Como no tengo amigos imaginarios sobre los que contar anécdotas inventadas –ni amigos de verdad tampoco–, hablo mucho de mi cortacésped, al que considero una metáfora de todo. ¿Por dónde podría empezar? Mmmm… Bueno, el cortacésped es... como la vida. Sí. Eso. De un modo similar a la vida el artilugio no me cabe en el coche, que curiosamente posee un enorme maletero en el que cabrían dos o tres cadáveres, –tumbados, eso sí–. Así que lo desplazo –el cortacésped– hasta el establecimiento donde lo compré en el vehículo de mi mujer, a donde ya se sube solo como los perros cuando saben que les llevas de excursión y no al veterinario. Allí lo dejo sin mirar atrás. Una vez arreglado el chisme y siendo apercibido de ello por aparato telefónico, me persono. En la tienda lo primero que me recomiendan es que adquiera un cortacésped/automóvil en el que pueda ir montado después de reñirme abundantemente por el abuso y maltrato al que he sometido al mío, que ven igual que un ser humano. No solo eso, sino a un ser humano mejor que yo. Me muestran los despojos: la cuchilla, que estaba torcida y mellada como la espada de… algún personaje histórico de espada mellada y torcida; el carburador, sucio y exhausto, la bujía, asimismo exánime y sin chispa, inútil… y el filtro del aire, cegado por brizas, impurezas y combustible. De este modo empiezo a percibir y comprender yo también al mecanismo en forma humana. Porque ¿qué es su cuchilla más que su corazón? ¿Qué es su bujía, más que su inteligencia? ¿Qué es su filtro, más que su alma y qué es su carburador más que… su carburador? Las similitudes con una persona, con su sensibilidad y su memoria y sus mierdas no acaba ahí: es amarillo y de la marca Briggs & Stratton. ¿Y, en el fondo, acaso no somos todos amarillos y de la marca Briggs & Stratton? Estamos hechos por nuestro creador para el amor y el anhelo, sí, pero también para mezclar aceite, gasolina y aire haciendo girar pistones, bielas y cilindros. Lo que ordena el mundo, lo que hace que la vida merezca la pena ser vivida y la existencia ser existida. Lo que nos encarna y constituye. Hasta que se joda el bloque. Eso ya no hay Dios que lo arregle. Bueno, se puede chapucear con soldadura y tal, pero que no te merece la pena. Estooo… ¡Igual que la vida! Ya lo dije al principio.