Tarasca o 'Salvaora'

El Ayuntamiento de León en San Marcelo.

El sonido del acordeón de Arty era un estupendo acompañante –¡Como siempre!– para los   viandantes de la calle Ancha. En las proximidades de la Diputación, como jugando “a tapar la calle”, con irregular transversalidad, avanzaba hacia Botines un corto grupo de personas, pues se contaban con los dedos de una mano. 

Cinco eran, como dedos de la misma mano, sin repartir posiciones, siempre ¡juntos! para dar la misma palmada leonesa. Y qué curioso, cuando el regusto general a limonada semana santera había rebasado el ocaso, el ruso Arty, sonriente, mirándolos, como si a ellos fuera dedicado, estaba colocando en versión musical propia, el Himno a León. 

¡Menudo aliciente para el grupo! 

Leoncio, Leo para los amigos, iba  a ser el meñique de la operación, y no por altura.  Ejercía de sufrido vendedor, por cuenta ajena, siempre afable, ahora a la electrónica incorporado. Siempre a la izquierda, buscando más que el progreso, incorporarse a las esencias progresistas... 

¡Y leonés!

Enrique, casi rubio, y hoy con poco pelo, había intentado ser futbolista, interior y zurdo. Para formarse eligió veterinaria, y la suerte, esa que dicen no existe, se ha de fraguar, no le acompañó. Ahora, en un laboratorio de veterinaria como buen colaborador en modernas técnicas electrónicas, labora sin futuro incierto.  Es el anular, por contemporizador, venía a ser el aro que anillaba al grupo…  

¡Y leonés!

Olga, la fémina ocasional del grupo, ocupaba el lugar que ostentó su difunto marido, Eduardo, un comprometido leonés, maestro de profesión, que dejó hace poco más de dos años este mundo, por un fatal accidente. Para la ocasión, venía a ser el dedo medio, tal vez por aquello de que Eduardo “había sido todo corazón”. Enfermera. Suave en el trabajo, recia en la defensa de sus derechos…  

¡Y leonesa!

Nicolás, era muy amigo de colocar el dedo índice en disposición de señalar, aun cuando no acusara a nadie, si acaso ¡por pura manía! –Siempre andas luciendo “el dedo pecador”– le decía Olga, en broma controlada.  Muy de viajar y peluquero de profesión, manejaba ahora sus propios negocios, dos, uno para damas y otro para caballeros…

¡Y leonés!

He estado, como relator, eludiendo presentarme, y al fin voy de sobrenombre: Prometeo. Un alias no por propia iniciativa, sino partiendo de Leoncio, por mi forma de prever. Aunque mi apellido es Solo, siempre he preferido estar acompañado. Nada mejor para corroborarlo que la propuesta colectiva, para la que está conjurada la mano. Mi dedo pulgar, bien vertical y con los demás sobre la palma, marcó un “vale”. De ahí al… “a por ello vamos”.  ¡Ah!...

¡Y leonés!

Sin buscar merecimientos, fui el promotor, y un sueño el factor determinante.  A la mano de amigos se lo trasladé como imágenes secuenciadas, al detalle:

“Con el aro de la alcantarilla aún, a modo de cinturón incorporado a su figura, no sin algún lamento, se marchaba precipitado el rampante liberado. Poco parece importarle a quién se lo debe, sí el porqué y no es otro, ni más sencillo y honroso que el de devolverle, ya coronadas sus sienes, al blasón de secular memoria. ¡Estaba huyendo del sumidero! ¡Vil agujero! Donde, además, sirve de asiento y poses para socarronas fotografías. 

— ¿Adónde vas?, se le ocurre a su libertador preguntar.  Al pronto,  el león que parece ofuscado, no ruge, ni contesta. Sigue su camino de libertad.  Mas, de improviso, se vuelve y recogiendo la rojiza lengua,  suelta algo obvio:

— ¡Acaso no tengo un puesto de honor!, que es el ¡¡¡vuestro!!!  — De momento subiré por las escaleras de caracol del torreón de los Guzmanes “a las alturas”… soltó con euforia: ¡Donde todo es libertad! Luego, en paño, en metal o bien pintado, qué más da...“

¿Encerraba lo onírico algún mensaje?  Sin duda alguna. Primera reacción compartida: ¡Hay que liberarlo de la alcantarilla! Aun cuando, dadas las dificultades, no sea de forma definitiva, buscaremos una provisional y con mensaje… 

El ¿cuándo? ya estaba: ¡Por las fiestas legionenses de San Juan y San Pedro!  Sin capacidad milagrera ninguno de nosotros, el cómo iba a costar algo más. 

