Laura María Lechuga, primera mujer Honoris Causa de la Universidad de León: “En Ciencia hay techos de acero, no de cristal”
Han tenido que pasar décadas para que la Universidad de León haya nombrado a una mujer como ‘Honoris Causa’. Por fin, en 2024, el nombre de una mujer se añadirá al cuadro de honor de una universidad fundada en 1979 del que ya forman parte otros 55 hombres, con uno retirado hace escasas fechas, y que serán 57 al nombrarse otros dos hombres junto a ella. Ese nombre será el de Laura Lechuga, una química nacida en Cádiz pero con fuertes raíces leonesas que actualmente es profesora de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y líder del grupo de Nanobiosensores y Aplicaciones Bioanalíticas del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2) en Barcelona.
Durante la pandemia fue la creadora de un dispositivo de diagnóstico rápido para el COVID-19 (llamado CONVAT), el único proyecto coordinado por España que concedió la Unión Europea. Actualmente trabaja en otros biosensores para detectar procesos de cáncer, Alzheimer o Parkinson desde casa o el médico de cabecera, logrando agilizar y democratizar un diagnóstico.
Un currículum excepcional que ha hecho que fuese reconocido con el Premio Nacional de Investigación de 2020 en la modalidad de Transferencia de Tecnología. A pesar de tener una trayectoria laboral de tal calibre, Laura Lechuga ha vivido, como muchas otras mujeres, la desigualdad en un ámbito laboral como la ciencia, dominado por hombres y en el que, a pesar de todo, ha conseguido sortear todos los obstáculos provocando una grieta más en un techo que, como ella dice, no es de cristal, sino de acero.
Después de 55 hombres, por fin un nombramiento Honoris Causa ha caído en una mujer. Para comenzar, ¿qué ha supuesto este nombramiento para ti?
Un nombramiento de este tipo es una alegría y todo un honor académico, yo además no pertenezco a la Universidad de León, por lo que es realmente un gran honor,
Sobre todo lo hace muy especial el hecho de que yo soy medio de León. Toda mi familia materna viene de Santa María del Páramo y yo soy de Cádiz y me he criado en Cádiz pero siempre, desde pequeña, he pasado veranos en León, en Santa María del Páramo.
He venido muchísimo al pueblo, mantengo la residencia familiar. Paso temporadas allí, cuando me canso y quiero descansar. Son muchas cosas juntas que hacen que esto sea muy positivo, unido al hecho de ser la primera mujer que la Universidad de León reconoce como Honoris Causa.
Ya que en febrero se ha celebrado el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, recordando un poco esta infancia leonesa, ¿cuándo supiste que querías dedicarte a la ciencia?
Antes, desafortunadamente, no había quizás tantas referentes o tanta información o incluso ahora hay libros o cuentos. Cuando yo era pequeña no había nada de eso, casi te tenías que motivar tú misma. Incluso en el colegio en ningún libro había una referencia a una mujer científica. O incluso cuando veías la tele siempre se entrevistaba un experto, nunca una experta. Faltaban muchos referentes, no porque no existieran, sino, como ya sabemos, porque siempre han estado ocultos.
Siempre me ha gustado mucho estudiar, me gustaban mucho las ciencias y conocer por qué funcionaban las cosas, cómo se desarrolla todo. Yo no tenía esa idea tan precisa de ser científica pero en la universidad sí tenía muy claro que quería hacer una tesis doctoral, como una forma de llegar a un nivel superior de conocimiento. Y una vez que haces la tesis doctoral, ya entras en el mundo científico.
La gente siempre dice ‘¡Has tenido suerte!’ No creo que sea cuestión de suerte, es a base de mucha perseverancia y de muchas horas de trabajo. Gracias a eso, y que tuve la fortuna de comenzar en una línea de investigación muy novedosa que luego ha tenido una expansión increíble, quizás también se debe al éxito de mi carrera.
Pero para llegar a ese éxito has pasado por un camino. Sabemos que la desigualdad existe y sabemos que, aunque poco a poco las cifras se van igualando, todavía hay una gran diferenciación entre hombres y mujeres, especialmente de la ciencia. ¿Cuáles crees que son los principales obstáculos a los que se tiene que enfrentar una mujer en la investigación?
Los obstáculos son muchos, en ciencia hay una gran desigualdad. El número de mujeres que se dedican a la ciencia es menor que el número de hombres, pero si vemos los niveles más básicos, cuando entramos todos a hacer tesis doctorales y los primeros inicios, está casi igualado. Sin embargo, con el tiempo se va abriendo como una gráfica de tijeras. Los hombres llegan a los puestos más altos y de responsabilidad y las mujeres no. Evidentemente no todo se puede achacar a la maternidad y a compaginarlo con la vida personal y familiar.
