Las elecciones de 2011 demostraron la debilidad del leonesismo

Javier Chamorro, a su salida tras votar el 20N.

J.M López

La Unión del Pueblo Leonés ha vivido uno de los años más complejos y difíciles de su larga trayectoria que se remonta a los prolegómenos de la votación de la Carta Magna, representada entonces por una sopa de siglas entre las que destacaba el PREPAL y una propuesta recogida bajo las siglas del GAL, Grupo Autonómico Leonés, que más tarde desapareció y propició el alumbramiento de la UPL; Un GAL que nada tenía que ver con el otro GAL de tintes oscuros y siniestros.

Las pasadas elecciones locales situaron a la UPL al borde del precipicio en el que habría caído si el PP hubiera obtenido unos cientos de votos a más, dado que a los leonesistas les habría sucedido lo mismo que a Izquierda Unida; no habría superado el listón del cinco por ciento del escrutinio exigido por ley para obtener el primero y el más costoso en votos de los ediles, sobre todo para una pequeña formación. Al final pudo medio salvar los trastos con un segundo sillón en San Marcelo, aunque su titular renunció y optó por irse a Madrid apadrinada por Ángel Villalba, a punto de abandonar la presidencia de FEVE, por razones evidentes. La renuncia de Gema Cabezas trajo consigo la entrada en el foro municipal de Eduardo López Sendino, un abogado formado en la Universidad de Navarra que ya en 1978 estaba metido en el meollo de aquel hervidero leonesista que se nutrió de pequeñas siglas de efímera duración pero indispensables para moldear después la Unión del Pueblo Leonés, que vivió su época de gloria en los años noventa y ahora mira al futuro con mucha incertidumbre.

El paso de la UPL por las pasadas legislativas, en las que el presidente de la formación Javier Chamorro únicamente concurría al Senado, fue mucho más liviano a la vez que paradójico; los algo menos de diez mil votos que recibió la candidatura de Chamorro deja sobre la mesa un reflexión interesante y abre un pequeño hueco de esperanza. La UPL está muy tocada, pero acaso pudiera recuperar parte del pulso que han perdido ante la sociedad leonesa, que no es poco, y en ello se deberán afanar sus responsables, si no están dispuestos a tirar la tolla.

Orígenes del leonesismo político

Desde los primeros pasos hasta el momento actual la UPL ha vivido en primera persona el proceso de subida al olimpo, con siete concejales y hasta tres representantes en la Cámara Autonómica y la estrepitosa posterior caída de los últimos años. Resulta curioso que un aparente desconocido, que ahora cobra protagonismo como viceportavoz municipal de los leonesistas, Eduardo López Sendino, haya sido uno de los promotores de la idea, con la creación primero del Grupo Autonómico Leonés y luego del Grupo Cultural Reino de León. Ya casi en los estertores del GAL, tomó el relevo de López Sendino otro de los actores principales en el despegue de la formación, Luis Herrero Rubinat. Entonces, en esos primeros pasos, también pugnaba por abrirse un hueco en el elenco de propuestas de tinte nacionalista el Partido Nacionalista Leonés de Javier Aguayo, que no corrió tan buena suerte y se diluyó tiempo después.

Pero el verdadero despegue de la Unión del Pueblo Leonés, que arranca como ascua de las cenizas del GAL y a la que poco tiempo después también se incorporaron en primera línea Luis Blanco, Alejandro Valderas y Joaquín Otero, surge del acuerdo tácito y no escrito entre Juan Morano Masa y José María Rodríguez de Francisco.

Hasta finales de los años 80 y principios de la última década del pasado siglo Juan Morano mantuvo su etiqueta de independiente dentro de las filas de AP y más tarde del Partido Popular y su cercanía a la incipiente idea del leonesismo, representada por José María Rodríguez de Francisco, suscitaba profundos cabreos en el seno del partido conservador.

Fue ésta una época que mostró su punto de máxima ebullición en dos acontecimientos. Uno sin duda el famoso Pacto Cívico en el que todos los partidos se unieron en contra de Morano y que se materializó con la llegada a la alcaldía de Luis Diego Polo y de José Luis Diez Villarig. Este asunto reforzó su cercanía, aparente o no, a la recién creada UPL.

José María Rodríguez de Francisco ha sido el nombre más protagonista del leonesismo político, aunque no el único

El segundo máximo repunte, un hecho que al mismo tiempo abrió la puerta de acceso al Ayuntamiento a la UPL en la última década del pasado siglo, fue un famoso pleno en el que, aunque más ruido que nueces, parecía que Juan Morano y José María Rodríguez de Francisco habían declarado la independencia de León, ya entonces integrada en la nueva Comunidad, construida por la llamada vía lenta. Aquel acontecimiento quedó sellado para la posterioridad con un abrazo de ambos políticos tan vistoso como inservible, porque el acuerdo no era más que una declaración de intenciones, grandilocuente pero para consumo interno.

Pero la UPL de este acabado 2011 está muy lejos de aquellos tiempos en los que resuenan los nombre de Margarita Ramos y del dibujante José Manuel Redondo, Lolo“ como estrellas mediáticas, cada uno en su disciplina, convertidos en ediles. Los datos de las pasadas legislativas han elevado un poco el ánimo de la formación, que se hubiera dado con un canto en los morros si los cerca de 10.000 votos que obtuvo la candidatura de Javier Chamorro al Senado se hubieran depositado en las urnas en mayo.

La UPL actual sabe que dispone de muy poco margen de maniobra y que su presencia en los medios de comunicación va a ser procesada, por propios y ajenos, como el tic involuntario que les obliga a salir al paso ante cualquier decisión el actual equipo de gobierno; es decir ahora le toca el papel contrario al que interpretaron durante los últimos cuatro años.

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