Hay una manera de mirar a los incendios que va más allá del ahora, una perspectiva que mira al pasado para no repetir errores y que se proyecta al futuro para asentar la regeneración. Los partes de la administración pública se quedan en estados de las llamas, en medios desplegados y en hectáreas afectadas, pero hay terrenos quemados especialmente sensibles, desaparición de pastos que condiciona a los ganaderos o señales de alarma para la fauna en peligro de extinción. Debajo de prioridades como la salvaguarda de las vidas humanas y de los domicilios subyace la preocupación por un escenario cada vez más en combustión por efecto del cambio climático, así como por el devenir de sectores llamados a contribuir a la recuperación de las zonas arrasadas por las llamas, como León, una de las más golpeadas por una ola de incendios sin precedentes en la historia reciente.
La presidenta de la ADR (Asociación de Desarrollo Rural) Bierzo-Cabrera, Nancy Prada, no puede deslindar el presente del pasado. Con su familia desalojada de Yeres (Puente de Domingo Flórez), la chispa del incendio que acabó asolando al paraje Patrimonio de la Humanidad de Las Médulas, recuerda el fuego que se cobró casi 10.000 hectáreas en la Cabrera en 2017. “Y ahora estamos en el mismo punto. Parece una pesadilla”, dice. Con aquella experiencia como trasfondo, insta a no repetir errores en materia de reforestación: “La repoblación se hizo entonces mayoritariamente con pino. Apenas un tercio se realizó con especies autóctonas. Y fue a través de iniciativas de colectivos propios, que fueron los que pusieron encinos o alcornoques”.
Prada se hace eco de la “seria preocupación” en la zona por la desaparición de robles, encinas, sauces, abedules, y singularmente por la de castaños centenarios en zonas sobre todo de la Cabrera Baja ya adscritas a la Marca de Garantía Castaña del Bierzo. “Y tendrán que pasar como mínimo cincuenta años para que puedan estar en producción”, subraya para enfatizar el “daño brutal” ocasionado por el fuego a territorios que encomiendan su futuro económico al sector primario, así como al potencial de recursos patrimoniales como la red de canales romanos o a iniciativas de turismo astronómico. “Y esto supone un varapalo y un retraso importantísimo”, admite.
La mirada de SEO (Sociedad Española de Ornitología) Birdlife también va más allá del parte de hectáreas arrasadas para fijarse en el impacto en la fauna. “Para las aves habría sido más problemático que esta situación se hubiese dado en primavera, cuando están reproduciéndose, por la pérdida de nidos”, expone el delegado del colectivo en Cantabria, Felipe González, sin dejar de alertar sobre los posibles “efectos catastróficos” para especies con menor movilidad como el urogallo. Las consecuencias las notarán también pequeños mamíferos e invertebrados. Y González alerta de otra posible repercusión en diferido: lluvias de otoño que acaben erosionando terrenos sin cubierta vegetal hasta arrastrarlos a los ríos donde pueden perjudicar a especies como las truchas o el desmán ibérico.
Aunque estemos a unos kilómetros de distancia, no es lo mismo Las Médulas que Laciana. Estamos en dos planos diferentes. Y los planes tienen que estar consensuados con el territorio
“Las Médulas y Llamas de Cabrera son zonas con mucha pendiente. Si no se regeneran, las lluvias arrastrarán el suelo”, abunda la catedrática de Ecología de la Universidad de León (ULE) Leonor Calvo para fiar parte de esta regeneración de los suelos a que no alcancen temperaturas muy elevadas tras incidir en factores que han supuesto un caldo de cultivo para los incendios como la acumulación “tremenda” de masa forestal convertida en combustible, el proceso meteorológico sustanciado en “olas de calor tan fuertes y tan seguidas” y el “abandono de usos tradicionales” del monte.
Con la previsión de que se repitan escenarios similares, Calvo insta a orientar el futuro a través de planes de riesgo de incendios y de autoprotección, así como de “mapas de severidad” para tratar de “focalizar esfuerzos de recuperación”. “Va a ser imposible gestionar todo. Así que vamos a tener que priorizar. Y establecer sistemas de seguridad en sitios que sean más vulnerables”, reseña.