También se trata de que los hombres, que son los que más progresan, se ayudan más entre ellos y hace más difícil que las mujeres puedan promocionar. Tienes que demostrar el doble, el triple para que se te tenga en cuenta. Así, al final en las cumbres superiores queda reducido a este ambiente, más dominado por hombres y a los que nos es más difícil a las mujeres entrar. Y muchas se van quedando en el camino, con lo cual cada vez son menos y cada vez somos menos las que podemos llegar arriba. Y esto es un sistema que pasa en todas las profesiones, pero en ciencia pasa todavía más. Son techos de acero, no de cristal.
Reconocimientos como este Honoris Causa y el Premio Nacional de Nanotecnología que te otorgó la empresa NOV166 en 2023 ¿pueden servir para que niñas y jóvenes vean grietas en ese techo de acero?
Creo que todo lo que hacemos es servir como modelos, no solamente las niñas y los jóvenes, sino para todas las otras científicas. A mí me dieron el Premio Nacional de Investigación, que quizás es el mayor premio que puedes recibir en nuestro país. Me lo dieron en la modalidad de Transferencia de Tecnología en el año 2020, y yo fui la primera mujer a la que se lo dieron en esa categoría en la historia del premio. El número de mujeres que recibimos los premios es siempre menor. Luego si te fijas en los currículum de esas mujeres que reciben los premios, te darás cuenta de que son unos currículum excepcionales. Es curioso que tengas que tener un currículum excepcional para conseguirlo, y sin embargo, pues a lo mejor ves a tus compañeros masculinos que tendrán buenos currículum, pero quizá no son excepcionales, y sin embargo lo consiguen.
No solo con los premios, los puestos más altos en las universidades están ocupados, en mayor número, por hombres. En tu faceta como profesora, al estar en contacto con jóvenes, ¿percibes que las mujeres que llegan lo hacen con la idea de acabar con esta situación?
Yo creo que las mujeres somos cada vez más conscientes de nuestra valía y de que evidentemente tenemos que llegar a los puestos más altos, no por el hecho de ser mujeres, sino porque nos lo merecemos. Creo que todas estas iniciativas, el 8 de marzo, el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, el Me Too… todo ese tipo de cosas yo creo que han ayudado bastante, sobre todo a que las mujeres nos concienciemos de que tenemos que seguir luchando por conseguir lo que nos pertenece por justicia. Cuando era más joven, pensábamos que esto iba a ir más deprisa y parece que esto va bastante lento. El otro día leí que quedaban 39 años para conseguir la igualdad completa en España. Como decía antes, es un sistema dominado por hombres con lo cual ellos dicen ‘Sí, que entren mujeres si valen’ pero lo que están buscando es que valgan el doble o el triple y ese es el hándicap.
A lo largo de tu carrera ¿te has encontrado en situaciones en las que por ser mujer te has sentido discriminada?
De hecho tengo un libro, ‘Una científica saltando vallas’ de Plataforma Editorial, en el que cuento muchas de estas situaciones. Me ha pasado muchas veces llegar a paneles de evaluación en Bruselas y ver cómo los hombres que están allí te miran como ‘esta viene aquí a cumplir la cuota’, nunca piensan ‘mira lo que vale’. Luego ya cuando empiezan a trabajar contigo ya cambian de opinión, pero siempre tienes que estar demostrando esta valía. Cuando tuve que hacer mi postdoc en Holanda, que estuve trabajando ahí varios años, la primera frase con la que me recibió mi futuro jefe holandés fue: ‘Nunca he admitido una mujer en mi grupo y me han obligado a cogerte a ti’.
En una cena de un congreso de física, yo estaba sola con mis compañeros, todos hombres. Se acercó otra persona de otro país y estuvo preguntando ¿a qué te dedicas? Cuando llegó a mí, no me preguntó simplemente porque asumió que yo sería una de las acompañantes, nunca supuso que yo también era científica. Al día siguiente el tipo se encontró con que yo era la conferenciante plenaria de todo el congreso. Esto pasa en todos los países, es global. El número de mujeres que ha conseguido el premio Nobel es muy bajo. La Universidad de León es la primera vez que da un Honoris Causa a una mujer, pero el resto de las universidades oscila entre un 2% y un 24% de mujeres, que tampoco es para tirar cohetes.
Hemos hablado de que estos nombramientos pueden hacer que las chicas jóvenes y las niñas se vean como científicas en carreras STEM. Pero ¿hay otras formas de alcanzar la igualdad en el ámbito de la ciencia? ¿Qué debería cambiar todavía hoy?
Tendríamos que cambiar mucho la educación, especialmente desde los primeros años en la educación, cuando ya se imprime en el cerebro de los niños que parece que las mujeres nos tenemos que dedicar a unas cosas y los hombres a otras. Incluso en los primeros años, en la guardería, los niños casi siempre están al cuidado de mujeres. De una manera casi automática ya asignan a la mujer ese papel de cuidadora. Tenemos que hacer más incidencia a nivel de educación, desde el principio para que los niños vean que somos iguales, que podemos llegar a los mismos sitios. Poner cada vez más ejemplos en los libros de primaria, de secundaria, donde apenas hay mujeres también.
