Tola, ¿un icono o un juguete?
El jueves, 18 de enero de 2018, por la tarde, Roberto García el cuidador del cercado osero de Santo Adriano y Proaza hallaba muerta a la osa Tola, de 29 años. Rescatada junto a su hermana Paca, por la Guardia Civil en 1989, un furtivo había matado a su madre. Los intentos por reintroducir a las dos oseznas en su hábitat fracasaron. La historia tenía todos los elementos argumentales y emocionales para convertirse en un éxito. Así fue.
La sociedad asturiana las adoptó de inmediato. Las imágenes de sus juegos despreocupados se convirtieron en un símbolo de la lucha contra el furtivismo. El cercado que se les construyó ex profeso se convirtió en lugar de peregrinación para familias, colegios y turistas. Casi tres décadas después, ¿en qué se han convertido Paca y Tola? ¿Son un icono del conservacionismo o un juguete que ayuda a promocionar el turismo?
Expertos consultados en este artículo de La Voz de Asturias ofrecen su punto de vista. Todos coinciden en que han ayudado a sensibilizar, que han apoyado un cambio de mentalidad que ha sido espoleado por más factores. Pero algunos creen que se ha olvidado más la faceta científica para pensar en el rendimiento. Otros, en cambio, les conceden un papel fundamental para entender el punto en el que se encuentra la especie en la actualidad.
«Dos individuos dentro de un cercado son un icono más del turismo que de la conservación. No se puede negar el papel educativo que han tenido pero también han ayudado a hacer marca de Asturias y de los valles del Trubia». Este es el razonamiento de Alfredo Ojanguren, miembro del colectivo conservacionista Geotrupes, crítico con los efectos que puede tener, por ejemplo, el turismo de observación. Reconoce que las dos oseznas han jugado un papel importante pero no es capaz de valorar en qué medida, porque está convencido de que la sociedad hubiera recorrido ese mismo camino.
Menos templado se muestra Roberto Hartasánchez, del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), que señala que han sido «un juguete en manos de la administración y un reclamo turístico». Sí admite el papel que tuvieron en el freno al furtivismo, pero niega que esa práctica haya desaparecido totalmente.
Guillermo Palomero, de la Fundación Oso Pardo (FOP), y Carlos Zapico, expresidente de la Fundación Oso Asturias (FOA), sin embargo, muestran la otra cara de la moneda. Les conceden un papel trascendente y creen que toda una generación ha aprendido a respetar a la naturaleza y a preocuparse por la supervivencia de la especie gracias a Paca y Tola. Hay también un punto intermedio. Otros expertos en estos animales reconocen que definir a Tola como un icono del conservacionismo «no es muy afinado», ya que ha pasado en cautividad casi de tres décadas y en los últimos tiempos toda esa carga simbólica se ha diluido. «En el entorno del cercado ya ni siquiera un cartel que recuerde lo que sucedió y que eduque contra el furtivismo», argumentan.
Más críticos
Alfredo Ojanguren, de Geotrupes, no sabe valorar qué peso han tenido las osas en el cambio de mentalidad que ha vivido la sociedad asturiana, qué hubiera pasado si un furtivo no hubiera matado a su madre en 1989 y si hubieran pasado toda su vida en los montes en libertad. Con esta prudencia no pretende restarles valor, pero sí poner las cosas en contexto. El conservacionismo ha avanzado en todos los terrenos y piensa que en el caso del oso también lo hubiera hecho. No obstante, indica que hay elementos para la reflexión. Ojanguren afirma que el furtivismo no es cosa del pasado. Recuerda el cadáver del oso con un tiro rescatado en el suroccidente hace menos de un año y medio. Además, hay nuevos comportamientos de riesgo, como es el turismo de avistamiento.
Rescata el vídeo difundido por Geotrupes en el verano de 2017, en el que un grupo de turistas acosa a un ejemplar en el Alto Sil, que nervioso, llega a cruzar una carretera mientras es perseguido. «Hay que tener cuidado con la sobreexplotación turística. Necesitamos una regulación que priorice la conservación», reclama. Tampoco se olvida de los portavoces de Asturias Ganadera alertando de los daños que, en teoría, está causando la especie. Paca y Tola ayudaron pero queda mucho por avanzar, resume.
