Que todos los días sean días de la Movilidad

Cartel de apoyo al carril bici.

Por Eloína Terrón

En septiembre se celebrará la Semana Europea de la Movilidad (SEM). El ministerio de medio ambiente coordina una campaña de “concienciación dirigida a sensibilizar, tanto a los responsables políticos como a los ciudadanos, sobre las consecuencias negativas que tiene el uso irracional del coche en la ciudad, tanto para la salud pública como para el medio ambiente, y los beneficios del uso de modos de transporte más sostenibles como el transporte público, la bicicleta y los viajes a pie”.

Pero no son suficientes ni las semanas de la movilidad, ni los días sin coche. Es necesario crear una cultura del uso de la bicicleta, y en este objetivo es muy importante la labor de sensibilización y experiencia que realizan las plataformas en defensa del carril bici, o del uso de la bicicleta, como las que desde hace años está actuando en León, Bici Crítica, o la que más recientemente se ha constituido en San Andrés del Rabanedo, pero que tiene una constancia y un trabajo dignos de encomio y de que les escuchen y atienda el gobierno municipal, que sigue haciendo oídos sordos a sus reivindicaciones.

Para crear el hábito y una cultura del uso de la bicicleta se deben establecer espacios seguros para su uso y se debe propiciar su utilización, como es habitual en Holanda o tantas ciudades de todas partes del mundo.

Que el cambio climático está aquí, es una realidad, aunque el señor Trump lo niegue. Y también es sabido que, entre otras causas, una de las más importantes razones de ese cambio climático son los gases producidos por las emisiones vertidas al medio ambiente por la movilidad urbana. En el último informe de Ecologistas en Acción “La Contaminación por Ozono en España en 2016”, se recoge que el 70% de la contaminación de las grandes ciudades, que no poseen actividad industrial como de nuestro entorno, procede del tráfico rodado.

En las pequeñas y llanas ciudades como San Andrés y León una forma de movilidad no contaminante es la bicicleta. No es algo extraño si pensamos que, en ciudades mucho más grande, con más población desplazándose y con una climatología más fría, utilizan mucho más la bicicleta. Ámsterdam, con 825.000 habitantes, donde la bicicleta es una forma común de transporte. Esta ciudad tiene más de 1millones de bicicletas, el 60% de los desplazamientos se hacen en bici y hay casi 400 km de carril bici. Burdeos, una ciudad de 230.000 habitantes, tiene 200 kilómetros de carril bici. En Bélgica la bicicleta es el transporte número uno, con más de 2.000 kilómetros de caminos entre la ciudad y toda la región. Berlín tiene 620 Kilómetros de carril bici. También las vías turísticas en bicicleta están siendo un valor importante recorriendo los márgenes de los grandes ríos de Europa, una de las excursiones preferidas y que está teniendo gran demanda. Pero no tenemos más que ver aquí el Camino de Santiago que pasa por nuestras ciudades.

Por eso es muy valorable el trabajo de las Plataformas, porque tras sus reivindicaciones de carriles bici y seguridad en el desplazamiento en este transporte no contaminante, lo que están intentando crear es una cultura del uso de la bicicleta. En estas plataformas, como la de San Andres, participan también muchos pequeños y pequeñas que podrán utilizar en el futuro con seguridad la bicicleta y que están viendo el ejemplo de sus mayores y aprendiendo también convivencia y respeto en la movilidad también con los transeúntes. Por eso, estas plataformas, que intentar sensibilizar en el uso de este medio de transporte económico, ecológico y saludable, deben ser apoyadas desde los gobiernos municipales.

De hecho, estas plataformas pretenden hacer realidad lo que figura en el dictamen del Comité Europeo de las regiones Bruselas, 2016. Una hoja de ruta de la Unión Europea para la bicicleta. Este dictamen señala que “desde la década de 1950 en adelante, la planificación del transporte, el urbanismo y la ordenación del territorio han dado prioridad de forma sistemática al transporte motorizado individual frente a la movilidad activa y el transporte público en muchos lugares de toda Europa. El automóvil se ha convertido en el medio de transporte dominante, incluso para muchos trayectos cortos. Esta evolución ha sido determinante para una serie de problemas importantes, en particular, el cambio climático, la contaminación del aire, el ruido, los problemas de seguridad vial, la congestión, la mala calidad del espacio público, la segregación en el uso del suelo, la dependencia del petróleo en el sector del transporte, la limitación del poder adquisitivo de los consumidores, insuficientes niveles de actividad física entre gran parte de la población, etc.”.

Para hacer frente a estos problemas es urgente y necesario plantear un cambio de modelo en las políticas de transporte. “Este cambio requiere una nueva jerarquía sostenible de los desplazamientos, planteando medidas para aumentar la seguridad y el atractivo de los modos de desplazamiento activos (a pie y en bicicleta), así como al fomento del transporte público”.

Pues bien, son las políticas municipales, provinciales y regionales las que tienen que crear las condiciones para poner en marcha y potenciar estos sistemas de transporte, a través del diseño del espacio urbano: construcción de carriles bici, mantenimiento de los mismos, establecimiento y mantenimiento de los servicios públicos de préstamo de bicis, compatibles entre sí, y también a través de campañas de sensibilización, apoyo e impulso de cara a potenciar su uso, y no solo el día de la movilidad para hacerse la foto.

El uso de la bicicleta debe tener ese sentido, no solo hacer deporte, sino ser también un medio de transporte. Pero la población solo la utilizará de forma constante y sostenida si tiene seguridad y su uso no entraña riesgos potenciales, sobre todo para los más jóvenes. Solo así se podrá crear realmente una cultura del uso de la bicicleta.

Finalizo recordando lo que plantea el informe de la UE que he comentado. Señala que “hay sólidos estudios académicos que demuestran que la relación beneficio-coste de las inversiones en infraestructuras ciclistas es de al menos 5:1 Los beneficios son creación de empleo en relación con las bicicletas, con el cicloturismo, por la mejora de la salud pública debido al incremento de la actividad física y la reducción de la contaminación atmosférica y acústica, por la menor congestión del tráfico, y en un menor gasto de combustible. Esto supone, en general, una mejor calidad de vida urbana y, a la vez, eleva el atractivo de las ciudades.” Pensemos en qué ciudad queremos construir. Pensemos en el futuro y la sostenibilidad desde las políticas municipales.

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