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Fuerza, empeño y superación hacia el sueño de volver a caminar

La superación es el homenaje que el esfuerzo le rinde a la lucha. Y Estefanía es todo un ejemplo a seguir en cuestión de batallas personales. Nadie mejor que ella sabe lo que cuesta alimentar la voluntad de seguir adelante por un sueño, un anhelo que muchos a su alrededor quizás hayan visto truncado. Ella misma ha experimentado la pelea incansable contra el tiempo, por conseguir un reto, complicado y lejano, y también es ella quién ahora comienza a saborear las pequeñas victorias que tanto sacrificio le han supuesto.
Con una sonrisa inmaculada, Estefanía llega a nuestra cita en su silla de ruedas, y sin adornos, con máximo detalle, explica cómo y por qué su vida dio un vuelco aquel 3 de mayo de 2016. “Los caballos eran mi vía de escape. Y justo aquel día yo no tenía pensado subir a montar. Pero salí muy agobiada de una reunión en mi negocio, cogí las mallas y las botas y me fui a la cuadra a despejar un rato. Sólo quería estar con ellos, pero al final me animé a dar una de las clases que tenía en mi bono. Me prepararon el caballo y, según me fui a montar, se rompió la acción del estribo justo cuando iba a pasar la pierna para el otro lado. Perdí el equilibrio, tire de las riendas y el caballo se movió contra mí rompiéndome la espalda contra una columna”, declara la joven. “500 kilos de caballo sobre mí me partieron una vertebra; la vertebra invadió el canal medular y también me rompí cinco costillas. Me caí al suelo, sufrí un neumotórax, me quedé tensa y llamaron a la ambulancia siguiendo perfectamente todo el protocolo”, añade estando muy agradecida al equipo médico-sanitario de León. “El protocolo de actuación fue impecable, perfecto. A día de hoy soy consciente de que si tengo alguna mínima capacidad de recuperación es por cómo hicieron aquí las cosas”.
Una carrera de fondo en la que el tiempo juega en contra a la hora de recuperar
Aunque Estefanía sabe que sus conocimientos también fueron vitales en el momento del accidente. “Fue agónico pero supe lo que me pasó desde el primer momento, supe informar. Al no sentir las piernas, pedí que vinieran médicos en la ambulancia. Me metieron en la UCI y me sedaron, era un caso de urgencia. El doctor Mostaza pidió que se me preparara para operarme. Me descomprimieron la médula, y me operaron el viernes. Estuve otra semana en la UCI y otra más en planta. Después me trasladaron a Toledo”, rememora.
Tras once meses de trabajo intenso, y gracias a la dedicación y apoyo incondicional de su fisio y amigo Fernando, el 24 de febrero de este año Estefanía recibió el alta y volvió para León y, de momento, sigue una estricta rehabilitación por su cuenta, mientras resuelve la posibilidad de entrar en un centro público. De nuevo, tras interminables horas de trabajo pasadas en Toledo, Estefanía sigue demostrando su inquebrantable tenacidad.
Cuestión de cabezonería: Un motor para luchar todos los días
Desde un inicio, las noticias fueron bastante negativas. “Me dijeron que no tenía ninguna recuperación, que no iba a andar nunca más. Y se trató de un pronóstico lógico en el momento del accidente. Pero poco más de un año después, la respuesta de Mostaza es distinta: me ha dicho que de aquí a un par de años probablemente me vea en muletas”.
Todo esto es posible gracias a que la lesión ha cambiado mucho, a un “conjunto de cabezonerías” por parte de esta joven que desde muy niña amó a los caballos. “He hecho todo lo habido y por haber, me he pinchado la cicatriz desde el minuto uno, he realizado terapia neural, y también me he dado cuenta de que tanto las lesiones cerebrales como la lesión medular ahora mismo son las grandes desconocidas. Falta estudiar la recuperación, porque cada uno evoluciona de manera distinta. Me he acogido a que somos cuerpo y mente, el visualizar y proyectar una recuperación me ayuda a no hundirme, a no deprimirme para que mi sistema nervioso no se deprima”, estima la nutricionista que es consciente de que su lesión ha empezado a cambiar de 'completa', que significa que no hay ninguna posibilidad motora ni sensitiva, a 'incompleta', donde ya existe capacidad de recuperación.
Por otro lado, y en cuanto al desconocimiento que existe en su dolencia, la joven asegura que lo más duro de su situación no es el no poder levantarse de una silla, sino el no sentir, el tema del control de los esfínteres, y la disciplina diaria que se debe seguir en cuestión de descansos para evitar consecuencias muy graves.
Un sacrificio hacia el sueño de volver a caminar
“Yo tengo que volver a caminar”, Estefanía lo tiene muy claro. Su primer pensamiento, tras despertar de las operaciones fue dar las gracias por estar viva. “Podría haberse terminado todo, y sería muy egoísta decir: 'no se me acabó la vida pero la voy a tirar yo ahora por la borda'. También pensé: 'tengo 31 años y soy muy activa, no me veo así de por vida'. Soy consciente de que voy a necesitar ayuda, me da igual que me tenga que operar, ir a EE.UU. o ponerme una espalda nueva, pero tengo la certeza, de que ésto avanza”, expone.
