Laciana despide a 'Geni', el minero ciego que puso durante décadas la banda sonora de la comarca

Geni, el primero a la izquierda, con sus inseparables gafas.

Luis Álvarez / Villablino

A Laciana le falta desde hace semanas un trozo de su banda sonora. El pasado 31 de mayo falleció a los 88 años Eugenio García Madera, 'Geni', diminutivo no de genial, aunque al final casi lo fue, el cual tuvo una influencia decisiva en el desarrollo de su vida. Una persona a la que sus convecinos de Caboalles de Abajo apreciaban por una amplia experiencia colectiva acumulada, la de la música.

En estas sociedades pequeñas de los pueblos, como lo es la lacianiega, el recuerdo de cualquier etapa vivida deja una profunda huella en los colectivos de una o dos generaciones, que han compartido ciertos acontecimientos y un ciclo vital de paisanaje coetáneo. Este es sin duda uno de esos casos, el de Geni, nació para ser músico y lo fue: uno de esos regalos que a veces, muchas, da la vida.

En Moreda de Aller, su localidad natal, era el penúltimo de 14 hermanos, y su infancia no fue fácil. Evacuado al sur de Francia como niño de la guerra con otros tres de sus hermanos, luego a Argentona (Cataluña) y finalmente a Valladolid a reunirse con su familia, en 1940, con 11 años, se trasladan a Caboalles de Abajo, donde se asientan definitivamente.

Contaba él mismo que aprendió música en “14 días que fui a clase de acordeón con un hombre”, un soldado destinado en el destacamento de Leitariegos, por lo que o el maestro era un gran pedagogo o el alumno muy aventajado. Poco antes había asistido a clases de bandurria y laúd con Don Ale (Alejandro Estiago Ba), un administrador de Correos que estuvo destinado en Villablino y que creo y mantuvo durante algunos años la primera y única banda de música que existió en la capital lacianiega.

Un accidente infantil providencial

Y el motivo de su aprendizaje musical fue un accidente de niño, “un balonazo que recibí en la cabeza jugando”, que le provocó un desprendimiento de retina y la obligaba a actividades más reposadas que las de sus compañeros. Accidente que sería muy importante en su vida, pues los problemas de vista terminaron por dejarlo ciego, ya de mayor, lo que no fue inconveniente para seguir con su pasión por la música.

Dicen que las musas a veces visitan a los genios y les rozan con su halo mágico. En casa de Geni, Eutherpe no solo pasó sino que le convirtió en el jefe de un grupo familiar excepcional en el que sus cinco vástagos y al menos dos de sus nietos han heredado esa pasión por la música y el canto, además de la calidad en la ejecución. Maria del Mar, María Yolanda, Eugenio, Gracia María y Patricia son el buen obsequio que nos lega.

Su mujer Adela dice que no se benefició de ese don, o al menos no lo manifestó, aunque su hija María del Mar asegura que “tiene muy buena voz”. Ella se dedicó a ser madre y señora de la casa, y cuando fue necesario el lazarillo de su esposo.

Cuentan sus hijas que ya siendo una niña “una vez las llevaron desde Brañas de Arriba (aldea de la parroquia de Leitariegos en Asturias) hasta Santa María del puerto de Leitariegos a la fiesta y allí tocaba un tal Geni”, nombre que le sorprendió “pues nunca lo había oído, y ¡ahí le echó el ojo!”. Años más tarde en una fiesta en Corros, otra de las aldeas de la misma zona, la música obró el milagro y comenzaron el noviazgo, que se apagó el pasado día 31, después de algo más de seis décadas de vida en común.

Del Dúo Astur a Los Rebeldes

Desde muy joven, nada más aprender, comenzó a tocar el acordeón e ir por las fiestas de los pueblos a alegrar las tardes de verano, en bodas u otras celebraciones. Formó parte de una rondalla de cuerda, luego se integró en la orquesta Astur, y cuando esta se deshizo, junto a Tato 'El Jaz' se convirtieron en el Dúo Astur.

Unos años más tarde, un grupo de músicos del pueblo crearon 'Los Rebeldes'. Todas estas formaciones sin salir de Caboalles de Abajo, su patria chica de adopción.

La música además de una pasión era un complemento salarial muy bueno, pues en la mina, su trabajo oficial, los salarios de los años 40, 50 y 60 no eran jugosos y suficientes para sacar a la familia delante. Fueron unas décadas en las que, quien más y quién menos, tenía un segundo trabajo o forma de complementar su sueldo.

También inició a multitud de jóvenes en la música dando clases en su casa y especialmente a toda su recua familiar a la que llevaba cuando podía a los ensayos de 'Los Rebeldes'. Y siguió acompañando con su acordeón al coro del Hogar del Pensionista La Ceranda, que dirige su hija Mª Yolanda hasta hace unos pocos años, cuando su salud ya se fue deteriorando hasta tocar el último acorde.

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