Detenidos, quema de banderas y la falla de un castillo: así terminó la última celebración de 'Villalar' en León
La última vez que la Junta de Castilla y León se atrevió a celebrar Villalar en León se lio gorda. Ardió la falla de un castillo, hubo detenidos y hasta sacaron a un concejal de la UPL –a la que expulsaron del acto oficial por reclamar la “libertad de León”– a rastras cogido del cuello.
Más de dos mil personas gritando contra la Junta el 23 de abril de 1996, que celebró en San Marcos la fiesta de la Comunidad Autónoma, con un acto en el que entregaban el premio Castilla y León de las Letras a Gonzalo Torrente Ballester en la iglesia del Hostal.
Una jornada de alto riesgo, en la que estuvieron destinados doscientos policías para evitar problemas, pero que se saldó con tres detenidos por arrancar la bandera de Castilla y León del Ayuntamiento de León. Una Corporación entonces dirigida por el PP, con Antonio Amilivia al frente... que no sólo permitió que los leonesistas se concentraran en uno de los márgenes de la plaza de San Marcos, sino que no impidió de ninguna manera que quemaran una falla de un castillo tras las vallas de protección de las autoridades.
Siendo del mismo partido, el Popular, que gobernaba la Junta entonces con Juan José Lucas al frente. Precisamente el castillo de cartón y madera que ardió estaba coronado por una efigie del presidente autonómico. Cómo sería entonces la oposición a la autonomía creada una docena de años antes.
Lucas dio un discurso en León intentando acercarse a los leoneses, en el que reconocía que la Comunidad era “la síntesis de dos reinos”. De poco le sirvió. La bronca leonesista fue tal, que al intentar entrar en la iglesia los líderes de la UPL, José María Rodríguez de Francisco y Joaquín Otero reclamaron a gritos la autonomía de León. No consiguieron su objetivo.
Terminaron expulsados del acto, con una demostración excesiva de fuerza que sufrió el entonces edil leonesista José Manuel Redondo. El conocido por todos los leoneses como el dibujante Lolo fue agarrado del cuello por la espalda y arrastrado sin conmiseración fuera del evento por los servicios de seguridad de la Junta de Castilla y León. Algo nada fácil de hacer, puesto que medía 1,90. Ningún periódico de León se atrevió a publicar la fotografía de cómo le sacaron a rastras (ni siquiera en La Crónica donde había trabajado como chistero) y el único que lo hizo fue... El Norte de Castilla.
José María Rodríguez de Francisco llegó a decir que “Lucas debería estar preso de San Marcos por fascista. Los sicarios de la Junta han zarandeado y agredido a los representantes del pueblo de León, secuestrado al procurador y profanado la iglesia de San Marcos”, acusándolos de “facinerosos de la política”, según declaraciones recogidas por el Diario de León. Por su parte Otero explicaba que había sido “secuestrado por sicarios de la Junta en una sala, alejado de sus compañeros”. Al no conseguir entrar los concejales y diputados de la UPL, se dieron la vuelta hacia los miles de leonesistas ondeando banderas de León arengándolos a la vez que, cautamente, les pedían “tranquilidad y una protesta pacífica”.
Por su parte el PP y el PSOE los criticaron, manifestando que las protestas fueron “de mal gusto”. El líder socialista autonómico, Jesús Quijano, indicó que pese a que le parecía “legítimo reivindicar un planteamiento determinado respecto de la ubicación de León en la Comunidad, se debería respetar la celebración institucional”. Juan Morano –antaño defensor de la autonomía leonesa hasta que dejó de ser alcalde menos de un año antes–, fue mucho más duro: tachó a los de De Francisco (antaño su más fiel lugarteniente) de “energúmenos y cernícalos que impiden el diálogo y la libertad de expresión”.
Detenidos por arrancar la bandera de Castilla y León
Tres mil leonesistas se concentraron en la plaza de San Marcos. El Diario de León del 24 de abril de ese año lo cuenta así: “Los leonesistas [...] construyeron y quemaron una falla. La escultura de cartón y barro representaba una torre de castillo coronada por la cabeza de Lucas a modo de Frankenstein, y una bandera de la Comunidad. Castillo, bandera y muñeco ardieron entre humo, llamas y el estruendo de petardos, acompañados de gritos de protesta y el canto del himno de León”.
