Un acercamiento a los desórdenes de la mente

Luis Ferrero Litrán y Sol Gómez-Arteaga

Abel Aparicio

No son muchos los libros que en su temática tratan sobre los desórdenes de la mente. Un tema, quizá, demasiado esquivado en uno de los momentos en los que, después de una pandemia mundial, más necesario sea normalizar. Es por ello que la Fundación Jesús Pereda de CCOO Castilla y León haya decido realizar un ciclo de dos eventos, en Valladolid el lunes 25 y en Zamora el viernes 29, con los libros 'Trazos de Sombra' y 'Luces de Oita' como protagonistas. Ambos tratan un tema tan complejo como las diferentes patologías de la enfermedad mental y en ellos, a parte de los autores irán profesionales de la materia.

Ignacio Fernández, presidente de la la fundación declara que “nuestro objetivo con estos dos actos es doble. Por un lado, honrar a la editorial, a quien concedimos el Premio Diálogo en esta última edición. Con ello consolidamos nuestra relación. Por otro, ampliamos el universo temático de nuestra Biblioteca Jesús Pereda con un asunto al que no habíamos dado cabida hasta la fecha: los desórdenes mentales”. Fernández finaliza diciendo que “de paso, realizamos un curioso experimento: mezclar dos códigos para hablar de ello, el literario y el técnico, cosa poco habitual”.

Por su parte, Cristina Pimentel, que junto a Jesús Ramón Palmero llevan desde San Román de la Vega la editorial Marciano Sonoro Ediciones explica que “ha sido realmente una casualidad que dos autores hayan focalizado su interés en cuestiones relacionadas, como le gusta decir a Sol Gómez con los desórdenes de la mente, aunque en realidad cada uno de los libros pertenece a universos literarios diferentes”. Sobre ellos Pimentel explica que “en el caso de Luis Ferrero, autor al que conocemos desde hace muchos años, nuestro interés fundamental era editar su primera novela, cuya calidad nos atrapó desde el primer momento. Y con el libro de Sol estábamos dando continuidad a la relación editorial que habíamos iniciado con El vuelo de Martín. En este caso se trata de una serie de relatos de los que conocíamos algunos que habían sido publicados en TamTamPress”, remarca.

Luis Ferrero Litrán (Astorga-León), autor de Luces de Oita

1) ¿Qué te impulsó a escribir sobre los hikikomori?, ¿por qué este tema para tu primera novela?

Las luces de Oita pretende ser la primera de tres novelas ambientadas en los países asiáticos donde más tiempo he permanecido en los últimos dieciséis años de mi vida. Desde que emigré en el año 2005 a China, donde tenía mi residencia, he pasado mucho tiempo también en los países de alrededor, muy especialmente en Japón y en Tailandia. Concretamente en Japón tuve la suerte de coincidir con compañeros de trabajo de ese país que hoy son mis amigos. A través de ellos conocí de cerca este fenómeno que actualmente es una verdadera epidemia allí y que poco a poco se va extendiendo por otros países.

Hace solo unos días, Atresmedia publicó un reportaje en su sección digital de noticias: Levanta la cabeza, en la que recoge algunas reflexiones del profesor Saito Tamaki, famoso por dar a conocer en el año 1998 el fenómeno de los hikikomori en su libro Aislamiento social: una interminable adolescencia. Tamaki alertó unos meses antes de que se declarara oficial la pandemia del coronavirus de que si no se hacía nada, en breve habrá 10 millones de japoneses en esta situación de aislamiento. En aquel momento, calculaba que alrededor de 2 millones de ciudadanos nipones permanecían un promedio de 13 años encerrados. Ya hay evidencias de que este trastorno caracterizado por un comportamiento asocial y evitativo que conduce a abandonar la sociedad no es solo un problema endémico de Japón, por más que allí se den las circunstancias idóneas para el autoaislamiento.

2) En la novela se ven diferentes personas que deciden aislarse, cada una con sus motivos y razones. El ser humano, por lo general, es un ser social, ¿qué les impulsa al autoaislamiento?

Tengo que decir que mi aproximación al fenómeno de los hikikomori la hago desde la literatura y, por tanto, desde la ficción. Nada más lejos de mi intención intentar dar respuestas a cuestiones del campo de la psicología o la psiquiatría.

Pero sí es cierto que los personajes que comentas podrían ser tan reales como nosotros. Son jóvenes con una vida aparentemente encarrilada en la que lo tienen todo para triunfar. Kurumi es una arquitecta en plena carrera profesional, Natsuki es una periodista brillante y Yoshio un muchacho como cualquier otro. Todos ellos, sin embargo, encuentran en la oscuridad y el aislamiento de sus habitaciones un refugio donde guarecerse. Buscan un silencio al que llegan agotados por interpretar un papel que la sociedad les exige sin haberles preguntado antes su parecer o, sencillamente, porque por dentro algo se les ha roto. Y resulta que alguno de ellos encuentra en el silencio de su aislamiento un lugar donde no se está mal, o al menos, donde está mejor que antes.

Creo que ahora que hemos vivido una pandemia, nos resulta mucho más fácil entender este tipo de huida. Son muchas las personas que han encontrado en la interrupción de sus vidas “programadas” una forma de liberación y algo que no controlaban en absoluto: tiempo para ellos mismos.

3) Vemos que las nuevas generaciones cada vez pisan menos las calles y pasan más tiempos encerrados en sus habitaciones enganchados a las nuevas tecnologías. Esto es algo objetivo al menos en las ciudades españolas, ¿Estamos haciendo las cosas bien?

