José Miguel Mulet: “Los transgénicos tienen efectos beneficiosos sobre la salud”

Se hizo famoso por la publicación de su primer libro 'Los productos naturales: ¡vaya timo!' Desde aquel momento, el investigador José Miguel Mulet empezó a compaginar su actividad científica en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de Valencia con un impresionante trabajo de divulgación, concediendo entrevistas en diversos medios de comunicación, con participación incluida en el conocido 'Salvados' de Jordi Évole.
Este viernes a las 19:30 h, Mulet clausurará las Jornadas ConCiencia en el Museo de León, organizadas por la Asociación de Biotecnólogos de León. Su charla, titulada 'Agricultura del futuro: ¿ecológica o biotecnológica?', abordará algunos de los mitos y realidades sobre los productos de origen natural y los organismos modificados genéticamente. Con motivo de su visita a la provincia, desde ileon.com hemos charlado con este científico todoterreno, experto en biotecnología vegetal y divulgador de un tema tan polémico como el de los transgénicos.
Los primeros biotecnólogos fabricaban yogur y domesticaban lobos
León es, sin lugar a duda, una ciudad clave para la biotecnología en España. Mucho antes de que los estudios en esta materia fueran implantados en la universidad, varios investigadores impulsaban la creación de la Sociedad Española de Biotecnología. El año pasado, el Congreso de los Diputados aprobó la declaración de 2014 como 'Año de la Biotecnología', una conmemoración que pretende dar a conocer un sector bastante polémico entre la sociedad.
Los científicos no han sabido comunicar bien su trabajo a la sociedad
Lejos de ser una disciplina científica innovadora, Mulet resalta que “la biotecnología no es más que la tecnología que aprovecha los mecanismos e interacciones de los organismos vivos”. Su definición puede sonar un poco rara, pero lo cierto es que el investigador valenciano apunta a que ya existían biotecnólogos cuando los seres humanos domesticaron al lobo o cuando se empezó a fabricar yogur a partir de leche con la ayuda de microbios.
A pesar de que hayan pasado miles de años desde aquellos primitivos avances, lo cierto es que la biotecnología no goza de muy buena fama. Mulet entona el mea culpa al señalar a los científicos como una de las principales causas de esta mala prensa. “No sabemos comunicar bien nuestro trabajo”, admite, lo que en parte justifica el desconocimiento sobre técnicas y productos biotecnológicos. Además, añade el investigador, “algunas organizaciones han propagado información falsa y tampoco ayuda la mala imagen que tienen algunas compañías del sector”.
Pero el problema de la difusión de la biotecnología no se centra solo en la investigación pública o la industria privada. Las administraciones también han tenido una buena parte de responsabilidad. Según Mulet, “la biotecnología vegetal está completamente abandonada por la Unión Europea, no solo a nivel presupuestario, sino sobre todo por el marco legal que impide su desarrollo y comercialización”. Esto es un craso error, en opinión del científico valenciano que trabaja en un centro mixto de la Universidad Politécnica de Valencia y el CSIC. Y es que “perder el tren de la biotecnología puede ser un golpe tremendo para la economía europea”.
Transgénicos, la “oveja negra” de la biotecnología
No hay duda de que buena parte de la mala fama de la biotecnología se debe a los transgénicos. Lejos de ser “productos modernos” creados en el laboratorio, Mulet explica que no son más que “organismos que contienen un fragmento de ADN que proviene de otro organismo y que se ha transferido de forma artificial”. Este proceso ocurre de manera frecuente en la naturaleza, añade el investigador, y es conocido científicamente como “transferencia horizontal”.

Desde que el ser humano comenzó a dedicarse a la agricultura y a la ganadería, hemos sido capaces de crear transgénicos “a lo bruto”, mediante el cruce de especies o “maltratando” el ADN de estos seres vivos con productos químicos. Por suerte, la ciencia ha avanzado muchísimo en las últimas décadas, permitiendo que esta técnica sea mucho más “refinada”. De esta manera podemos mejorar animales o plantas, poniendo el carácter que nos interesa en el organismo que queramos.