El portavoz de Fapas, Roberto Hartasánchez, se muestra muy crítico con la gestión realizada con las osas, aunque precisa que ha habido un cambio desde que llegó a la dirección de la FOA de José Tuñón. Hartasánchez asegura que los dos ejemplares no estuvieron bien atendidos y que fue un error traer a Furaco, porque las montas de un ejemplar de 300 kilos pudieron dañar la espalda de Tola. Cree que un veterinario especialista tenía que haber organizado su dieta. Sobre su papel en la concienciación de protección de la especie, considera que ambas «han sido un instrumento en manos de los intereses políticos para mostrarse sensibles con el conservacionismo, algo que sí es la sociedad asturiana».
Al igual que Ojanguren, niega que el furtivismo esté completamente erradicado en la cordillera cantábrica y lamenta que estos dos ejemplares, en muchos momentos, se hayan convertido «en un instrumento en manos de la administración como reclamo turístico». Hartasánchez afirma que se les convirtió en símbolo exhibiendo gran parte de su vida.
Un papel fundamental
Carlos Zapico, exdirector de la FOA, que es el organismo que gestiona el cercado osero, recuerda que en 1989 los furtivos todavía presumían de sus hazañas en los bares y eran aplaudidos por muchos de sus vecinos. Hoy en día, eso sería impensable. Gran parte de ese cambio de mentalidad de la sociedad asturiana se lo atribuye a Paca y Tola. «Una generación entera de asturianos pasó por el cercado, con escuelas e institutos. El recinto ha tenido una labor de divulgación muy grande.
La importancia del oso se conoce en toda la región y no solo en las zonas puramente oseras», argumenta. Reconoce, no obstante, que hay casos de ejemplares heridos por tiros, sobre todo, en la población osera oriental, asentada sobre Palencia, León, Cantabria y una pequeña parte del Principado. Pero lo atribuye más a disparos accidentales de partidas que realizan batidas de jabalís que a una intencionalidad.
Zapico también admite el papel dinamizador del turismo que ha tenido el cercado osero y el impulso que han registrado esos valles, que hace tres décadas apenas contaba con una docena de plazas de alojamiento. Por otra parte, permite conocer la especie sin los riesgos que conlleva el turismo de avistamiento sobre el terreno y evitar las molestias que se pueden causar a los animales. No obstante, matiza que la construcción del recinto para albergar a las dos osas fue la última opción y que la prioridad siempre es la reintroducción en el hábitat.
«Han realizado una labor impagable de sensibilización social. Supera con creces a todo lo que hemos podido hacer todas las organizaciones», asegura Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP). Palomero está convencido de que han sido y son un auténtico icono. «Se trata de animales muy queridos que se han convertido en un símbolo para Asturias. No se puede desdeñar su contribución», explica. Entiende que también han jugado ese papel de reclamo turístico, pero no ve en ello nada paradójico ni contradictorio. Atribuye a su historia, dos pequeñas huérfanas por culpa de un furtivo, «una fuerza tremenda», que se suma a la «simpatía de las protagonistas». Eso ha ayudado, entre otras cosas, ha dinamizar unos valles, «que estaban en un decaimiento que se ha frenado».
Palomero insiste en que la vida en el cercado no es lo mejor. Que la vida en libertad es el estado natural de los osos. Pero, al mismo tiempo, explica que el cercado reúne muy buenas condiciones, es un recinto naturalizado que les ha permitido llevar una vida mas similar al del resto de la especie.
Otras voces están a medio camino. Algunos expertos consultados son más críticos. Afirman que durante un periodo se tuvo una visión más turística, con una vocación más pública, pero que esto se ha reenfocado en los últimos años, en los que se han introducido medidas para mejorar su calidad de vida, para que en el entorno sea menos aburrido, para medir el grado de anormalidad de su comportamiento o para equilibrar su alimentación. Se trata de una visión más similar a la que hubieran podido tener en libertad.