Después hubo una manifestación por el centro de la ciudad que concluyó en la plaza de San Marcelo. “Allí, un joven se subió al balcón del Consistorio y en el mismo momento en que arrancaba la bandera autonómica fue detenido por un policía local. Pero otro joven recogió la bandera y salió corriendo para ser perseguido y alcanzado por otro agente. Los concentrados se abalanzaron hacia la puerta del Ayuntamiento requiriendo a la policía que les pusiera en libertad. Los concejales de UPL calmaron a la multitud y los dos jóvenes fueron liberados. Un tercer leonesista fue detenido frente a la Diputación y quedó en libertad tras declarar en comisaría”, relata la entradilla de la información del Diario de León.
La Junta desistió y comenzó a celebrar el 23 de abril en Villalar
Tras la sonada protesta leonesa, la Junta desistió de organizar actos fuera de Valladolid del Día de la Comunidad y empezó a planificar cómo celebrar el 23 de abril en Villalar, que en puridad todavía no era el lugar oficial de celebración como era hasta este año, en el que la Junta ha vuelto a imponer el modelo de llevarlo a otras capitales de la autonomía, lo que ha causado gran polémica en León –con un modelo pucelano de carpas y pinchos de pago y con la renuncia de los grupos musicales y prácticamente todos los baristas leoneses– y problemas en Ponferrada con fuertes críticas de la hostelería.
Aquel año habían acudido 12.000 personas a la campa del pueblo pucelano, pero encabezadas por los partidos de la oposición en las Cortes de entonces: PSOE e IU, con la presencia de grupúsculos castellanistas (sin la de la UPL, evidentemente).
Contemplando el fiasco leonés, el consejero portavoz de la Junta de entonces, José Manuel Rodríguez Santiago, afirnó que no se descartaba que a partir de entonces “a Villalar puedan asistir todos”, sin descartar que se hiciera en Villalar “el acto oficial” como así terminó siendo. Como el PP no podía acercarse antes de 1996 a Villalar sin que, literalmente, les tiraran piedras, la solución fue que las cortes crearan la Fundación Villalar (hoy Castilla y León) y pagar la entrada regando de dinero a los organizadores de la fiesta en la campa. Más de un millón de euros al año tenía esta fundación para crear, con grandes polémicas en León, un “espíritu de Comunidad” que no ha conseguido acrecentar. Decenas de millones de euros gastados en ello después de un cuarto de siglo, la situación política en las Cortes es cada vez más fragmentada contra esa unidad de espíritu que nadie quiere en nueve provincias más que en Valladolid: no sólo muestra tres procuradores de la Unión del Pueblo Leonés, sino también tres de Soria YA y hasta un procurador por un partido provincialista de Ávila.
El polémico regreso del 23 de abril a León
La decisión de traer a León la fiesta del 23 de abril no sólo ha encendido los ánimos de los leonesistas, que han convocado una sonora pitada y una manifestación por tercer año consecutivo bajo el lema 'Camín de la Llibertá' para este martes, sino también el sonoro cabreo del propio Ayuntamiento de Villalar, que ve cómo ha sido ninguneado por el nuevo Gobierno autonómico de PP y Vox.
La propia Junta de Castilla y León ha tenido que rebajar tanto el tono de la celebración del Día de la Comunidad en la capital leonesa –en la que no habrá grupos de música ni bares leoneses en las casetas con tapa de pago, en una fiesta diseñada como si fueran las Ferias de Valladolid– que al final ha tenido que suspender el izado de la bandera de Castilla y León y la lectura del Estatuto de Autonomía por parte de niños. Lo que sí ha pedido el delegado de la Junta en León –casualmente periodista de Diario de León cubriendo aquella polémica jornada de 1996– es “que haya calma” y que los que protesten dejen “libertad para el que quiera asistir lo haga sin problemas”.
Todo demuestra que esta fiesta, tildada de “afrenta” y “provocación” por autoridades leonesas como el alcalde de León o de “no tener sentido celebrarla en León” por el presidente de la Diputación, es una ocurrencia más de alguien en Valladolid. Más allá de gritos y enormes pitadas, lo más probable es que no se repita el nivel de tensión que se vivió hace 28 años; pese a que el cabreo generado desde todo ese tiempo por la Junta y la caída económica y demográfica de León sea todavía más grande.