Desarrollan un gran estudio global sobre biomasa forestal

El castaño es una de las especies estudiadas por el IRNASA. / Ignacio Santa Regina.

Agencia Sinc

El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC), ha participado en un amplio estudio mundial sobre biomasa forestal publicado por la revista Ecology. Los estudios realizados por el IRNASA en las provincias de Salamanca y Burgos son la aportación española a una gran base de datos que incluye todos los continentes y que contribuirá a conocer mejor la biomasa de distintos ecosistemas forestales, que a su vez ayudará a evaluar el secuestro de carbono en dichos ecosistemas.

A partir de los datos sobre biomasa, los científicos deducen la cantidad de carbono que almacena un bosque a través del árbol y del suelo, así que esta información está directamente relacionada con el cambio climático, pero también tiene una utilidad muy importante de cara a la ordenación del territorio, según explica Ignacio Santa Regina Rodríguez, investigador del IRNASA que fue invitado a participar en este estudio. La producción de biomasa de cada especie arbórea es distinta en función del clima, del suelo y de la topografía, características que hay que tener en cuenta para mejorar la gestión del territorio.

Los científicos han estudiado casos concretos, como los elegidos en las salmantinas sierras de Francia y Béjar. En primer lugar, Quercus pyrenaica, un tipo de roble conocido como rebollo muy característico de la zona y que es una especie climácica, es decir, autóctona y ubicada en la zona que le corresponde por sus características y las del entorno. En segundo lugar, los investigadores se fijaron en el castaño, Castanea sativa, especie paraclimácica, ya que ha sido introducida pero se ha adaptado bien al lugar.

Finalmente, en el estudio se incluyó también el pino silvestre (Pinus sylvestris) como especie disclimácica, al haber sido introducida para repoblación. En Burgos también se ha analizado el pino silvestre, además de zonas de hayedo (Fagus sylvatica).

“Al estudiar las distintas especies, podemos identificar problemas. Por ejemplo, es posible que una especie climácica sea la más productiva, pero que no se pueda desarrollar en condiciones óptimas a partir de cierta altitud”, comenta el investigador. En los casos estudiados, el rebollo llega hasta los 1.200 metros. Más allá de esa altitud predomina el castaño y a partir de los 1.500 metros, el pino.

“Esta gradación se observa muy bien en la sierra salmantina. Si buscamos un nivel óptimo de producción, conviene utilizar pinos en las cotas más elevadas en detrimento de otros árboles”, señala Ignacio Santa Regina.

Determinar la biomasa forestal requiere llevar a cabo diversos trabajos de corte y pesada de árboles y toda clase de mediciones, como altura o diámetro de los ejemplares o la densidad del bosque en su conjunto.

“El manejo del bosque y la producción de biomasa forestal son distintos en función de la densidad de árboles que haya”, apunta el especialista. Sin embargo, más densidad no equivale a mayor producción, ya que los factores que intervienen son muy variados. “Cuanto más juntos están, mayor es la competencia. Por ejemplo, es habitual que en la sierra los árboles crezcan mucho porque están muy próximos y compiten por la luz. Al contrario, en las dehesas no existe ese problema y los árboles se desarrollan en forma de copa”, explica.

Cuestión de productividad

Las connotaciones económicas de este tipo de estudios son evidentes, ya que en función de las características de una zona, es más productivo implantar una especie u otra. En algunos casos, la Unión Europea insta a ciertos países a apostar por especies como los pinos o los eucaliptos en sus repoblaciones porque, además de tener un crecimiento muy rápido, pueden ser empleados para fabricar papel. Asimismo, la Política Agraria Común (PAC) relaciona la explotación ganadera con el número de árboles que haya en un determinado lugar.

En este sentido, la base de datos creada a raíz de este proyecto se convierte en una formidable herramienta para la gestión de los ecosistemas. Con un total de 85 coautores, el artículo recoge “infinidad de especies características para entender qué tipo de manejo se le debe dar a distintos territorios y dilucidar qué cantidad de carbono puede estar secuestrado”.

De esta forma, será más fácil determinar, por ejemplo, si medioambiental y económicamente es más recomendable dedicar un territorio a cultivos de cereal o a un determinado tipo de bosque.

En un futuro cercano, el grupo de investigación de Ignacio Santa Regina pretende continuar con esta línea de investigación, pero centrando los estudios en el secuestro de carbono. En particular, tiene especial interés abordar este tema en las dehesas, para averiguar el comportamiento de zonas de arbolado, cereal y pastizales.

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