Zapatero, la figura que se fue diluyendo

Sara M.

Hasta el momento parece indiscutible que el destino de todos nuestros presidentes es salir mal de la Moncloa, tan cierto como que todos ellos pensaron que escaparían a ese destino.

Zapatero llegó al gobierno en 2004, tras haber sido el miembro más joven del Congreso al convertirse en Diputado por León con sólo 26 años. Con un nuevo proyecto y asumiendo el liderazgo del partido, se convirtió en la tabla de salvación del Partido Socialista tras una larga etapa de luchas internas y falta de mando. Su carácter templado y tranquilo se fue tornando cada vez más agresivo en los últimos años de presidencia de Aznar, llegando a tener serios enfrentamientos con el Gobierno.

La catástrofe del Prestige, las políticas sociales y laborales y especialmente el apoyo a Estados unidos y la sucesiva participación en la guerra de Irak se convirtieron en el buque insignia de la lucha de Zapatero contra el Gobierno Popular. El 14 de marzo del 2004 salió elegido presidente del Gobierno y León fue la única provincia de la comunidad donde salió ganador en número de votos.

Su elección y la forma de gobernar durante su primer mandato infundieron confianza y esperanza en muchos. Nadie puede negar que cumplió cada una de las propuestas que incluía en su programa electoral. Retiró las tropas de Irak, aprobó la ley que permitía el matrimonio entre las personas del mismo sexo, la ley contra la violencia de género y la ley de la dependencia. Subió las pensiones, eliminó del divorcio la necesidad de que hubiera un culpable y dio liberta a los medios de comunicación que podía controlar. Sus políticas lo convirtieron en el presidente mas situado a la izquierda que ha gobernado España desde la democracia.

León vivió la ilusión de tener un presidente natal. Los Presupuestos Generales del Estado incrementaron las partidas destinadas a la provincia y poco a poco llegaron grandes proyectos como el Inteco, la Ciuden, el AVE o el Canal de Payuelos.

Sin embargo las políticas progresistas cesaron cuando la crisis económica, la misma que no supo o no quiso ver a tiempo, asomó la cabeza. De pronto llegaron los bandazos, los recortes y la sumisión a unas políticas que no le producían la convicción suficiente.

El peor momento de ambas legislaturas se sitúa en mayo del 2010. La congelación de las pensiones, la bajada de los sueldos de los funcionarios, y la posterior reforma laboral son criticas por todos los sectores, incluida la propia izquierda. A partir de ese momento las valoraciones se desploman y las encuestas reflejan la caída del PSOE.

Nunca se sabrá que hubiera pasado si hubiera renunciado. Pocos recuerdan ahora los logros de su primera legislatura, la crisis los ha eclipsado por completo. Ni el cumplimiento de su mayor obsesión, acabar definitivamente con ETA ha conseguido dejar a un lado la gestión económica. Ahora se marcha sin hacer demasiado ruido.