Queda mucho por hacer, pero yo creo que no es solo intervenir en los niveles más altos, sino intervenir en los primeros niveles de la educación. También soy defensora del sistema de cuotas. Creo que hay que poner cuotas en centros o por ejemplo en rectores. Si hay un rector que el año siguiente se obligue a que haya una mujer. Soy una convencida de que el sistema de cuotas ha funcionado y debería seguir funcionando.
Te has especializado en biosensores, y de hecho, durante la pandemia detectaste un biosensor capaz de detectar el COVID, creando el proyecto en ocho días. ¿Cómo fue ese proceso?
Yo soy experta en diagnóstico. Me dedico a hacer un tipo de dispositivos que se llaman biosensores, fundamentalmente de diagnóstico rápido que sirven para la detección precoz de todo tipo de enfermedades.
Cuando empezó la COVID ya hacía tiempo que tenía un compañero de la Universidad de Barcelona, que es experto en coronavirus, un par de años antes de que empezase la pandemia él me proponía hacer un biosensor para medir estos coronavirus en los murciélagos porque él sabía que íbamos a tener una epidemia dentro de poco. En aquel momento aquello me parecía raro hasta que de pronto me di cuenta de que lo que me contaba mi colega era cierto.
Lo que hicimos en ocho días fue pedir un proyecto express a la Unión Europea juntos, justo cuando la pandemia todavía no había llegado a España. En ocho días conseguimos montar todo este proyecto, enviarlo a la Unión Europea y que nos lo aprobaran para hacer técnicas de diagnóstico rápido para la COVID-19. A los pocos días de que nos diesen el proyecto llegó la pandemia a España. Fue el único proyecto coordinado por España que concedió la Unión Europea.
La diferencia de lo que yo hago frente a los test que nos compramos es que no solamente te dice ‘sí’ o ‘no’ sino que además te da la carga infecciosa que tienes, con lo que es mucho más valioso para el sector médico.
Aparte, entré también a formar parte del grupo de expertos que asesoraba al Ministerio de Ciencia y al Gobierno de España en la pandemia. Fue una época turbulenta, sin confinamiento. Fue un año y pico muy estresante pero al mismo tiempo muy gratificante porque estás poniendo tu granito de arena.
¿Qué nos depara la ciencia de biosensores en el futuro? Algunas de las principales preocupaciones de todos los científicos son enfermedades como el cáncer o el Alzheimer. ¿Pueden estos biosensores hacer un diagnóstico precoz de este tipo de enfermedades?
Esta es la investigación que hacemos, siempre en colaboración con los clínicos. Se trata de proporcionar este tipo de herramientas muy sofisticadas, basadas en nanotecnología y que te permiten, precisamente, analizar la presencia de una serie de moléculas en gotas, ya sea de sangre, orina o incluso en una lágrima, con las que podemos saber quién está comenzando un proceso de cáncer, infeccioso o incluso de Alzheimer y ya hemos estudiado el Parkinson. Sistemas similares a los que ya hemos visto con la COVID, que cada uno podía hacerse un test en casa o en el mismo médico de familia. Es un diagnóstico muy preciso fuera de los laboratorios, que significa que no tienes que esperar a los resultados.
Esto también significará que haremos un mejor diagnóstico del paciente, dando el tratamiento antes y democratizar ese diagnóstico. Por increíble que parezca casi el 50% de la población mundial no tiene acceso al diagnóstico más básico, ni a un análisis de sangre.
Una de las lecciones que hemos aprendido de la pandemia es que el diagnóstico no puede estar centralizado en un laboratorio. Según la Agencia Europea del Cáncer, casi un millón de personas en Europa se quedaron sin diagnosticar de cáncer porque no pudieron ir a un hospital ni hacer análisis, y cuando pudieron hacerlo ya era tarde.
Cada día que pasa estamos más cerca de conseguirlo. En cuestión de pocos años veremos sistemas de análisis como los de la COVID para muchas enfermedades.
Actualmente, uno de los proyectos en los que trabajamos actualmente es una tecnología para hacer un diagnóstico rápido de infecciones, porque las bacterias se han hecho resistentes a todos los antibióticos del planeta, disparándose las muertes por sepsis y las enfermedades de transmisión sexual. A esto lo llamamos en el mundo científico como la pandemia silenciosa, porque se está extendiendo por todo el mundo. Nosotros hacemos ese diagnóstico en media hora y en otra media hora podemos decir a qué antibióticos es resistente la bacteria, que hoy en día puede tardar días en un Hospital. Muchos pacientes mueren antes de que sepas con qué les puedes tratar.