La vida después de la ciencia
“He disfrutado con la investigación y la enseñanza durante los últimos doce años. Sin embargo, acabo de dimitir de mi trabajo como investigador posdoctoral en el MIT hace una semana, abandonando el sueño de llegar a tener un trabajo fijo en el mundo universitario. Me siento liberado y feliz, y esto es una muy mala señal para el futuro de la ciencia (en Estados Unidos)”.
(...) “Desde la adolescencia he estado obsesionado con la idea de que el trabajo debería ser algo a lo que uno desea volver después de un fin de semana”, pero “con una hija en la guardería y otro que nacerá en un mes, económicamente estaremos mejor si me quedo como padre en casa que como investigador posdoctoral en el MIT”.
“Es un gran momento para hacer ciencia, pero un terrible momento para ser científico”, dice Lenny Teytelman
Esto era lo que escribía en su blog Lenny Teytelman –ya exinvestigador en el MIT– en febrero de 2014. Y añadía una frase lapidaria citando al biólogoMichael Eisen: “Es un gran momento para hacer ciencia, pero un terrible momento para ser científico”. Su testimonio refleja la situación de la investigación pública en EE UU, y de muchos otros lugares del mundo. Obedece a una situación personal, pero resiste perfectamente la comparación con los datos: de todos los estudiantes que comienzan una carrera científica, un porcentaje muy pequeño llegará a tener un puesto estable como investigador. El grueso de los proyectos son llevados a cabo por investigadores predoctorales o posdoctorales —con sueldos austeros en la mayor parte de los casos—, y la crisis económica ha estrechado el cuello de botella que impide a la mayoría de ellos establecerse como investigadores independientes.
La mayor parte de ellos deberá –o querrá– dedicarse a otras profesiones más o menos relacionadas con la ciencia. Existen alternativas (en este artículo se recogerán algunas de ellas), pero no solo deben promoverse, también debe educarse para ellas.
Así lo cree Gregory Petsko, presidente de la comisión que las Academias Nacionales de los Estados Unidos crearon para analizar la experiencia de los investigadores posdoctorales: “La educación durante el doctorado es excelente, y deberíamos animar a hacerlo a cuanta más gente podamos. Pero continuar en la academia es ahora el camino alternativo, y el problema está en lo que los investigadores jóvenes piensan de sí mismos: no creen que sean capaces o que tengan las habilidades necesarias para enfrentarse a cualquier otra cosa”.
La educación en el doctorado es excelente, pero continuar en la academia es ahora el camino alternativo, opina Gregory Petsko
Los datos: no hay una única ruta
En Reino Unido existen estadísticas claras sobre los recorridos que siguen los investigadores desde que empiezan la carrera científica. Los números son estos: en cuanto acaban la tesis, el 53% optará por profesiones alejadas de la ciencia. De los que siguen, el 17% seguirán en investigación, pero fuera de la universidad (fundamentalmente en la industria). Al final, solo el 3,5 % llegará a tener un puesto fijo, y menos del 0,5% acabará como profesor.
“La conclusión es que no hay un camino establecido, una ruta única”, comenta Elisabeth Pain, periodista en la revista Science Careers. Y estas rutas no son siempre forzosas. En EE UU, hasta el 50% de los estudiantes que acaban un doctorado no quieren seguir una carrera científica en la academia. Pain presentó estos datos durante el congreso Science+, un encuentro organizado este año en Bilbao por las Sociedades de Científicos Españoles en la República Federal de Alemania y Reino Unido, junto con la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco.
El objetivo principal de este encuentro fue tratar las diferentes alternativas profesionales que existen dentro del mundo de la ciencia, “algo tan necesario que es extraño que no se haya hecho antes”, según Juan Ignacio Pérez Iglesias, responsable de esta cátedra y exrector de la universidad vasca.