El cambio climático “dispara el riesgo de incendios. Y el futuro es poco halagüeño en este sentido”, dice el delegado de SEO Birdlife en Cantabria para indicar que el abandono de actividades tradicionales en la Montaña Leonesa ha generado “un paisaje homogéneo y muy combustible”. La respuesta, contrapone, debería ir en una triple dirección: volcar más esfuerzos en “la prevención”, generar “paisajes mosaico” con la concatenación de actividades diferentes y recurrir al “fuego técnico” a través de quemas controladas que permitan reducir la carga forestal. Se trata, en definitiva, de poner obstáculos a las llamas.
Que todos pensemos en que la culpa no es sólo de otros; también es nuestra. Y tenemos que mirar qué podemos hacer nosotros
“El daño en el patrimonio natural es incalculable. Será difícil recuperarlo en décadas”, determina el alcalde de Villablino, Mario Rivas, en torno al incendio de Orallo, uno de los más importantes en estos días dramáticos en la provincia de León, con el agravante añadido de focalizarse en un entorno clave para el futuro de especies como el urogallo y el oso. Golpeada como pocas comarcas por el fin de la minería del carbón, Laciana trata de privilegiar sectores como la ganadería, también en la medida en que su actividad contribuye a haber “moldeado ese paisaje natural”. “Y el varapalo ya se nota desde hoy para los ganaderos”, recalca el regidor al aludir a la pérdida de los pastos.
Rivas, que ya adelanta la intención de solicitar la declaración como “zona catastrófica”, también va más allá pensando en la reconstrucción. Y ahí, mirando al futuro, exige el establecimiento de planes concretos por territorios. “Aunque estemos a unos kilómetros de distancia, no es lo mismo Las Médulas que Laciana. Estamos en dos planos diferentes. Y los planes tienen que estar consensuados con el territorio”, reclama para incidir en la necesidad de “hacer compatibles los usos y costumbres tradicionales con las nuevas normativas” a la hora de determinar la ejecución de desbroces y cortafuegos, así como de dotar de fondos a las administraciones locales para que puedan implicarse en el cuidado de los montes.
“Hay que hablar con la gente del territorio. Cada orografía es particular. Y hay que reflexionar sobre cómo actuar”, coincide la gestora de la Reserva de la Biosfera de Omaña y Luna, Natalia Castro, todavía a la espera de dimensionar el impacto final del incendio de Fasgar (Murias de Paredes), que ha afectado de lleno a zonas de alto valor ecológico como el abedular de Montrondo o puntos “emblemáticos” como la ladera del Pico Tambarón. “Vamos a tener que convivir con los incendios y hay que ver la manera de evitar que se llegue a situaciones como los desalojos de las poblaciones”, afirma Castro para hacer ver que los fuegos también comprometen “proyectos económicos personales y familiares”, al tiempo que “afectan a la calidad de las aguas” y generan una serie de efectos en cadena que traspasan las fronteras del medio rural hasta llegar al urbano. “Y esto se va a notar también en León capital, donde en estos días ya estaba lloviendo ceniza”, concluye.
Las propias administraciones públicas establecen diferencias y matices. Lo hizo este mismo jueves el delegado territorial de la Junta en León, Eduardo Diego, al referirse al impacto de incendios en puntos como Anllares del Sil (Páramo del Sil), Fasgar, La Vecilla o Barniedo de la Reina (Boca de Huérgano). “Aunque sean menos hectáreas, desde el punto de vista natural tienen más daño”, expuso Diego al compararlos con fuegos de mayores dimensiones como el que afecta al sur de la provincia, que ya apunta a ser el mayor de España en superficie al menos desde que hay recuentos, y en el que pone en la balanza sus efectos en “propiedades, pueblos afectados, desplazamientos, el miedo, la impaciencia, el malestar y la impotencia de las familias”.
Y la catedrática de Ecología de la ULE Leonor Calvo, que destaca la labor de los operarios que combaten las llamas e incide como receta para el futuro en profundizar en usos agrosilvopastoriles, lanza una última reflexión para abordar el día después de esta catarata de incendios, habida cuenta además de que muchos tienen su origen vinculado a “actividades humanas”: “Que todos pensemos en que la culpa no es solo de otros; también es nuestra. Y tenemos que mirar qué podemos hacer nosotros”.