La Gitana, en traspaso otro mítico restaurante y bar de casi un siglo en el Barrio Húmedo de León
La Gitana. Poco más que añadir. Se cuentan con los dedos de una mano los bares y los restaurantes que son una marca imborrable ya asociada al Barrio Húmedo de León. Y La Gitana está entre los primeros dedos.
No en vano, se trata de una casa de comidas en la que se pusieron los primeros pucheros al fuego entre los años 1926 y 1927, es decir, prácticamente hace un siglo. Y además, de la mano de Álvaro García, se ha consolidado en los 40 años que él lo regenta como un local de referencia, tanto para tomar el vinín o probar su tapa de embutido como para degustar platos auténticamente tradicionales y de sabor tradicionalmente auténtico.
Ahora, La Gitana se convierte en una noticia que cada día es más habitual en el Húmedo de León. No porque cierra, como lo hicieran algunos no menos míticos locales vecinos, sino porque está en traspaso.
“Yo lo cogí en el año 1980, ya voy para 41 aquí, y a mis 66 años ya es hora de pensar en jubilarme, digo yo”, razona este resuelto empresario y cocinero detrás de su mandil.
“Cayó gorda pero no me voy a pegar un tiro”
Admite que en este mismo comedor de la primera planta en el que ha servido a decenas de miles de comensales, “este sábado por la noche habría tres camareros y yo sin parar en la cocina”. Pero son las nueve y el fogón sólo calienta la tapa del bar de abajo, que pronto recogerá, forzado por el toque de queda a que obliga el coronavirus.
Y no es ese necesariamente el motivo del traspaso, asegura, porque “aunque esto sea una pequeña puntilla, y me haya tocado al final, ya va siendo hora de que me vaya a disfrutar del pueblo (Correcillas) ahora que puedo; cayó una gorda, sí, pero no me voy a pegar un tiro”.
Frente a frente con bar El Besugo, que aún sobrevive; vecino pared con pared del centenario bar Valdesogo, otro con un siglo a sus espaldas que 'Frutos' y Serafina mantuvieron abierto con su viejo sabor hasta el año 2015 -y que ahora se ha reinventado mucho más moderno-, La Gitana es una referencia de las pocas que iban quedando en el barrio de la hostelería leonesa por excelencia.
Todo el edificio en venta, incluso su vivienda
En traspaso está el negocio y venta todo el edificio: el bajo con el bar que reformó “hace cuatro años, que me dejé 40.000 pavos y está nuevo, para no tocarse”; el comedor y la cocina de arriba; y sobre ellos, la vivienda en la que Álvaro reside desde que convirtió La Gitana en su vida.
Allí nacieron sus dos hijos, esos que posan en la fotografía con el actor Viggo Mortensen, el conocido héroe de El Señor de los Anillos, cuando fue homenajeado en la Diputación de León y se quiso poner al fogón quedándose con el mandil del jefe.
Álvaro rememora ese momento. O la descacharrante visita “Pajares y Esteso” cuando estaban “en la cúpula” del cine español; o la sorpresa reciente de la cantante aragonesa Amaral, a la que “la pegué un abrazo...”. Entre miles, millones de anécdotas y recuerdos.
Braulio, el hermano que cambió la barra por el embutido
La Covid que ha vaciado, incluso cerrado durante meses, los establecimientos no consigue vaciar ni aún hoy la larga barra del bar o el recuerdo de un sabor aún guardado de sus tradicionales platos típicos leoneses, desde embutidos -de una fábrica propia que abrió su hermano Braulio en La Almuzara, por cierto-, hasta el buey a la piedra, pasando por puerros de Sahagún, almejas o pulpo, por mencionar sólo parte de su suculenta carta.
Tal es su fama y su marca que hasta el internet se puede encontrar la subasta de una de las servilletas de papel con la imagen de su nombre: la bailaora anónima que parece dar palmas, las cuales podrían ser las palmas de agradecimiento que Braulio y Álvaro García le lanzan a tantos clientes durante tantos años.
Así, el Barrio Húmedo busca nuevo inquilino para llevar más allá de los cien años la historia de La Gitana, como ha ocurrido en otros casos. Como el Mesón Celso II, con más suerte que otros como El Infierno, el cual ya parece difícil que nadie reabra.
Álvaro García es tan perseverante en su negocio como en el optimismo, y está convencido de que fraguará alguna de las varias ofertas que ya parecen interesadas por coger el testigo que él deja, con pena pero también satisfacción. Porque “el que coja esto, con sólo abrir la puerta de La Gitana ya puede trabajar”.
Hasta dispuesto está para guiar los pasos a quien venga y recomendarle algunos “platos que yo creo que no se pueden quitar”, porque son los que atraen a los mismos clientes una y otra vez. Porque La Gitana de León es mucha Gitana.