Marco Romero, premio Fabián Estapé: “Temo cumplir 50 y acabar en la calle”

Marco Romero (dcha.) durante la marcha junto a los mineros. (Foto: Norberto).

Isabel Rodríguez

Ir, ver y contar. Eso es lo que hizo Marco Romero (38 años), periodista del Diario de León, durante la Segunda Marcha Negra que protagonizaron 200 mineros del 22 al 30 de septiembre de 2010. Se calzó las botas y se fue con ellos para contar de primera mano cada paso que daban aquellos hombres que temían perder su único modo de vida. Puede parecer sencillo, pero resulta que por ir, ver y contar recoge hoy el premio Fabián Estapé de Periodismo Económico, un galardón que reconoce el “viejo periodismo”, ese que -asegura Romero- le enseñaron muchos periodistas que “hoy están en paro”. Porque aunque hoy levanta un premio porque lo que contó lo contó bien, no esconde su miedo a quedarse sin hueco en una profesión que anda en horas bajas.

Vale, la decisión ha sido del Jurado, pero ¿por qué crees que te mereces este premio?

Quizá porque el trabajo refleja, muy desde dentro, un drama humano próximo. El privilegio de integrarme como uno más entre los 200 mineros de la Segunda Marcha Negra me permitió vivir momentos íntimos y colectivos únicos, que después ellos mismos pedían que se reflejaran en las crónicas. Hubo alegrías, pero también conocí el lamento del hombre abandonado. De esta manera, algo que no tenía más pretensiones que describir su paso por los pueblos de León se convirtió en un relato, minuto a minuto, de sus desasosiegos, deseos y turbaciones.

Ayer fue el Día de la Libertad de Prensa. ¿Tenemos algo que celebrar?

No sé, pero parecería un sarcasmo tomar el día de ayer como una celebración sin más: a los periodistas aún nos ponen obstáculos y límites para llegar a la información con métodos como las impresentables ruedas de prensa sin preguntas; hay que acordarse también en un día como el de ayer de que hay muchos periodistas en España que siguen amenazados de muerte por ETA y que decenas de profesionales se están dejando la piel en Latinoamérica y otros muchos lugares del mundo para dignificar los derechos a la libertad de prensa y expresión. Y por celebrar algo, yo sigo celebrando que, pese a todo, para que exista libertad de prensa somos necesarios medios de comunicación, periodistas y opinión pública. Eso no lo cambia ni Wikileaks.

¿Qué aprendiste durante los días que pasaste con los mineros?

Unos fueron más expansivos que otros, pero prácticamente fui conociendo uno a uno. Tengo que decir que me respetaron desde el momento que vieron mi saco de dormir, creo que allí comprobaron que lo de acompañarles iba en serio. Cuando acababa la etapa de cada día, a eso de las ocho de la tarde, ellos se duchaban, descansaban con sus familias y cenaban, mientras que yo tenía que ponerme a escribir la crónica para que llegase antes de medianoche al periódico. Ellos son currantes como pocos, así que eso les llegó al alma. Y tengo que decir que no había día que cuatro, cinco o diez mineros se me acercaran cada noche con un plato de comida para que cenara mientras trabajaba. La polla marinera, vamos.

¿Qué tiene de económico tu reportaje?

Si hablamos de la temática, digamos que aborda un drama humano ocasionado por la reconversión de un sector económico, en este caso el carbón. En términos monetarios, me procurará 1.200 euros, lo que cobra una amiga periodista en León con más 20 años de experiencia en la profesión.

Pues en estos tiempos, eres de los pocos que puede extraer algo positivo de la economía...

Para un asalariado, ya te digo.

¿Cómo ha afectado la crisis económica al periodismo?

Todo el mundo dice que los ingresos por publicidad han caído, y debe de ser verdad. Por lo tanto, si la economía de las empresas informativas se ha resentido claro que hay que hacer ajustes. Pero sin calidad, no hay negocio, por lo que descabezar a los medios de sus profesionales no creo que sea una solución. Quizá debamos cabalgar hacia una nueva manera de tratar la información y pensar que hay nuevos soportes.

Hace unos días decías en una entrevista que el periodismo está al borde de la quiebra. Últimamente no hacemos más que oír mensajes apocalípticos. ¿No queda hueco para el optimismo?

Puede sonar frívolo, pero es lo que pienso. Es más, en esa entrevista también decía que mi objetivo era dejar esta profesión. Pero no tiene nada de frívolo. Es miedo real a cumplir 50 años y acabar en la calle, como mucha de la gente preparada que me rodea.

¿A qué se debe esa quiebra de la que hablas?

Con la llegada de los soportes digitales y las enormes posibilidades que abre las tecnologías de la comunicación, cómo es posible que los editores de grandes periódicos, por ejemplo, se hayan dormido en los laureles todos estos años de “boom” y no hayan conseguido fórmulas que garanticen la pervivencia del papel. Así andan ahora, como los pollos descabezados: totalmente desnortados.

¿Cuáles son los principales enemigos del periodismo?

La autocensura. No hay nada peor en el hacer de un periodista que la desmotivación para defender una verdad, por incómoda que resulte, para favorecer unos u otros intereses. Es que, además, la autocensura, por experiencia propia, siempre es contraproducente en el trabajo.

Sin embargo, esta profesión tiene algo de droga.

Yo a veces creo que esta profesión sobrevive gracias a tres cosas: a la vocación y vanidad de los profesionales y a que sigue habiendo gente que desea-necesita leer, ver o escuchar un relato atractivo de lo que ocurre.

Echando la vista atrás, ¿cuál es la historia con la que más has disfrutado y cuál la principal desilusión de tu carrera?

Disfruto un montón cada vez que voy de viaje con alguno de los fotógrafos del periódico a hacer reportajes que huelan a pueblo. Respecto a la segunda pregunta, la clase política, en general.

¿Cuales son los beneficios de hacer periodismo local?

Si hablamos de comunicación, el concepto de lo local ya es muy relativo. Y eso es lo bueno que han traído los nuevos soportes. Tú y yo jamás sabremos dónde llega esta entrevista, quién la abrirá, cuándo lo hará, por qué y qué uso le dará. ¿Te das cuenta? Las cinco grandes cuestiones del periodismo están por resolver.

Y ahora, ¿a qué aspiras?

A seguir haciendo periodismo desde abajo.

Marco Romero recibe el premio esta tarde a las 20 horas en el Parador de San Marcos.

(Foto de portada: Ana F. Barredo).

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