Donde antes había campo y verde ahora hay espacios ocupados por la ciudad o apenas hay nadie. También en los pequeños pueblos se ha producido esa urbanización feroz porque todo mira hacia la ciudad: casi todo lo que pasa, pasa en una ciudad o eso es lo que nos muestra la televisión, las redes sociales... Pero en este proceso irreversible también hay cosas buenas: el aislamiento físico que se vivía antes en los pueblos se ha mitigado en muchos sentidos gracias precisamente a las nuevas tecnologías. Así que estamos ante realidades muy distintas de las que nuestros padres, ya no digo nuestros abuelos, nos enseñaron como formas de vida normales. Y parece que, en principio, solo nos cabe adaptarnos. Tengo la esperanza de que los más jóvenes sabrán hacerlo y salir adelante. Al final, todos buscamos lo mismo: ser felices. Aunque, por supuesto, en esta evolución continua habrá quienes no lo logren, y quienes opten por huir, como el protagonista de Los asquerosos de Santiago Lorenzo que es otro clarísimo ejemplo de hikikomori.

Sol Gómez Arteaga (Valderas-León), autora de Trazos de sombra

1) El libro empieza con un título y una portada que puede dar lugar a muchas interpretaciones. ¿Por qué esa elección?

Un trazo es una línea, una raya, y muchos trazos forman un dibujo. El complemento de nombre “de sombra” alude a la parte desconocida, oculta, oscura que todos tenemos dentro. Cada trazo representa un relato y los cuarenta relatos del libro conforman una cartografía en torno a los desórdenes de la mente humana. Hay más desordenes de la mente que no he reflejado en los textos, puse el foco de atención en aquellos que me parecían más representativos. Y los intenté plasmar en papel de una forma literaria.

Además, el libro contiene cuarenta imágenes del artista leonés Óscar García Bárcena que ilustran cada uno de los relatos y funcionan como puertas de entrada a los mismos. Si nos fijamos en las imágenes —son fotos sin editar—, están llenas de visos, de sombras, de superposiciones que, en mi opinión, forman un perfecto engranaje con los temas que se tratan, al tiempo que dotan al libro de un plus artístico.

2) Las enfermedades mentales, hasta la fecha, estuvieron y están asimiladas socialmente, con matices, como un tema tabú. En tu libro tratas cuarenta casos diferentes a través de otros tantos relatos. La pregunta es, ¿Por qué hay tanto secretismo y vergüenza ante tan diversas patologías?

Cuando se habla de enfermedad mental se habla de estigma que se define como el conjunto de actitudes y creencias desfavorables que desacreditan o rechazan a una persona o a un grupo por considerarlos diferentes, produciendo en el estigmatizado un sentimiento de inferioridad. En la antigüedad a los llamados locos —utilizo este término porque es la acepción original— se les consideraba chamanes, seres de luz, con poder de mediar con la divinidad. En la Edad Media esto cambió y se les apartaba del resto, se les encerraba a perpetuidad por considerarles peligrosos, violentos, también con menos capacidades que el resto. Esto ha sido así hasta hace bien poco. De hecho, los manicomios que en España existen hasta el año 1986, estaban alejados de la comunidad. Ocurre que lo que no conocemos nos produce miedo, rechazo, animadversión, y acaso como mecanismo de defensa lo alejamos de nosotros mismos.

Estadísticamente, se ha demostrado que las personas aquejadas de un trastorno psíquico no son más peligrosas que las que no lo padecen, eso es un cliché, un tópico, un estereotipo y un error que hay que erradicar. Como éste hay muchos más.

El estigma es algo cultural que se erradica desde el conocimiento, la aceptación, la normalización de otras realidades psíquicas. Habría que hablar de las enfermedades mentales como se habla, por ejemplo, de la diabetes o de una afección al corazón, poniendo el foco o atención en el sufrimiento psíquico que produce en las personas que lo padecen. Las páginas de salud de los periódicos deberían ser un espacio para informar, sensibilizar, difundir y hablar de estas cuestiones que no están tan alejadas de nuestra propia realidad. Cualquier persona es susceptible de padecer, en mayor o menor medida, en el trascurso de su trayectoria vital algún tipo de desequilibro o desorden en su mente.

3) Como profesional, ¿qué carencias ves en el trato de la salud mental y que medidas implementarías para normalizar estos desórdenes?

En mi trabajo diario observo que las atenciones en salud mental se han desbordado con la pandemia. Las personas que padecen un trastorno mental grave igual no están mucho peor —ellas viven casi de forma permanente aquejadas de peligros—, pero los supuestamente normales sí están peor. La situación que atravesamos desde hace más de dos años ha sacado al exterior miedos, angustias, obsesiones, que desconocíamos que teníamos. Decían que la cuarta ola iba a ser la de la salud mental y vamos por la sexta. Las listas de espera en atenciones psicológicas y psiquiátricas en la sanidad pública se han disparado, y esto es especialmente notorio en el campo de la salud mental infanto-juvenil, acaso porque sea un sector de población más sensible, más vulnerable. Se ha incrementado la cantidad de menores que precisan atención psicológica y psiquiátrica, pero también la gravedad de los casos y la precocidad de los mismos.

Se hace necesaria una mayor dotación de profesionales y de recursos dentro de un trabajo más comunitario. En países como Finlandia en los que equipos de profesionales se desplazan a los domicilios dando una respuesta inmediata a la demanda, propiciando una continuidad en la atención y un dialogo con el paciente, “nada para la persona sin la persona”, los trastornos mentales graves se han reducido.

Es a los gobiernos a quienes les compete dotar en sus presupuestos de más medios en salud mental. Un gobierno que propicie la sanidad pública, el bienestar de los ciudadanos, va a ser más proclive a poner más medios para tal fin que un gobierno que apueste por la privatización. Y cada uno de nosotros, como ciudadanos, tenemos una responsabilidad a la hora de elegir a nuestros gobernantes.

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