El casi olvidado arte de crear sombreros tradicionales en León

Imagen de Alvaro Ayarza, de Abocados.

Marta Cuervo

Entre cintas, fieltros, plumas y flores de seda, con vistas a la Calle Ancha de León, las manos de Adelaida, confeccionan minuciosamente un nuevo detalle que decorará el tocado de primavera en el que trabaja. Abajo la vida transcurre deprisa, un frenesí entre turistas y paseantes que hablan y arrastran maletas; arriba, en el taller de la única sombrerera de arte tradicional en la ciudad, el tiempo se detiene, disfrutando de una atmósfera que envuelve los recuerdos de quienes le han confiado viejas tiaras para restaurar o sombreros a los que regalará una nueva oportunidad.

Desde pequeña, Adelaida sintió mucha admiración por la creatividad se su madre. “Siempre la vi haciendo cosas, cosiendo, pintando. Mi abuelo también era muy mañoso, y enseguida supe que lo mío era el trabajo manual. Sabía que mi vida iba por ese sendero”, explica.

Comenzó los estudios de Bellas Artes, y en el año 2000, debido a su inclinación por las manualidades, Adelaida se estableció como artesa textil. “Empecé sobre todo con bolsos de fiesta. Y mi afán por aprender más me llevó a querer confeccionar flores para adornar los bolsos, y de ahí surgió otro camino”, explica la asturiana, que vive en León desde hace más de 35 años.

Así, la sombrerera se fue a Madrid a aprender a elaborar flores de seda de alta costura, y donde realizó el curso descubrió otro de sombrerería que le llamó mucho la atención. Adelaida aprendió las técnicas básicas, pero quería saber más. Así, su tenacidad y superación personal le llevaron a formarse con algunas de las mejores sombrereras de España: Charo Agruña y Charo Iglesias, quienes la terminaron de cautivar en con la sombrerería.

Unos comienzos muy complicados

Tras esta exhaustiva formación, con nuevas ideas y la ilusión de ponerse a hacer sombreros, Adelaida cambió su antiguo local, un pequeño piso en El Cid no demasiado accesible, por su acogedor taller actual. “Fue muy arriesgado, la verdad. Ahora lo pienso y me pregunto '¡cómo pude!' –recuerda sonriente-. Pero lo tenía muy claro, era lo que yo quería y me arriesgué mucho, sin apoyo y con mucho esfuerzo. Cuando empecé no tenía ni muebles, pero poco a poco fui avanzando. Lo enfoqué más a las bodas y fue lo que me salvó, porque la gente para las bodas sí que hace esfuerzos, es más decidida”, rememora la artesana, añadiendo que “al principio la gente venía y decía 'yo quiero una cosa pequeñita', un detalle, pero últimamente la gente se ha ido atreviendo más”. “Ha habido un boom en tocados, que me ha ayudado mucho”.

De todas formas, Adelaida confiesa unos primeros años muy difíciles. “Para darme a conocer tuve que salir yo, hacer ferias de artesanía, de bodas; me presenté a concursos, exposiciones, a todo lo que podía”, argumenta. También ha estado siempre muy vinculada al mundo de la pasarela, aunque al principio no conocía nada de este mundo: “Me arriesgué, fui a la pasarela de Castilla y León, en Burgos, que entonces tenía mucho prestigio con diseñadores invitados de todo el mundo. Allí tuve un encargo para una tienda de Hollywood, y eso fue un sueño”, relata la sombrerera, que siempre ha ido dando pasos firmes hacia adelante, actualizándose con el paso de las temporadas y que en sus orígenes se desplazaba hasta Londres y París en busca de género, ya que en España no encontraba material de sombrerería. “Ahora en Valencia, Madrid y Sevilla se encuentra prácticamente de todo, a través de Internet o viajando”.

La única sombrerería tradicional en León

Todo lo que se fabrica en el taller de Adelaida está hecho a mano. El proceso de creación de un sombrero, empieza con la medida del contorno de la cabeza de la persona que lo llevará. “Luego se da un apresto, se trabaja con calor y con plancha, todo a base de vapor, sobre una horma, donde se le va dando la forma deseada a base de estirar y más calor. Después se deja que seque, antes de desmoldarlo. Entonces se adorna con las cintas, se le coloca la cinta interior, los adornos”, completa la artesana que insiste en que todo va cosido a mano, con puntadas escondidas. “Nada de cortar y pegar, esto es sombrerería tradicional, yo tuve la suerte de aprender con sombrereras importantes y me transmitieron la sombrerería tradicional, donde todo es a mano”.

Tocados y tiaras, la importancia de los detalles

Además de sombreros, Adelaida también diseña tocados para eventos y tiaras, tendencia para las novias. “Suelo mezclar la flor de azahar con brotes de cera. Las tiaras son muy bonitas, tienen un brillo muy especial, y en el pelo quedan preciosas, cobran vida”.

La artesana textil asesora a sus clientes depende de sus gustos, de sus facciones, y en base al vestuario con el que quieran combinar el complemento para la cabeza. Y, a pesar de ser un trabajo minucioso y muy personalizado no considera de que se trate de una prenda inaccesible. “No es prohibitivo, una sombrero o tocado puede partir desde 50 euros hasta 200, o más, siempre depende de los materiales necesario y del trabajo de confección”.

Cientos de sombreros con la huella de Adelaida

No lleva la cuenta, pero son cientos y cientos los sombreros que Adelaida ha confeccionado con sus propias manos. Reconoce que hay más gente fabricando tocados, “y gente muy buena”, pero a la vez se siente muy orgullosa de su trabajo único en cuanto a la producción de sombreros con artes tradicionales, sobre todo cuando entró a formar parte de la Asociación de Sombrereros de España, que cada 25 de noviembre celebra una exposición en el Museo del Traje de Madrid en honor a su patrona, Santa Catalina. “Todas las socias presentamos unas piezas con una temática, este año será el surrealismo, que dará más juego”, adelanta. Esta cita comenzó festejarse hace más de 100 años en Francia, donde los talleres de alta costura paraban su actividad para honrar a las catherinettes, las trabajadoras de 25 años solteras. Se celebraba un baile en amarillo y verde, los colores de la santa: verde, color de la esperanza, y amarillo, color de la alegría.

Una nueva vida para viejos sombreros, tocados y tiaras

Hace años, el sombrero era un complemento más y ahora no, lo que pone en tela de juicio la supervivencia de este oficio. Pero Adelaida es positiva y opina que la gente se va atreviendo cada vez más. “Creo que está resurgiendo, he notado cambio. A pesar de que el sombrero de calle sigue estancado, el sombrero de acontecimientos tiene cada vez más fuerza”.

Otra de las habilidades de Adelaida es arreglar viejos sombreros; “los limpio, recobran vida”. “También restauro tocados antiguos, cambio los velos ajados, arrugados, o que han perdido la forma. Recupero la belleza original. Me gusta mucho cuando me traen cosas antiguas, tienen historia”, comenta entusiasmada.

Adelaida toma entre sus manos uno de sus sombreros premiados, realizado con fieltro de pelo de conejo y un acabado muy fino. “La sombrerería es muy bonita y abarca muchos campos. Hay sombreros de estación, según la época del año: de fieltro o de lana en invierno, de paja en verano, y dentro de los de paja de distintos tipos como de toquilla. Luego están los adornos, las plumas, las flores, y las cintas plegadas que son de escuela tradicional. Es un mundo muy grande”.

El sentimiento de crear un sombrero, como el propio sombrero en sí, es muy personal, único. Cada uno de ellos tiene su encanto, y una identidad singular: su propia historia.

Adelaida Laine // Reina Canalla

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