2011, el año en que Fernández echó a Fernández de la alcaldía de León

Francisco Fernández, PSOE

J.M. López

El pasado 20 de mayo Francisco Fernández perdió la alcaldía y debió ser el único de su Equipo de Gobierno que no daba crédito a un resultado que no dejaba lugar a dudas; en cuatro años el Partido Socialista de León había dilapidado un patrimonio de más de doce mil votos; de los 32.292, el 44,17%, pasó a 20.780, cerca de un 15% menos de los que había logrado cuatro años antes. De los 13 concejales de 2007 tres se quedaron por el camino: el resultado es aún más chirriante porque el PP obtuvo la mayoría más holgada de toda la historia reciente y además con una persona, el actual alcalde Emilio Gutiérrez, mucho más acomodado en la Dirección General de las Universidades Públicas de Castilla y León que al frente de la parafernalia de las elecciones locales. Y con todo el resultado fue claro: quince concejales con una lista en la que, salvo Julio Cayón, el resto eran todos nuevos en la plaza.

A estas alturas del año y tras los resultados de las elecciones generales casi todas las miradas, amén de otros contratiempos añadidos como su cuantiosa jubilación de Caja España, se fijan en el ex alcalde y ex secretario provincial. Son muchas las voces que, sin recato o con cautela, piensan que Fernández se cargó a Fernández en las urnas. Él fue, susurran estas voces, el principal causante de la tormenta de primavera que muchos de los integrantes de su Equipo de Gobierno, ahora en la oposición, reconocen que se veía venir y que las encuestas diarias, al menos durante la última semana de campaña, avisaban de lo que iba a suceder.

Donde más duele.

Francisco Fernández acometió una campaña electoral con muy poco contacto con la calle, sin control ni guía previa y fiada casi en exclusiva a su aparición en los medios de comunicación, muchos de ellos alimentados con los nutrientes de la publicidad institucional a cambio de espacio en el papel.

El que la derrota más aplastante y vergonzosa haya sucedido en feudos por excelencia de voto socialista, como los barrios del Crucero y de San Mamés, da buena cuenta de la enorme distancia que se había generado entre las aspiraciones de trabajadores y pequeños comerciantes y el equipo socialista que aspiraba a revalidar, aunque fuera por un puñado de votos, el control de la alcaldía aunque para ello tuviera que contar con el apoyo de los leonesistas, que tampoco salieron muy bien parados de la contienda ya que por el camino se dejaron más de 3.500 votos.

Fue precisamente en estos barrios en donde Francisco Fernández tuvo que tragar sapos y culebras y escuchar feroces críticas del ciudadano medio que le recriminaba qué poco caso habían hecho a las necesidades de los leoneses. Estas quejas también lamentaban que se les hubiera obviado en decisiones tan importantes como el IBI y la privatización del servicio de aguas, que el ex regidor ya había intentando durante el anterior mandato de dos años.

Francisco Fernández caminaba en solitario, por otro lado discurría la campaña oficial, a cuyo frente se había situado por imperativo del propio Fernández a la actual portavoz municipal María Rodríguez, y al margen de estos dos focos principales florecieron pequeños grupos de concejales que intentaban, cada uno a su manera, poner remedio a este desaguisado. Ahora la distancia permite explicar por qué la ruptura del PSL es el resultado lógico de esa situación encubierta que nadie quería sacar del cuarto oscuro pero que muchos temían que fuera el detonante del panorama actual.

Mucho camino

El Grupo Municipal Socialista es ahora un barco con un rumbo dubitativo, con más de un patrón pero sin un liderazgo claro y sin un cuaderno de bitácora. Antes de fijar un rumbo, el PSL debe recomponer los numerosos socavones visibles de babor a estribor y desde proa a popa, renovar la tripulación y sobre todo dar puerta desde la autocrítica veraz, los maquillajes terminan descomponiendo el rostro, a los fantasmas que deambulan e impiden el cambio que demandan a gritos las bases, los militantes y que parece que muy pocos han captado. La pelota no sólo está en el tejado de la nombrada gestora.

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