Los bombardeos contra civiles en la provincia de León durante julio de 1936

Se suscita de vez en cuando entre los interesados en el tema la cuestión de si es apropiado referirse a “la Guerra Civil en León” cuando se trata sobre los hechos acaecidos en el territorio provincial en el tiempo transcurrido entre el inicio de la segunda quincena de julio de 1936 y el final de la primera de agosto, es decir: durante el primer mes de esa supuesta “guerra”, cuya existencia, o no, también genera controversia. 

Más allá de las sucesivas denominaciones que a “la contienda” española de 1936 a 1939 se ha venido dando, sobre todo por los que en ella resultaron vencedores, a lo largo de los años y acomodándose a los tiempos, grosso modo: “La Cruzada”, o “La Santa Cruzada” (la toma de partido por la Iglesia; la defensa de la Religión y de la Patria,...) al principio; después, con la guerra fría, “La Guerra de Liberación Nacional” (de las garras del comunismo ateo internacional, y del famoso y socorrido contubernio judeo-masónico); más tarde, con Fraga Iribarne, ministro de (des)Información y Turismo, y De la Cierva, y para contrarrestar el “ataque” a los mitos franquistas por historiadores foráneos desde Ruedo Ibérico especialmente, “La Guerra Civil”, fratricida, que consagra la equidistancia (unos y otros igual de brutos; culpa de todos, y del sino de los españoles, raza incapaz de entenderse y abocada a pelearse entre hermanos..., y los verdaderos culpables yéndose de rositas); “La Guerra de España”, según las actuales corrientes historiográficas, como prólogo, inicio, o primera batalla de la guerra contra el fascismo, segunda europea desde 1939 y mundial luego (que comienza con la invasión de Etiopía por Italia en octubre de 1935, dicen otros).

La expresión “Guerra Civil”, después usada y tan arraigada todavía, no era durante la propia guerra grata a los alzados. Preferían “Guerra de Liberación Nacional”, contra un invasor extranjero, “moscovita” (idénticos términos usan los leales, contra italianos y alemanes en su caso), prescindiendo del calificativo de “civil”, y negando a sus oponentes, los agredidos que se defienden, “la antiEspaña”, la pertenencia a la comunidad nacional, y todo valor por ello.

Entendiendo que la terminología utilizada por los golpistas y el franquismo para nombrar lo sucedido obedeció siempre a su interés en ocultarlo y falsearlo, y que es la inercia (y los efectos de la pertinaz y prolongada propaganda de aquel régimen impuesto) lo que todavía mueve a muchos a mantenerla, y comprendiendo también que convencional y coloquialmente se argumente en ocasiones la ausencia de enfrentamiento bélico y contendientes armados en León apelando a la carencia en su territorio de frentes de guerra con trincheras y aviones y tanques bombardeando y asaltando posiciones enemigas, creo que, dejando al margen lo acontecido en la franja norte provincial entre mediados de septiembre de 1936 y el 21 de octubre de 1937, conviene matizar tales convencionales asertos, y mostrar que, contra lo que ellos puedan evocar, SÍ se dieron en León bombardeos, y ametrallamientos (de paisanos; no tuvieron los aquí entonces sublevados otros oponentes), en el primero de los meses de “la guerra”.

Bombardeos y ametrallamientos de civiles

Así, “a primera hora de la mañana del martes 21 de julio se oía en Bembibre un sonido que pone en movimiento a todo el vecindario, apareciendo poco después un aeroplano que cruza decidido en dirección a Ponferrada, donde planea para regresar luego a su base de León. No saben las gentes de la villa a favor de quien vendrá, y la incógnita se despeja al poco, cuando vuelve a ser avistado tomando idéntico camino. Tira esta vez en Ponferrada un mensaje a los guardias civiles para que salgan a recibir a la fuerza que viene de Galicia, y arroja además algunas bombas por allí. Unas horas después aclaman en aquella ciudad a las tropas que entran y persiguen a los izquierdistas”. Tal era el relato (titulado “También en Bembibre tuvo su asiento el comunismo”) que de aquellas jornadas hace el 19 de agosto el corresponsal en la villa de El Diario de León.

Aquella fuerza, la columna de trescientos hombres, soldados del Regimiento Zaragoza 30 y falangistas, provistos de fusiles (dos compañías), morteros (un pelotón) y ametralladoras (una sección) y mandada por Jesús Manso Rodríguez, después de haber tomado Villafranca y Cacabelos, y con apoyo de la aviación del aeródromo leonés (varios aeroplanos ametrallaban previamente a los mineros), levantaron el mismo 21 de julio el cerco del cuartel ponferradino tras casi treinta horas de asedio y tiroteo y batieron con morteros el Ayuntamiento, rendido sin oposición, y el castillo (también bombardeado por aviones de León), apresando después a autoridades y directivos de organizaciones políticas y sindicales republicanas y de izquierdas.

Duró el copioso cruce de disparos hasta las cuatro de la madrugada del 24 de julio, viernes, en León, cuando los leales atacantes (que de nuevo cortaban la electricidad) fueron ahuyentados por el fuego de ametralladoras y fusiles de las fuerzas sediciosas que vigilaban la entrada a la urbe y por un aparato del aeródromo que salió entonces en su persecución y que bombardeaba una camioneta cerca de La Robla.

