La última consulta del doctor Zarzuelo

La última pequeña paciente de Zarzuelo, atenta a su diagnóstico. / Carlos J. Domínguez

Carlos J. Domínguez

Conservaba el mismo entusiasmo e idéntica vitalidad bailando con las enfermeras o jugando al fútbol con sus pequeños pacientes que cuando a los pocos años de vida, tras hacerle una punción lumbar el doctor Julio Prieto Tascón para descartar que padeciera de peningitis, Javier Zarzuelo decidió que dedicaría su vida a mejorar la salud de los más pequeños.

Pero pese a esa vitalidad, Zarzuelo puso esta semana fin a su consulta de Pediatría en la salidad pública que comenzó un 5 de febrero de 1982 en el centro de salud del Crucero, en León. Atendió al último niño, con una gripe, expidió la última receta, tranquilizó hasta el extremo a su madre, cogió el ramo de flores que le regalaron sus colegas, colgó el 'fonendo' y la bata blanca y salió por la puerta de la consulta de José Aguado para no volver.

¿Con pena? “Bueno, un poco de tristeza sí que da, pero casi tanta como emoción por haberme dedicado toda mi vida a mi pasión, la medicina, y satisfecho por haber dado todo lo que he podido de mí mismo”, reconoce a iLeon.com.

El pediatra Javier Zarzuelo en el último día de su consulta. / Carlos J. Domínguez

Queda ya muy atrás su “maravillosa” aventura educativa en la Facultad de Medicina de Oviedo, donde se forjaron la inmensa mayoría de los pediatras que, como también la doctora Guadalupe Fontao, u otros como Arturo Alonso Barrio o Antonio Llamas, hoy han dicho adiós a la sanidad activa o están en puertas de hacerlo.

Fueron la primera promoción leonesa y allí aprendieron “una medicina fantástica, donde se enseñó buena parte de lo que más se ha perdido hoy, que es la humanidad, el trato personal y familiar con los pacientes”. “No es que las generaciones de hoy no sean buenos, al contrario, están más formados que nunca, saben de todo y disponen de todo, pero hoy la salud se ha protocolarizado demasiado y la burocracia impide que se hable más con la gente, que se la escuche, que se la explique y tranquilice”. Porque para Zarzuelo “es vital” este otro lado de la medicina.

Por eso, porque para generaciones enteras ha sido uno más de la familia, al doctor aún le “paran por la calle, me llaman muchos chavales y no tan chavales, algunos de ellos padres que fueron mis pacientes y con hijos que también lo han sido”. “Es una emoción”, reconoce con la voz entrecortada, “porque por encima de algún error cometido, po encima de los males de la masificación, por encima de algunas tensiones con algunos padres, que de todo ha habido, queda eso: el buen recuerdo en las personas”.

Por eso se va feliz, pensando en “seguir estudiando, nunca dejaré de hacerlo, y claro, también en dedicarme a todo aquello que menos he podido hacer en todos estos años, como la lectura, la familia, los amigos...”. El martes 20 de enero de 2015 quedará como la fecha en la que este espigado, canoso, socarrón, a la vez divertido y serio doctor, Javier Zarzuelo, dijo 'adiós, hasta siempre' a su pasión, que es profesión: la medicina.

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