El devenir leonés en la Corona de Castilla

Alfonso X el Sabio fue rey de las coronas de León (la imperial hispánica) y de Castilla.

Una confusión muy extendida entre el conjunto de la sociedad y difundida por las élites culturales es la de que la identidad leonesa sucumbe como tal con la unión con Castilla en 1230. Sin embargo ello es algo rotundamente falso.

Para empezar hay que decir que, como demuestra Pérez Bustamante en su tesis doctoral sobre la Corona de Castilla en ella había 5 grandes circunscripciones a saber:

  • León
  • Galicia
  • Castilla
  • Murcia
  • Andalucía o Frontera.

Es decir, no todos los territorios que componían la Corona de Castilla podían ser identificados como castellanos. Tal identidad sólo correspondía a una parte, a uno de sus reinos, al Reino de Castilla. Si alguien pretendiera decir que a partir de 1230 León y Castilla forman una misma unidad tendría que incluir en esa supuesta unidad castellana a Andalucía, Galicia o Asturias.

Pero es que además esas divisiones no tienen el mismo peso. La bandera de esa Corona son dos castillos y dos leones. No era un simple adorno o un regalo más bien identificaba los reinos predominantes en esa Corona. Así el Reino de León será el único de todos los que componen la Corona de Castilla que mantendrá Cortes propias de forma regular hasta el año 1302 y después de ese año lo hará más esporádicamente.

Es decir, la Corona de Castilla lo que confirmaba era la hegemonía castellana, la dirección de Castilla en la organización territorial y del estado. Ahora bien, junto a esa personalidad castellana se mantenía vigorosa la personalidad leonesa hasta el punto de que se hacía necesaria su nominación para hacer entender a un interlocutor que formaba parte de esa corona. No se decía por ejemplo la corona castellana y gallega o castellana y andaluza. La referencia al Reino de León podríamos decir que era a “otro nivel”.

Desde el punto de vista histórico y sociológico es muy fácil comprender que un reino como el leonés que hasta hace poco tiempo había mantenido una posición hegemónica entre los reinos de España, no podía sin más desaparecer. El Reino de León había perdido su carácter hegemónico, pero siguió conservando su personalidad e identidad.

Centralización castellana

Con la hegemonía castellana se produce un cambio significativo. La administración de los territorios de la Corona se hará conforme al espíritu castellano tendente a centralizar el poder en manos del soberano. Así los Adelantados y Merinos Mayores pasarán a ser fundamentalmente delegados regios. La titularidad del nombramiento correspondía al rey. Los grandes oficios de la administración central se concebían como una delegación del poder que correspondía al monarca. Es decir se produce una importante concentración de poder en el rey y pierden peso y autonomía los Adelantados y Merinos Mayores. Eso también supone una decadencia progresiva de las Cortes como institución. No es que decayeran las Cortes Leonesas (como a veces se interpreta) es que lo que pierde valor con esa hegemonía castellana son los Parlamentos.

En esa línea se dice en el tomo 5 del libro sobre la Historia de Castilla y León de la Editorial Ámbito: “Las Cortes muy vivas en el siglo XV iniciaron en el siglo siguiente un rápido declive, hasta el punto de que terminaron por asistir a sus reuniones sólo 17 ciudades”. Es decir cuando el Reino de León deja de tener Cortes propias se inicia un declive general de esa institución. Las Cortes Leonesas no desaparecen tanto como fusión de identidades, como algunos han pretendido hacer creer, como por la falta de vigor de la propia institución de las Cortes y el aumento de las cuotas de poder centralizado.

Es perceptible inmediatamente la diferencia existente entre esa concepción de España y esa otra que buscaba el Regnum Imperium Leonés en la que el emperador era concebido como un rey de reyes cada uno de los cuales conservaba su propia soberanía sobre su territorio. En la concepción que se imponía desde la hegemonía castellana el poder tenía un titular único (el del rey que luego delegaba en los Adelantados o Merinos). En la concepción leonesa el poder era plural, cada soberano tenía su propia potestad sobre los distintos asuntos y luego había una instancia superior a todos ellos que era la figura del emperador como salvaguarda de esa unidad en la pluralidad.

León ha venido sufriendo durante siglos una manipulación y ocultación de su historia. Un mercenario como El Cid ha sido considerado héroe y alguien como Vellido Dolfos que libera a su ciudad del cerco enemigo pasa durante siglos a la historia como “traidor”. 

La recuperación de la Historia de León es también la de la España democrática. La España de las libertades se escribe con L de León.

David Díez Llamas es sociólogo

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