Desde hace un año para aquí no me he cortado en hacer nada
“Cuando estuve en Toledo he visto de todo; gente que se ha ido andando y estaba en una situación mucho menos privilegiada que la mía, caminando con sus dos piernas pero sin brazos, con un golpe en la cabeza que no les dejaba volver a regir normal, o sin una vida autónoma. He visto a gente mucho más joven que yo llevar una silla de ruedas con la barbilla, personas que no han tenido un accidente con lo que mas les gusta en la vida, sino que tienen mucho odio dentro”, declara Estefanía, quien ya ha vuelto a montar a caballo, y lo está disfrutando al máximo.
El sucio negocio que envuelve a la silla de ruedas
Estefanía poco a poco está volviendo a montar con su yegua, Coímbra, aunque este deseo de que sea ella quien de nuevo le haga sentir la libertad de cabalgar le ha costado muchos disgustos, ya que considera que existe negocio alrededor de la silla de ruedas, de las minusvalías y de las discapacidades.
La amazona se llevó a la yegua a un centro especializado de Toledo, con todo el esfuerzo económico que supone, para que la preparasen para poder montarla según las nuevas necesidades de su dueña. “Se aprovecharon de la situación, de que yo no pasaba mucho por ahí”. En este centro, supieron ver las cualidades de Coímbra y comenzaron a entrenarla y prepararla para quedársela, pero lejos del adiestramiento que necesita un caballo que será montado por una persona que no camina, y tratando de convencer a Estefanía de que no era una yegua adecuada a sus exigencias. “Les pillé en varios renuncios y me la traje para León, a San Feliz, con Manuel Arias. Ahora trabajamos con ella de cero, la yegua ha venido muy tocada”, sentencia la joven que ya está montando y ha mandado su montura a adaptar.
Aunque, desgraciadamente, el caso de la yegua no ha sido el único en el que Estefanía ha visto el dinero que mueve el mundo de las minusvalías.
Un mundo lleno de barreras para las sillas de ruedas
Estefanía ya tiene en mente cómo volverse a dedicar al mundo de la nutrición y del bienestar integral de las personas, pero cuando al volver de Toledo trató de volver a su centro fue consciente de que no podía. “No es tan fácil como yo pensaba, no vale solo con tener unas puertas anchas, la gente no sabe reaccionar, les incomoda, se mueren de la pena, aunque yo esté con una sonrisa”, aclara, explicando que es muy importante que las personas con discapacidades se hagan autónomas.
Para ello también es esencial una ciudad acondicionada, con accesos y puertas adaptadas a las sillas de ruedas, plazas de coches de verdad diseñadas para minusválidos y otros detalles que dejan mucho que desear en León, y en la mayoría de las ciudades de España.
Un balance positivo, un ejemplo lleno de apoyos en las redes sociales
A Estefanía le ha cambiado la vida, pero paradójicamente ahora vive “menos estresada y más libre”, y así lo refleja en su día a día, en su cotidianidad y también en sus redes sociales para todas las personas que se preocupan por ella y también para otros a quienes quizás pueda ayudar. “Me he encontrado a lo largo de este año, a mucha gente que camina, pero por la que no me cambaría, que llevan una silla mucho más grande y pesada que la mía”.
Dentro de lo malo he tenido mucha suerte
“Mi lesión es muy dura, pero se puede convivir perfectamente con ella, tengo muchas posibilidades de hacer mil cosas. Hay gente que lleva lastres encima absurdos, pero no juzgo porque los tenía yo antes. Cuando te encuentras en una situación así lo único que vale en la vida es el tiempo que tienes para vivir bien, sin grandes lujos, pero siendo consciente. Por eso siempre repito: Una vida en silla sí, pero no vivir la que tenía antes”.
Muy positiva en Facebook, y con cientos de mensajes de apoyo diarios, Estefanía se deshace en ternura al hablar de toda la gente que le ha demostrado estar al pie del cañón, luchando por y con ella. Por eso si alguien desanimado o en su situación la escucha, sabe muy bien qué decirle: “Yo estoy hecha de carne y hueso como ellos, no tengo criptonita por ninguna lado. Si yo puedo, ellos pueden. Como dice un amigo ciego triatleta: 'lo difícil se consigue y lo imposible se intenta'. No tengo razones para no intentarlo: no puedo andar y no puedo correr, es lo único. Pero no tengo razones para no disfrutar de mis amigos, de mi pareja, de los caballos, de mis perros. Sería la persona más egoísta y más tonta del mundo si no lo hiciera. Si la vida te da una segunda oportunidad, eres muy tonto si no la aprovechas”.
Esto no va a más, sólo puedo ir a mejor
Estefanía sigue esforzándose, y lo seguirá haciendo hasta que llegue al punto de conseguir su meta. “No fue una rotura de vertebra limpia, tengo cinco vértebras fijadas y una cicatriz enorme, pero hay que pensar en el aquí y en el ahora. Seguiré trabajando para llegar al punto de bloquear las rodillas, coger fuerza, y poder caminar, torpe, pero podré. Para las distancias largas me queda la silla para siempre, pero no me importa. Sí me gustaría tener autonomía en el día a día”, confiesa sin dejar de agradecer todo el cariño recibido a diario. “Esto no va a más, sólo puedo ir a mejor”, y, de la misma forma que a los cinco minutos de estar charlando con ella te olvidas de que está sentada en una silla de ruedas, su firmeza te envuelve, su compromiso te convence y sabes que ella lo logrará. Porque son las personas como ella las que consiguen todo lo que se proponen en esta vida.