Manos a la obra para salvar el molino del aceite de San Félix de la Valdería
“Esto ha empezado a rodar”, asegura satisfecho Santiago Crespo después de semanas de zozobra, viendo que el invierno se echa encima y si le da por llover el estado del tejado filtrará el agua hacia los muros de piedra muy dañados por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. Para este grupo de hijos de San Félix asistir a la destrucción final del molino sería como ver desaparecer definitivamente la esencia del pueblo. La existencia de los molinos está ligada al pan, al aceite, al sustento de los animales que servían para trabajar los campos o cargar las piedras con las que construían las casas, y posteriormente a la generación de electricidad, de hecho, en San Félix sirvió para llevar la luz a las viviendas. Forman parte de la cultura “de la que venimos”, recuerda Santiago Crespo.
Con ese trasfondo, el grupo de hijos del pueblo ha comenzado la limpieza del edificio situado en el Caño de los Molinos, un cauce de agua que 'sangra' el río Eria en Felechares y vuelve a verter el caudal en Calzada. En su recorrido de unos cuatro kilómetros aportó la energía necesaria para mover la maquinaria de los molinos de Felechares, San Félix y Calzada.
Este fin de semana retiraron zarzas, plásticos, restos de basura y apuntalaron el tejado “pusimos un fito (un puntal) debajo de una viga para que no se caiga”, explica Santiago Crespo. Todavía hay mucho que “desempenar”, asegura, utilizando este verbo que en la zona de la Valdería significa 'limpiar'. La facendera volverá a convocarse a través del grupo de watshap que han creado, así que a golpe de mensaje volverán a reunirse para atajar el deterioro de un edificio construido con “el esfuerzo” de todo el pueblo. Quienes quieran sumarse a la empresa lo tienen muy fácil, solo tienen que llamar al teléfono que figura en el cartel que han colocado en la puerta, en el que se puede leer: “Salvemos el molino del aceite. Contacto: 656 843 896”.
El molino de San Félix no está documentado, no existen registros por escrito del momento de su edificación ni de la actividad que generó y de la que sólo queda constancia en la memoria de los mayores del pueblo, que recuerdan como lo utilizaban los vecinos en participaciones que se heredaban de padres a hijos. Quienes poseían 'un cuarto' tenían derecho a moler durante un día, en cambio quienes tenían 'un medio' podían utilizarlo durante dos días, afirma Santiago Crespo. De esta manera ordenaban la molienda del grano para el ganado o del lino para extraer la linaza.
Entre los más entusiastas en la recuperación del molino se encuentra 'El Tí Joaquín', descendiente de Calzada que conoce desde niño el molino. Este hombre con una insaciable curiosidad por todo lo que le rodea ha sido uno de los primeros en poner en circulación en las redes sociales la campaña para salvar el edificio. En su blog ha dado la voz de alarma en forma de copla. Esto es lo que ha escrito para quien quiera darse por enterado:
...Han pasado los años
de tanto sacrificio;
la ruina lo ha enterrado
casi como el olvido.
Debieran jubilarlo,
verlo arreglado y limpio,
es venerable anciano,
ya es bastante lo que hizo.
Un cartel en el vano
del portón pide auxilio:
no miréis a otro lado,
SALVEMOS EL MOLINO.