¡Hay que hacerlo desaparecer!   Fue la propuesta de Olga. Y continuó:

— ¡¡¡Lo esconderemos bajo las faldas de la “Tarasca”!!!.    Esta vez  el índice de Nicolás, actuó en concordancia acompañando al dato.  Y ahí saltaron de inmediato  dos nombres: Rosendo y Rosalía, florido matrimonio, artistas… 

¡Y leoneses!

Dos personajes con el grado de imprescindibles. Rosendo, leonesista, de fuerte complexión, pelín orondo y muy juicioso. Había sido atrecista y hecho algún papelito sobre las tablas sin demasiado éxito.  Ahora tallaba en madera, casi por divertimento.  Rosalía, una verdadera experta en vestimenta leonesa, implicada en todo lo leonés. Ambos no dudaron ni un momento en decidir que iban a trabajar sobre el proyecto. Tenían su taller allá por donde estuvo el Rollo de Santa Ana, soleado, alegre y acogedor.

 — ¡Haremos la mejor de las Tarascas!, prometieron…, para el día 23…

El tiempo corría veloz, pero bien cimentado el proyecto, no hubo fallos. Algo nuevo añadieron, la víspera del día elegido, no antes para evitar sorpresas, Leoncio lanzaría por las redes una propuesta de asistencia a la inauguración de una gran Tarasca, dentro de un enigmático:  ¡Salvemos al 'León' hundido!

Fueron madrugadores, y a primeras horas del 24 de junio, la mano de amigos junto a los Ros, como cariñosamente les llamaban, estaban colocando sobre un remolque, la original Tarasca salvaora. Lucía el sol, les iluminaba las ideas y magnificaba la obra.  Pronto, el gran público, en Legio, iba a tener oportunidad de verla y cantarla, lo de bailarla, no iba a poder ser… de momento.

Con el coche de Nicolás, que disponía de enganche para rulot, salieron del 'Rollo', arrastrando un remolque en el que emplazaron con mimo, bien acostada, a la gran Tarasca. A bordo iban los cinco, ahora en plan mano ejecutora. Curiosamente, para no llamar la atención, llevaba el carrito en un lateral, para la ocasión, un letrero que decía: Regionales Ros/Ros, leoneses.  No olvidemos que estábamos en fiestas. ¡Buen disfraz!

No había nerviosismo en el grupo, sabían que era un momento propicio para su operación, cuando, por Legio VII, accedían a la plaza de San Marcelo. Paró el vehículo Nicolás, el remolque estaba al pie del león sufridor; eran las diez  treinta de la mañana, de aquel día, 24, doblemente festivo para ellos. 

l grupo, con camisolas del color de la purpurada leonesa, como camuflaje festero, sin prisa, como quien cumple un cometido autorizado, empiezan a descender la gran Tarasca que emplazan vertical y firme sobre el suelo. ¡Lucía elegante! Rosendo la había dado, el vuelo de la vestimenta apropiado. `¡Y algo más que yo intuía! ...y de momento no sabremos, en plan juicioso creo que, oficiosamente,  tirando de agenda, había “pedido los oportunos permisos” (¿? ) para orquestar la operación.

Allí, pegando al león habrían de esperar “índice y anular” según lo convenido. Cuando sonaran las doce, entrarían en acción. El carillón de Botines, edificio y emblema que, mediante Fundos, la Junta autonómica, se ha apropiado, sin dejar ni tan siquiera condominio leonés, marcaría el momento. “Corazón, meñique y pulgar”, con una pancarta enrollada, prestos se colocaron en la acera de Botines. A las once plenamente animosos la desplegaron, según lo previsto; estaban de espaldas a la gran casa leonesa, más o menos allí donde se sitúa reivindicativo, Cheva, en sus reiteradas sabatinas de primero de cada mes.

Poco antes de las doce, con bastante público purpurada en mano, o llevada con orgullo sobre la espalda luciendo el león del escudo, se fueron situando en torno a la pancarta ya legible: ¡Salvemos al 'León' herido!  

Tal como había sido compromiso de los ROS, llega un grupito musical con dominio de dulzaina y tamborín, dispuestos para, con la última campanada, unos y otros, grupo musical, promotores y bienintencionados leoneses, comenzar a cantar: “Todos somos de León…”  

Y así fueron avanzando hacia la plaza donde, “índice y anular” con marcada intencionalidad habían procedido, a colocar la Tarasca, una hermosa figura de cara picaresca, con su coloreada falda cubriendo plenamente al degradado león.… ¡Un buen golpe de 'mano'!  Y en las de ella marcando un doble gesto de objetivo cumplido.  

Así, durante las fiestas, permanecería ¡¡¡liberado!!! …  ¡Luego…!

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