Los ciclistas fallecidos en el trasvase Curueño-Porma murieron por hipotermia y falta de oxígeno

trasvase Curueño-Porma

Aunque no ha llegado a comprenderse la insistencia de los ciclistas que el pasado domingo fueron hallados sin vida en el trasvase Curueño-Porma de seguir avanzando por el túnel a pesar de encontrarse anegado en su parte final, los expertos han señalado que la baja temperatura del agua fue la causa del fatal desenlace, que provocó en los deportistas, de 32 y 64 años una hipotermia progresiva, que se inició en las piernas al haber estado más tiempo sumergidas en el agua, y que produjo en ellos una parada cardíaca.

Los resultados finales de la autopsia todavía no han sido revelados, pero los expertos han sostenido que también la falta de oxígeno influyó en la muerte de los asturianos Miguel Ángel Rodríguez Pérez y Daniel González Sanz.

A pesar de que personas cercanas a la investigación tratan de explicar los motivos por los cuales los dos ciclistas no decidieron dar la vuelta ante la situación de peligro que se encontraron dentro del túnel, algunos expertos han apuntado que es habitual que después de haber avanzado más de la mitad en un trayecto largo, el impulso del ser humano ante una dificultad en la parte final sea el de continuar sin pensar en retroceder.

Al parecer, los dos deportistas, uno natural de Asturias y el otro vecino de Tolibia de Abajo, querían atravesar este conducto de unos 6 kilómetros de longitud que, junto con la presa del Porma, se construyó para acceder a la otra parte del valle, salvando un terreno de calizas, pizarras y cuarcitas. El trasvase tiene una capacidad de 22 m³/s para incorporar al embalse las aportaciones del río Curueño, uno de sus afluentes.

Al no regresar a casa el sábado por la noche, los familiares dieron parte al Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil, quienes este domingo rescataron los cuerpos sin vida hacia las 19.00 horas de la tarde, tras haber sobrevolado la zona en su búsqueda con un helicóptero

El intento de estos dos ciclistas tristemente fallecidos no es una práctica inusual. Ya decía Julio Llamazares en su libro 'El río del Olvido' que: “La presa de Villarín, a la que el viajero llega cuando en las hoces comienza a hacerse de noche, es un pequeño dique, pero el túnel es una obra de ingeniería a tono con el entorno en el que se abre. No en vano mide siete kilómetros y fue excavado en la roca a pura fuerza de voluntad. Pese a lo cual, sólo se usa en primavera (y cuando las tormentas de verano convierten al Curueño en un gran río), mientras que el resto del tiempo sirve tan sólo para que algún vecino de estas aldeas pase por él hacia el otro lado, alumbrándose con una linterna o con el toco de la bicicleta y ahorrándose de ese modo los cincuenta kilómetros que tendría que recorrer- bajando a La Vecilla y cruzando hasta el Boñar- de hacerlo por carretera. El Curueño, aunque bravío, no da para todo el año.”

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