Dirá Faustino Raigada Ferrero (socialista natural de La Bañeza) al ser detenido e interrogado en marzo de 1938 que se retiró desde Peredilla (donde residía con su familia) a La Pola de Gordón cuando al inicio del Movimiento Nacional un avión bombardeaba, y allí fue hasta la mitad de agosto ayudante en la cocina de las milicias rojas.

Algunos recuerdos de la huida de los derechistas de Cistierna en los días de finales de julio desgrana quien era una chiquilla bañezana, Lucila Isla García, que pasaba entonces allí unos días con sus tíos, y rememora que “tuvimos que salir de casa y fuimos por el monte, yendo a parar a un molino en el que vivía gente y nos juntamos yo no sé cuántos, también muchos críos. Tendría yo nueve años, y dormía en una cama con mis tíos. Por allí bombardeaban, y me acuerdo que un día nos metimos en el sótano de una casa de al lado.

Salen de León el 30 de julio fuerzas para combatir en las varias poblaciones de la provincia que todavía resisten y se oponen a los insurgentes a gentes que aún quedan por los montes de Fabero, Sabero y otros puntos, “que esperan recibir alguna de las bombas que reparten los aviones del aeródromo, una vez que en fechas anteriores los núcleos revoltosos de Cistierna y de Boñar han sido fuertemente castigados”, y se siguen efectuando a diario un buen número de detenciones de desafectos al movimiento militar.

También pululan (finalizando Julio) por Carrizo de la Ribera grupos de izquierdistas fugitivos que vagan por los montes carentes de pan y pasando mucha hambre. Para hacer frente a estas invasiones se ha establecido un retén con guardias civiles y fusileros que dan batidas por los bosques ayudados por un avión de bombardeo de la base leonesa, persiguiendo a los que en ellos se esconden y a la espera de la salida de la capital de la columna que se anuncia para recorrer haciendo limpieza la montaña.

La iglesia de Barrios de Luna había sido volada con dinamita por los rojos (se dijo, aunque solo su interior fue devastado) antes de huir en desbandada llevándose consigo los cuatro muertos habidos al ser atacados en la alborada del 4 de agosto por una columna al mando del teniente coronel Segundo Armesto Guerra, formada por una compañía del Regimiento Burgos 31, sendas secciones de la Guardia Civil y de Asalto, y algunos paisanos, desplazada entonces de la capital y tornada entre vítores y aplausos por la tarde (noticiaba al día siguiente El Diario de León), “tras lo que las hordas rojas regresaron para continuar dominando la localidad hasta el día 12”, en que los fusiles, las ametralladoras, y algún cañón de los asaltantes (además de las numerosas bombas lanzadas por aeroplanos de la base leonesa) las harían huir camino de Asturias y del valle del Bernesga.

No solo sucedió aquello entonces en León

El bombardeo del campo de aviación leonés por un aparato leal el 22 de julio no impediría que desde el mismo se iniciaran de inmediato acciones ofensivas con los aviones Breguet XIX disponibles, y en aquella misma fecha, en el que sería uno de los primeros bombardeos aéreos de los insurrectos en la guerra que se iniciaba, una escuadrilla de aquellos aparatos provenientes de León bombardeaba Gijón causando allí algunas de las inaugurales víctimas civiles de esta modalidad de ataque, varios socios del Ateneo Obrero de La Calzada muertos por la explosión de un proyectil cuando se encontraban en el jardín de la entidad.

Un aeroplano del campo leonés operaba el día 28 de julio en la zona de Sanabria volando hacia Requejo (allí se habían concentrado los dos mil obreros del tendido del ferrocarril Zamora-Orense), donde lanzó varias bombas contra los “rebeldes” republicanos fortificados en el cuartel de la Guardia Civil de Nueva Puebla desde que el 21 de julio lo tomaran, regresando más tarde a la base leonesa, desde la que dos aparatos volverían a bombardear el 31 causándoles de nuevo muchas bajas. Se dispersaron los supervivientes, intimados a presentarse en el cuartel de Puebla de Sanabria y entregar allí sus armas, so pena de repetir el bombardeo de no hacerlo.

Desde el punto de vista de los golpistas, lo sucedido era lógico y esperable: contaban con el aeródromo leonés de la Virgen del Camino una vez decantado a su favor, y lo aprovecharon a fondo para imponerse sobre los leales al Gobierno y al régimen legítimo, realizando en las fechas iniciales de la rebelión militar desde aquella base y con aparatos de la misma tanto ametrallamientos como bombardeos de civiles, comenzando por amenazar al comienzo del golpe, en la tarde del 20 de julio, a los poco o nada belicosos gubernamentales sorprendidos en el Gobierno Civil con bombardearlo si no se rendían.  

Pero una “guerra” así librada, no es tal en realidad, sino lo que ciertamente fue: columnas militares fuerte y desproporcionadamente armadas que se desplazan en razias de “limpieza y pacificación”, de castigo y sometimiento, contra los gubernamentales (convertidos entonces en los rifeños de las pasadas campañas de Marruecos, la más reciente escuela bélica de los africanistas). El inicio de la pura y dura represión (amplia y variada, pertinaz, prolongada y feroz) de los victoriosos rebeldes sobre los leales derrotados y los desafectos al nuevo régimen que a sangre y fuego y desde el primer momento aquellos impu­sieron.

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José Cabañas González es autor del libro 'Cuando de rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León'. Con una 'Primera Parte: El Golpe“' de julio de 2022, y la 'Segunda Parte: La Guerra', de junio de 2023, ambas publicadas en Ediciones del Lobo Sapiens. Esta es su página web.