Un templo del motor a escala 1:32

César Sánchez / ICAL Miguel Ángel Marcos, aficionado de Ferrari y al scalextric, junto a su reproducción a escala del circuito de Imola.

David Álvarez / Ical

Casi 3.000 coches de Scalextric forman parte de la colección que el empresario de Ponferrada Miguel Ángel Marcos expone en su local de la capital berciana, convertido en un pequeño templo del motor a escala 1:32. El museo de miniaturas cuenta, además, con otras 500 reproducciones estáticas a escala 1:18, mayormente de Ferrari, pero la joya de la corona de la colección la compone la reproducción reducida del circuito italiano de Imola, una estructura de más de 20 metros cuadrados de superficie que representa con toda calidad de detalles la pista construida en la década de 1950.

La mayor parte de los centenares de vehículos en miniatura que Miguel colecciona provienen de las cuatro principales marcas del mercado: Scalextrix, Nymco, Fly y Slot.it. En ese sentido, el coleccionista aclara que “el hobby se llama 'slot', Scalextric es una marca. El nombre se refiere a la ranura que alimenta el motor de los coches”. “En España, el primer importador de los coches de slot fue la extinta empresa Exin. Ahora es de Educa, pero ha pasado por muchas manos”, explica Miguel.

El comercio por internet es el principal método que utiliza el coleccionista para adquirir los coches. De esta manera ha obtenido el 80 por ciento de la colección, según explica, aunque algunas miniaturas se han incorporado a la colección tras visitar algunas de las ferias de slot más importantes. En ese sentido, Miguel recuerda que “la feria más importante de Europa, la Toy Fair London, se celebra en el Reino Unido”. En España, el Foro Slot que se celebra en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz, reúne a los apasionados del pequeño motor. “Las colecciones más grandes están en Cataluña, pero hay coleccionistas en todos lados”, recuerda Miguel.

Más de tres décadas

La pasión que siente Miguel por las miniaturas de competición se remonta en el tiempo más de tres décadas. “La primera caja me la regalaron mis padres cuando tenía ocho años y aún conservo los dos coches”, explica el coleccionista, mientras rebusca entre los distintos modelos para encontrar las dos miniaturas de las que habla. “Éste era mi coche, se puede ver que he jugado mucho con él porque el cristal del parabrisas está oscurecido y gastado”, explica. En ese sentido, Miguel reconoce que “cuanto más mayor te vas haciendo y más capacidad adquisitiva tienes, más compras”, aunque reconoce que ya de pequeño utilizaba algún truco para ampliar su colección. “Recuerdo que una vez mi hermano me regaló una camisa y la devolví para comprar un coche”, admite.

En estos más de 30 años, Miguel ha conseguido reunir “miniaturas muy difíciles de conseguir” y ha completado las colecciones de marcas como Mitsubishi, Mini o la de los coches que compiten en el Mundial de Rally. “En Scalextric hay las mismas competiciones que en los rallies de verdad”, recuerda el coleccionista, que desvela que las miniaturas también son susceptibles de introducir reglajes para mejorar su conducción y disponen de tecnología que podría parecer destinada sólo a sus hermanos mayores, como enfriadores de disco, amortiguadores de distintas durezas o llantas de aleación desmontables.

Junto a las miniaturas, la colección de Miguel cuenta con dos tramos originales de la famosa 'chicane' GoodWood, fabricados uno en 1958 y otro en 1971. Entre ambas piezas, se observa la evolución de los circuitos, que incluyen nuevos anclajes para asegurar la continuidad de la pista. Cascos, revistas, y accesorios como los cronómetros deportivos sin métodos digitales que se usaban en las décadas de 1950 y 1960 completan las vitrinas de este pequeño museo.

La joya de la corona

Pese a la magnitud de la colección, para Miguel “lo más valioso es la pista”. “La primera pista la hicimos mi madre y yo en mi habitación cuando yo tenía diez años”, recuerda. “El primer circuito era un ocho, luego empezamos a comprar más pistas y madera y lo fuimos ampliando hasta que hicimos otro circuito de dos pisos que subía y bajaba”, rememora el coleccionista ante la reproducción de Imola, que ya se construyó en el local donde descansa actualmente.

La puesta en pie del circuito, que se asienta sobre bidones de gasolina de competición de la marca Elf, requirió de un intenso trabajo de marquetería que ocupó “cinco días enteros, con 16 horas de trabajo cada día”. Una vez colocada la pista, quedaba el trabajo de decoración, que en un primer momento ocupó otros dos meses de trabajo, “todo hecho a mano por nosotros”, explica Miguel.

En ese sentido, el coleccionista explica que la reproducción cuenta con la publicidad original que se puede ver en las vallas del circuito italiano. “La busco en internet, la reduzco a escala, la imprimo y la plastifico”, afirma Miguel, que también se ha encargado de detalles como el hecho de que las reproducciones a escala de los vehículos de rescate sean italianas. “Es un helicóptero de los 'carabinieri' porque no tiene sentido que sea de la policía española, igual que los bomberos allí se llaman 'vigili del fuoco'”, recuerda.

El resto de la decoración se ha fabricado con cartón pluma y con diversos sprays y polvos que se utilizan en el mundo del modelismo, excepto los árboles, que están hechos con cuerda y alambre. La puesta en escena se completa con pequeños accesorios -siempre a la misma escala que el resto de piezas-, como máquinas de bebida y snacks o un cortacésped. “Aún se siguen añadiendo cosas, esto nunca acaba”, explica el coleccionista, que señala que la última adquisición para el circuito ha sido un inodoro portátil a escala 1:32 “con el rollo de papel higiénico y todo” que compró en Inglaterra.

Además, el circuito cuenta con mecánicos, grúas y un rincón dedicado a la escudería Ferrari, antigua propietaria de la pista. “Soy muy 'ferrarista' y quería ese circuito, no uno cualquiera”, reconoce Miguel, que muestra orgulloso una miniatura a escala del mítico Enzo Ferrari controlando las operaciones desde el 'box' de la escudería.

Listo para jugar

La reproducción de Imola no tiene sólo un componente estético sino que sirve para jugar, gracias a unas fuentes de alimentación conectadas a un ordenador que mide el tiempo que se tarda en completar una vuelta. Además, el instrumento permite regular el voltaje de salida para ajustarlo al del coche con el objetivo de conseguir el máximo rendimiento. Con esa medida, los cerca de 21 metros de longitud –'cuerda', según el argot- del circuito se recorren en menos de seis segundos, a una velocidad media de 75 kilómetros por hora.

Más allá de la maqueta del circuito italiano, entre los proyectos de futuro de Miguel destaca la intención de construir otra reproducción que represente el tramo de subida desde Molinaseca a Riego de Ambrós, que se recorre en el trofeo Ciudad de Ponferrada de rally. “No quiero que sea demasiado enrevesado, quiero que se pueda jugar bien, porque hace falta ver el coche desde todos los sitios para que rinda bien”. En ese sentido, el coleccionista descarta cerrar el circuito. “No habrá retorno. Una vez que acabas el recorrido, tienes que coger el coche y volver a llevarlo a la salida. Es una competición contra el crono”, resume.

Etiquetas
stats