Áurea, la recia abuela babiana, muere al poco de cumplir 109 años

La longeva leonesa Áurea Álvarez / Carlos S. Campillo / ICAL

Áurea Álvarez Entrago, nacida en la localidad babiana de Candemuela, en el municipio de San Emiliano, falleció ayer a los 109 años, tras ser una de las mujeres más longevas de toda España.

Nacida el 26 de abril de 1909 en la localidad de Candemuela, en el municipio de San Emiliano, comarca de Babia, vivió allí hasta los ocho años y desde entonces en La Majúa, donde se casó y tuvo ocho hijos de los que viven cuatro. Allí también ejerció de partera durante mucho tiempo y ayudó a traer al mundo a varias generaciones de vecinos.

Ahora contaba con una docena de nietos, once biznietos y cinco tataranietos, el mayor de los cuales tiene 21 años. En La Majúa también ejerció de partera durante mucho tiempo y ayudó a traer al mundo a varias generaciones de vecinos, hasta que se dejó de dar a luz en casa.

Áurea vivía en La Majúa con su hijo Ulpiano, hasta que se trasladaron a la capital. Sentada en el escaño de la cocina, tras una siesta interrumpida, mostraba todo este tiempo una amplia sonrisa, reflejo del estupendo carácter que tenía, según recalcaba su nieta Rosa. “Ella es como la ves; amable, todo le gusta, yo creo que vive de la tranquilidad y del buen humor que tiene. Todo está bien y todo está bueno para ella”, resume.

Hasta ahora, toda la medicación que necesitaba es una pastilla para la tensión que toma por las mañanas, detallaba Ulpiano, antes de pedirle que recordara algunas coplas. Ella se reía y recitaba: “Un asturiano en Asturias/ vendió siete castañales/ para comprarle a su novia/ vuelta y media de corales” y sigue: “María, si vas al prado/ no lleves las zapatillas/ que con la flor del romero/ se te ponen amarillas”. También hacía gala de ser diplomática porque preguntada por su nieta si ella o un hijo de Áurea prepara mejor las sopas que le gustan responde que los dos.

Sin restricciones alimentarias -aunque el alcohol y el café estaban ausentes de su dieta-, viendo algunas cosas de la tele -le gustaban los dibujos animados- y ojeando alguna revista, su nieta Rosa aseguraba orgullosa que aún recordaba la tabla de multiplicar e incluso manifestaba cierta coquetería: la delataban su cuidada manicura y un pañuelo que llevaba porque le dijeron que así estaba mucho más guapa para las fotos de cada año.

Aunque las de su 109 cumpleaños fueron ya las últimas.

Etiquetas
stats