“Cuando hagan números y sumen las hectáreas que nos miren a la cara”

Peio García/Ical. ICAL Silvia Alvarado, vecina de Quintana del Castillo agradece a los concentrados su asistencia

Astorgaredaccion.com

Entre quienes acudieron a mostrar su rabia se encontraba Florencio Suárez Blanco de Villarmeriel, la pedanía de Quintana del Castillo más afectada que no olvidará nunca el incendio que durante esta semana ha arrasado miles de hectáreas de monte de gran valor ecológico en La Cepeda y Omaña. En la tarde del miércoles, después de que el foco del Monte número 14 de Palaciosmil se reavivara, el fuego cercó al pueblo pero la actuación de la UME (Unidad Militar de Emergencias) logró detenerlo a unos 400 metros del casco urbano. Una pesadilla para Florencio y sus vecinos que desde entonces no pueden beber el agua de la red de abastecimiento porque las cenizas han contaminado las fuentes y la captación junto al río. Son los daños colaterales de un incendio que ha arrasado alrededor de 900 hectáreas de pinares y robles centenarios de las 1.180 totales propiedad de Villarmeriel. “El primer incendio pasó por lo que pasara, fuera intencionado o como fuera está mal, pero el segundo está mucho peor porque fue un descuido al no dejar el retén vigilando”, denuncia.

Florencio Suárez cuenta que durante la noche del pasado miércoles los vecinos hicieron guardia hasta que vieron el sol salir por temor a que el infierno despertara. Esa misma noche, unos kilómetros más arriba los habitantes de San Feliz de las Lavanderas se les metía el corazón en un puño. “Estuvimos acorralados. Es el pueblo donde más cerca estuvo el fuego, como a 200 metros de las casas. Entró por la parte de atrás, por un monte alto que se llama El Tesón. Estoy triste por la vegetación que hemos perdido, alrededor de 500 hectáreas de pino y brezo”, explicaba el presidente de la Junta Vecinal de San Feliz, Ángel Blanco. El pedáneo, propietario de colmenas, a duras penas y con la emoción contenida, aseguraba que “la imagen es desoladora. El pinar joven se volverá a repoblar pero al brezo le costará recuperar, se reproduce peor que la escoba”. La apicultura está tocada de muerte en unos años.

Peio García/Ical.

Entre las pancartas con frases como 'Somos como el urogallo, se emboscan pero dejan oír su canto', 'Nosotros no somos mentirosos' o 'Gracias, servicio de extinción de incedios; víctimas también y dando la cara', se encontraba una familiar de los dos trabajadores de la Mancomunidad de La Cepeda heridos a las pocas horas de declararse el incendio en la tarde del lunes. “La vida de dos personas estuvo ahí, al azar, estuvieron casidos horas esperando que alguien tomara la decisión de ir a buscarlos. Salieron y están bien, entre comillas, pero si hubiera sido de más gravedad se hubieran quedado allí tirados. Que no nos digan que acturaon con celeridad porque es mentira, lo pasaron muy mal y solo ellos saben lo que vivieron”, señala esta mujer que prefiere quedarse en el anonimato.

La protesta transcurre con el ruido de los helicópteros que siguen controlado el área quemada y un intenso olor a quemado que llega desde el monte de Quintana. Silvia Alvarado, subida al crucero que preside la Plaza del Ayuntamiento recuerda que “todo lo que se ha quemado somos todos nosotros. Cuando hagan números y sumen las hectáreas quemadas que nos miren a la cara. Nostros somos los que nos quedamos aquí con el agua que ya sabe a ceniza”. Esta vecina de Donillas ha sido una de las organizadoras que de manera espontánea comenzó a organizar la concentración a traves de las redes sociales. Vive en la zona y sabe que “hay más de 60 jóvenes sin trabajo en la comarca que podrían cuidar los montes, que nos dejen a nosotros cuidarlo, que deroguen las normas y las leyes que nos proíiben hacernos cargo de lo nuestro”.

Un grupo de mujeres jóvenes de Quitana se lamentan que “nos han dejado sin sierra, para mí era una de las cosas más bonitas de vivir aquí y se ha desaparecido.¿De quién es la culpa? Ha habido un despliegue de medios terrible pero en la caseta de vigilancia no había nadie”, “es un desastre”, interviene su vecina, “y se marcharon, cuando estaba medio apagado se fueron sin asegurarlo bien, es un despropóstio. El dinero está mejor en sus bolsillos que pagando horas extras, ¿por qué no dejaron a los retenes, porque costaba dinero? pero no se dan cuenta que apagar el monte cuesta mucho más”.

El incendio que comenzó siendo de Palaciosmil se ha convertido en una tragedia medioambiental que ha destruido los cantaderos de una importante población de urogallo del norte de España. En las poblaciones afectadas denuncian que la destrucción que consumó el rebrote del miércoles se podía haber evitado. El alcalde, Emilio Cabeza, que acudió como un vecino más a la concentración, reclamó a la Junta que explique “por qué se declaró por extinguido el fuego el martes y no quedó ningún retén, por qué no se vigiló ese fuego, que fue el origen de esta catástrofe”. Un suceso, recordó que ha acabado con ejemplares de pino y roble de entre 80 y 100 años.

Emilio Cabeza continúa pidiendo la dimisión del responsable de coordinar el fuego en los primeros momentos al tiempo que rechazó las acusaciones del PP de Quintana, de preocuparse más por salvar un pinar que por habilitar un cortafuegos. “Si ha habido alguna, pedimos responsabilidades”, añadió antes de concluir que “podemos dar gracias porque nuestros pueblos no se han quemado pero recuperar lo perdido llevará muchísismos años”.

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