Esos datos no parecen estar disponibles en España. Izaskun Lacunza, responsable de la Unidad de Proyectos Internacionales en la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), aseguró que no disponen de censos exhaustivos de los científicos españoles y de las opciones que van tomando. Algo que sería necesario “para detectar las principales debilidades del sistema y poder ofrecer soluciones”. Más aún si se tiene en cuenta que la Unión Europea pretende aumentar el presupuesto en investigación y desarrollo hasta el 3% y que haya un millón más de investigadores para el año 2020.
Vista la situación, ¿alentar a los jóvenes a que inicien una carrera académica podría ser un exceso contraproducente?
El número de investigadores posdoctorales ha aumentado considerablemente en las dos últimas décadas en todo el mundo. Solo en los Estados Unidos creció en un 150% entre el año 2000 y el 2012, mientras que en Europa el incremento fue de un 50%. Sin embargo, los contratos fijos de investigación no variaron, y si lo hicieron fue a la baja. Eso ha creado un estrechísimo embudo casi infranqueable para quienes pretenden continuar en la carrera investigadora.
Más de un 15% de físicos y mátemáticos trabaja ahora mismo en la industria financiera
Desde la revista Nature se lanzó recientemente una encuesta sobre las posibles soluciones al problema. De las casi 20.000 respuestas, la mayoría optaba por crear más puestos estables. Pero eso presenta dos problemas: por un lado, esos sueldos son mucho mayores que los que ahora mismo se pagan a los investigadores posdoctorales. Por otro, aun consiguiendo un aumento de la financiación, seguramente solo se pospondría el problema, y si no se reestructurase el sistema, en unos años volvería a estrecharse la botella. Otra opción era, a igualdad de presupuesto, pagar más a los posdoctorales. Esa sería una medida justa que reduciría el número de plazas, pero desplazaría el problema hacia abajo, dificultando que los estudiantes de doctorado llegaran hasta allí. Entonces, ¿sobran investigadores?
“No creo que sobren. Es la eterna cuestión de la sobreformación”, comenta a Sinc Juan Ignacio Pérez. “También se dice eso de los titulados universitarios. Como principio, creo que aunque haya exceso de cualificación para ocupar los puestos que hay ahora, no sabemos cuándo, cómo, ni de qué perfil serán necesarios más adelante. Y no es malgastar el dinero, porque la formación siempre rinde beneficios, aunque lo haga de forma difusa y en términos que no tienen por qué ser los esperables”, agrega el responsable de la Cátedra de Cultura Científica
Vocación científica
Un ejemplo podría ser el de los matemáticos (o los físicos). Más de un 15% de ellos trabaja ahora mismo en la industria financiera, algo muy alejado hasta hace un tiempo del teórico camino preestablecido.
Eso sí, Pérez no es partidario de promover las vocaciones científicas. “Creo que la idea de promover vocaciones, en general, es equivocada, no rinde los frutos que se esperan y genera frustración. Soy partidario de promover la ciencia, ante todo, por su carácter de obra cultural colectiva”, declara.
La creación de 'spin-off' de centros públicos se considera una buena fórmula para absorber investigadores, el problema es que se han creado demasiadas
Un problema es que a los estudiantes de doctorado solo se les forma para hacer, precisamente, el doctorado. No reciben educación en áreas complementarias ni apenas se les informa sobre alternativas. Sí adquieren, sin embargo, algunas habilidades transferibles, un concepto vago, “pero es que los efectos de la investigación son más difusos de lo que pensamos”, afirma Pérez.
Para Randy Ribaudo, asistente de un programa de formación en alternativas en los Institutos de Salud de EE UU, los investigadores “suelen ser disciplinados, innovadores, perspicaces y con gran capacidad de pensamiento crítico. Pero, en general, no tienen las herramientas para saber adónde quieren ir”.
En un gran simposio sobre el futuro de los investigadores posdoctoralescelebrado en 2014, además de la docencia estas eran algunas de las opciones: investigación o consultoría en la industria, ventas y marketing de productos tecnológicos, política científica, propiedad intelectual y comunicación científica.