Y aunque buena parte de la “mala fama” de la biotecnología se deba a los transgénicos, Mulet afirman que los cultivos de organismos modificados genéticamente aumentan cada año. En 2013, por ejemplo, España cultivó un 18% más de maíz transgénico, alcanzando una superficie de 140.000 hectáreas, 20.000 más que el año anterior.
El rechazo de algunos países europeos, como Francia, solo se explica entendiendo otros 'intereses políticos', como su apuesta por la energía nuclear, en opinión de Mulet. Curiosamente, dice el científico, “a las organizaciones ecologistas francesas parece no importarles demasiado este segundo tema”. Además, empresas como Carrefour o Auchan (Alcampo) ejercen fuertes presiones sobre los gobiernos del país vecino en contra de los transgénicos.
Pero si algo está claro sobre estos organismos modificados genéticamente es su efecto beneficioso sobre la salud. Aunque la opinión de Mulet choque con muchas creencias populares, el científico cita el desarrollo de la insulina transgénica para diabéticos o el trigo apto para celíacos como ejemplos de productos biotecnológicos beneficiosos para nuestra salud.
Su efecto positivo no debería, sin embargo, hacernos pensar que son “la solución definitiva” para todo. Mulet recalca que los transgénicos son “herramientas, tan válidas como cualquier otra, que nos permiten alcanzar resultados que no obtendríamos con la mejora clásica”. Aunque nos ayuden a adaptarnos al cambio climático o a luchar contra el hambre, el investigador valenciano señala que “existen otras causas de índole político y social que no debemos olvidar”, como la corrupción o el colonialismo económico.
Agricultura ecológica o biotecnológica: ¿pueden convivir juntas?
“No hay estudios que demuestren que ambos tipos de cultivos no puedan coexistir conjuntamente”, afirma Mulet. El problema no lo tienen los transgénicos, sino más bien los 'radicales' que destrozan los campos de cultivos biotecnológicos. En estas protestas, se suele asociar el nombre de grandes multinacionales como Monsanto o BASF con la producción de transgénicos.
Cuba, Sudán o Bangladesh han apostado por cultivar transgénicos
Mulet explica que “Monsanto también vende semillas de agricultura ecológica”, y ello no significa que apoye este tipo de agricultura en exclusiva. Es más, países muy alejados del sistema capitalista, como Cuba, Sudán o Bangladesh, han apostado en los últimos años por la biotecnología aplicada en la agricultura. “Considerar que los transgénicos son el monopolio de Monsanto es también un insulto a todos los investigadores del sistema público”, advierte Mulet. Y es que el trigo transgénico apto para celíacos, por ejemplo, es fruto de una investigación del propio Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Además de este mito 'empresarial', Mulet habla sobre otras dos grandes creencias muy extendidas acerca de estos organismos. El científico valenciano explica que “no es cierto que los transgénicos reduzcan el uso de herbicidas, sino que depende de cada caso”. Por ejemplo, el maíz MON810, comercializado en España y resistente a la plaga del taladro, evita la utilización masiva de insecticidas, contribuyendo a mantener la población de insectos y promoviendo su biodiversidad.
Por otro lado, la vieja creencia de que los transgénicos perjudican seriamente la biodiversidad del planeta es falso, según el investigador. Buena parte de la culpa del problema se debe a la agricultura intensiva, y no a la mera producción de organismos modificados genéticamente, en opinión de este científico experto en biotecnología vegetal.
En esta visita a León, José Miguel Mulet aprovechará para presentar su segundo libro, 'Comer sin miedo', una obra que analiza científicamente la realidad de los alimentos, demostrando que por fortuna, “nunca había sido tan seguro comer, al menos en Europa”. Y es que según el científico, cada vez se observan menos intoxicaciones alimentarias. Como explicará en el Museo de León, “los retos de la agricultura del futuro serán acabar con el hambre en el mundo y respetar el medio ambiente”. Una idea a la que puede contribuir la biotecnología, una disciplina científica innovadora considerada por la Unión Europea como “una de las seis tecnologías más importantes del futuro”.