Ejercicios de memoria

Carlos Sánchez-Reyes con Silvia Clemente detrás. / Rubén Cacho / ICAL

Santiago Macías

Hace unos días la presidenta de las Cortes de Castilla y León, Silvia Clemente, dimitía de su cargo, abandonaba el Partido Popular dando un portazo y horas después se hacía público su fichaje por Ciudadanos.

Leyendo las reacciones posteriores, llegadas desde las posiciones más antagónicas, uno llega a dos conclusiones: la primera, que como dice el refrán, este tipo de cosas hay quienes las ven de distinta manera cuando las sufren que cuando sacan ventaja de ellas; y la segunda, que definitivamente este país no tiene memoria, desde el ciudadano más humilde hasta el más ostentoso. Si la tuvieran, quizá le podrían tapar la boca con argumentos a quienes se les llena con discursos plagados de doble moral.

Voy a intentar predicar con el ejemplo, trayendo a la memoria un episodio de nuestra historia más reciente que tiene que ver, casualmente, con el cargo institucional que hasta hace unos días ocupada la citada Silvia Clemente.

En mayo de 1983, el PSOE encabezado por Demetrio Madrid ganó las elecciones autonómicas en Castilla y León, convirtiéndose en el primer presidente de la Comunidad. Pero en noviembre de 1986, el político zamorano dimitiría de su cargo por haber sido procesado no por cuestiones políticas, sino por un caso de justicia laboral en una empresa de su propiedad del cual quedaría absuelto tres años más tarde.

Tras su dimisión, el socialista José Constantino Nalda se hizo cargo de la presidencia hasta las siguientes elecciones autonómicas celebradas al año siguiente, en las que se produciría un empate entre el PSOE, encabezado por Juan José Laborda y la Alianza Popular de un tal José María Aznar. La balanza se decantaría a favor de Aznar gracias al apoyo del CDS, aquel sucedáneo de la UCD de Adolfo Suárez, que sería premiado, entre otras cosas, con la presidencia de las Cortes de Castilla y León. Aquel cargo recaería en un procurador de CDS llamado Carlos Sánchez-Reyes de Palacio.

La primera legislatura de la joven autonomía castellano y leonesa ya era historia. El PSOE pasaba a la oposición tras cuatro años. Comenzaba la segunda y con ella un gobierno de derechas.

Pero volviendo a los nombres propios, quédense con el de Carlos Sánchez-Reyes de Palacio, aquel procurador de la UCD al que la AP de Aznar había colocado en la Presidencia de las Cortes: salmantino de nacimiento, pero criado en Ávila, se había presentado por primera vez a las elecciones en 1987 por la circunscripción de Valladolid. Finalizada la segunda legislatura, el CDS pasó a ser residual y el PP obtuvo una mayoría que le permitió empezar a gobernar en solitario, sustituyendo a Sánchez-Reyes por el “popular” Manuel Estella. Posteriormente, formó parte del Consejo Económico y Social y presidió la Organización de Consumidores y Usuarios, hasta su jubilación.

Pero en enero de 2015, cumplidos ya los 76 años, Sánchez-Reyes reaparecía en la escena política ni más ni menos que en las filas de Podemos. Y no lo hacía como un simple afiliado, sino como número uno al Congreso de los Diputados por la provincia de Palencia en las elecciones generales que se iban a celebrar aquel año y en las que finalmente no obtuvo escaño.

La reciente dimisión de Silvia Clemente puede suponer un cambio en el gobierno de la Junta de Castilla y León, en manos del Partido Popular desde hace 32 años, justo desde aquel lejano 1987 en el que se hizo con el poder gracias a los procuradores del CDS, con Carlos Sánchez-Reyes de Palacio a la cabeza. Puestos a examinar las consecuencias de las maniobras de la una y del otro, yo ya sé con cual quedarme.

Si este humilde ejercicio de memoria sirve como reflexión, bienvenido sea. A mí, cuando menos, me ayuda desde un lado a ver mejor las cosas del otro.

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