El tío Óscar

La especial estatuilla de los premios del cine de Hollywood, el Óscar.

Antonio Boñar

El premio es la recompensa que se recibe por algún mérito o logro. Para muchos es también un poderoso incentivo, la ansiada meta final de casi cualquier proyecto. Y da igual que hablemos de un título deportivo o del aprobado en un examen, de los aplausos en un teatro o del azucarillo que degusta un caballo después de la carrera, de ese viaje que añoramos hacer desde hace años o del estallido de su risa ante nuestras tonterías, del descanso reconfortante que llega después del trabajo bien hecho o de la cerveza que un servidor se va a tomar cuando acabe este artículo... lo que es impepinable es que marcará el punto final de cualquiera de esos retos, sean personales o colectivos, diminutos o gigantescos, absurdos, nobles o malvados. El premio sabe a epílogo y siempre deja una extraña sensación de vacío tras él.

En el mundo del cine, ese reconocimiento puede llegar en forma de galardón o bien ser la asistencia masiva del público a las salas de proyección lo que gratifique un trabajo. Aunque hace ya tiempo que una cosa suele llevar a la otra. Y por mucho que uno prefiera pensar que el auténtico éxito reside en la íntima satisfacción de haberse enfrentado con honestidad al reto de contar una historia, lo cierto es que la competición termina imponiendo la perversa moral del triunfo, con sus ganadores y perdedores, sobre cualquier otra ingenua consideración. En cualquier caso, si hay un paradigma de premios cinematográficos, esos son los Oscars, los mismos que se entregarán en el Dolby Theatre de Los Ángeles en la madrugada del próximo domingo 27 de marzo.

Seguro que Margaret Herrick, una anónima bibliotecaria de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de América, nunca imaginó la trascendencia que llegarían a tener sus palabras cuando dijo que aquella pequeña estatua dorada, que representaba a un caballero armado con espada y situado de pie sobre un rollo de película de cinco radios (uno por cada una de las cinco ramas originales de la Academia: actores, guionistas, directores, productores y técnicos), le recordaba a su tío Óscar.

Y el hecho es que, desde que en 1928 comenzaran a entregarse estos premios, el tío Óscar se ha convertido en la figura más codiciada por la gente del cine, un galardón que además de alimentar las vanidades más dispares es capaz de hundir o revitalizar enormemente la carrera comercial de una película. La ceremonia de entrega es otra cosa, sobre todo desde que en 1953 empezara a televisarse y pasara a convertirse en un espectáculo en sí mismo. Un discutible show que desde hace algunos años no vive precisamente su mejor momento y en el que podemos encontrar desde un desfile de moda hasta actuaciones musicales, pasando por la propia entrega de los galardones (impagables esas caras de los que no ganan) y por esos nada espontáneos gags con los que el presentador o presentadora de turno nos deleita en cada certamen. Una gala que, en definitiva, sirve a la industria americana para hacer un pomposo ejercicio de autocomplacencia cada año por estas fechas.

Las películas cantidatas

El poder del perro, CODA: Los sonidos del silencio, No mires arriba, Drive My Car, Dune, El método Williams, Licorice Pizza, El callejón de las almas perdidas, West Side Story y Belfast son los diez filmes que lucharán por llevarse el premio gordo en la presente edición. Como uno es perfectamente consciente de sus nulas dotes como adivinador, únicamente citaré mis siempre subjetivas preferencias para las principales categorías: El poder del perro y Jane Campion para los Oscars a mejor película y dirección, Jessica Chastain y Ariana DeBose como mejores actrices protagonista y de reparto, Benedict Cumberbatch y Kodi Smit-McPhee como mejores actores, y la italiana La mano de Dios como mejor película internacional.

Para terminar, y por si a estas alturas todavía quedara alguien que piense que estos premios están indefectiblemente unidos a la calidad cinematográfica, ahí van los nombres de algunos de los grandes olvidados de los Oscars, muchos de los cuales sólo consiguieron un premio honorífico al final de su carrera. Hablo de enormes directores como Charles Chaplin, Alfred Hitchcock, Orson Welles, Stanley Kubrick, Ernst Lubitsch o Howard Hawks; y de grandes actores y actrices como Greta Garbo, Kirk Douglas, Cary Grant, Deborah Kerr o Gene Nelly. Ninguno de ellos alcanzó la gloria de la victoria, pero todos son y serán recordados por el gran público gracias a sus extraordinarias carreras.

Nuestro reivindicado tío Óscar, en cambio, sólo perdurará en el imaginario colectivo por su gran parecido a un pequeño y ambicionado trofeo amarillo. Cosas del cine, y de la vida.

Etiquetas
stats