'Administración de efectos retardados'

Peio García/Ical

Alejandro Díez

Los que nos dedicamos (un poco) al mundo de la promoción de rutas de senderismo y enclaves naturales del paisaje rural como posible puerta al desarrollo económico de las comarcas leonesas y puesta en valor (y en el mapa) de los recursos medioambientales de León, no podemos mirar para otro lado cuando vemos lo que está sucediendo en los últimos años con determinados temas y lugares.

La creciente afición por las rutas de montaña, el trekking, la fotografía del paisaje (impulsada esta por la gran ola de las redes sociales) y la apertura y acondicionamiento de rutas y caminos creados para englobar cada vez más a un mayor abanico de público sin apenas “rodaje” previo en senderismo y montaña, está suponiendo, desde mi punto de vista, el inicio de una era en el que, o ese nuevo público desvía su atención en otras actividades, o hemos de estar preparados para establecer unas normas que permitan un escenario en el que todo y todos tengamos hueco.

La administración, en el caso de León, autonómica, por ser la competente en gestión del medio natural, no parece querer tomar cartas en el asunto y mantenerse parcial, ajena a la realidad que se está viviendo en algunos puntos naturales, bastante desconocidos hasta hace unos años, pero que hoy están siendo visitados por centenas de personas cada fin de semana, dando lugar a, quizás no problemas serios, pero si abriendo un grifo, el cual, si no se regula, puede desbordar y perjudicar, no solo al medio ambiente sino al público y a las poblaciones locales quienes, esperando sacar beneficio económico del turismo rural, pueden recoger el efecto contrario.

Es necesario que la administración ponga en marcha un plan de gestión de puntos naturales para evitar masificaciones y daño del medio natural por la acción del turismo sin control, donde todo vale.

Podemos hablar del Faedo de Ciñera, seguido del de La Boyariza y seguido del de Orzonaga. Tres bosques de haya del norte leonés donde cada sábado llegan más y más coches y zapatillas para perderse entre sus senderos sin que haya una mínima regulación de entrada de visitantes, con normas de uso y vigilancia.

Podemos hablar de Las Médulas, paraje sometido a una fuerte presión de erosión por los miles de visitantes que recibe el parque cada año.

Y hablaríamos también de la observación del Oso Pardo en los altos valles del Río Sil, concretamente en Palacios del Sil, donde recientemente ha habido un grave incendio cuya causa muchos apuntan a la gran concentración de coches y fotógrafos en las márgenes de la carretera, provocando varias críticas por parte de poblaciones del valle, organizaciones y naturalistas.

¿Por qué no se actúa para evitar males mayores y situaciones de riesgo para el medio natural (frágil y sometido a una presión desorbitada del ser humano)?

No es cuestión de prohibir, sino de regular, de saber gestionar estos lugares de riqueza ambiental que puede ser transformada en riqueza económica para León si se hacen las cosas con cabeza y seriedad.

En regiones vecinas como Asturias hay ya una regulación autonómica para evitar lo que está sucediendo en los parajes leoneses antes citados. En la reserva de Muniellos, por ejemplo, hay un cupo de visitantes por día.

La administración autonómica con sede de Valladolid podría decirnos que esto también existe en León con las reservas de Lillo y Pardomino. Correcto. Pero no me vale. No vale porque las saturaciones no están ocurriendo en Pardomino, están ocurriendo en otros lugares que hasta ahora eran medianamente o poco frecuentados y hoy son verdaderos atascos de coches, voces y pasos. Lugares de “moda” que nadie se quiere perder en épocas como otoño. Lugares que están en grave riesgo de sufrir un deterioro (algunos ya han sido pasto de las llamas) sino se pone un poco de “orden”.

Me gusta dar a conocer sitios de León, poner a esta tierra en el escaparate turístico de territorio de bondades naturales y culturales infinitas. No me gusta tampoco precisar el sitio en concreto, pero tampoco ocultarlo, porque estoy orgulloso de León. Pero tenemos que ser objetivos y preveer. Si no se pone un poco de coto, es mejor mantener guardados estos tesoros naturales, que han de llegar, si o si, igual o mejor que están a nuestras siguientes generaciones. Y no solo a nuestras siguientes generaciones de niños y niñas, sino también de fayas, teixos, osos, rebecos, mostoliellas o truitas.

Administración: administre y permita que León sea una tierra pionera en la gestión de los recursos de la naturaleza. Ya que hasta ahora, todo ha sido un auténtico desastre.

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