Las buenas madres': las mujeres de la 'Ndrangheta

Cartel promocional de la serie 'Las Buenas Madres'.

Antonio Boñar

Una de las labores más importantes del crítico en estos tiempos de tanta saturación audiovisual es orientar al espectador, separar el grano de la paja y descubrir entre la ingente oferta de salas de cine o plataformas de streaming aquellas piezas que son merecedoras de perdurar. Las buenas madres es una de ellas, una de esas miniseries que aparecen ocultas bajo tanto estruendo promocional y tanto cliché prescindible para reivindicar la buena televisión, esa que se acerca a la realidad con afán didáctico y apelando a nuestra sensibilidad e inteligencia. 

La ´Ndrangheta es actualmente la mafia más poderosa del planeta y se estima que sus ingresos anuales, provenientes principalmente del tráfico de drogas y de armas, ascenderían a cerca del 5% del PIB de Italia, la séptima economía del mundo. La principal diferencia con los otros grupos de crimen organizado que operan en Italia (la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana o la Sacra Corona Unita de Puglia), es que reclutan a sus miembros siguiendo el criterio de relación de sangre, estableciendo unos clanes familiares muy cerrados y unidos que hace que los hijos sigan los pasos de sus padres y que sean muy difíciles de investigar, con escasas deserciones y envueltos en un halo de secretismo casi místico. Por eso la historia de estas mujeres que decidieron testificar y enfrentarse a sus maridos y padres de la mafia calabresa cobra tanta importancia, porque se eleva como un poderoso testimonio de cómo el coraje y la audacia de unos pocos puede a veces derrotar al imperio del mal.

Cuando Alessandra Cerreti llegó a Calabria en abril de 2009 como nueva fiscal antimafia de la región, comenzó a preguntarse por el papel que ejercían las mujeres en la ´Ndrangheta. En una sociedad tan cerrada y machista, las mujeres de los clanes vivían en unas condiciones de sumisión y silencio casi medievales, condenadas a no poder elegir en libertad su destino, frecuentemente maltratadas y obligadas a cumplir con sus deberes matriarcales como única misión en la vida. Dándose cuenta de esa situación y después de la desaparición de Lea Garofalo, quien había testificado contra su marido mafioso en 2002 y llevaba más de doce años huyendo con su hija, la fiscal Cerreti encontró una posibilidad para derribar el muro de silencio que protege a la mafia calabresa y finalmente logró persuadir a varias de esas mujeres para que testificarán, unas madres que se jugaron la vida para salvar también a sus hijos de un futuro criminal.

Las buenas madres esta contada con un gran pulso narrativo y con un sentido de acercamiento a la realidad que hace que la historia penetre en la conciencia del espectador sin banales distracciones. Rodada en Calabria, su retrato de los mafiosos es tan sórdido y oscuro que elimina de un plumazo cualquier retazo de fascinación que pudiera seducirnos. Son criminales, unos sociópatas aldeanos y brutos que resultan delirantemente cínicos cuando apelan al honor y la familia para encubrir su abyecta forma de vida.

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