Sálvate solo

Javier Milei y Santiago Abascal.

No paro de preguntarme las razones. Los porqués. El otro día un artículo muy interesante de Marc Bassets hablaba de corrientes y no de oleaje. Y creo que tiene toda la razón. El auge de la extrema derecha no es una ola, ni dos, ni tres, es una corriente que ha venido para instalarse y con la que hay que navegar. Cuanto antes entendamos esta condición, mejor para la democracia.

Porque si mi sensación es que en caso de enfermedad vale más tener un seguro privado que un sistema público de calidad, porque eso ya parece no existir, entonces, ¿para qué pagar impuestos?

Porque si mi sensación es que en caso de tener hijos si los llevo a una escuela pública normal no tendrán capacidad de competir en un mundo en el que lo que vale es tener buenos contactos y gran dominio de lenguajes, incluido el de la IA, ¿para qué pagar impuestos?

Porque si mi sensación es que cualquiera –sobre todo si no lo reconozco o tiene la piel un tanto distinta a la mía– puede apuñalarme en la calle porque hay fanatismos religiosos que atentan contra Occidente y su cultura y además estamos en una guerra que las fuerzas de seguridad no pueden prevenir en nuestro propio territorio, ¿para qué pagar impuestos?

Porque si mi sensación es que la zona en la que vivo cada vez está peor conectada tanto por carretera como por tren, no digamos ya en avión, incluso con dificultades en la conexión a internet de alta velocidad, ¿para qué pagar impuestos?

Porque si mi sensación es que todos los trabajos posibles para alguien normal, de origen humilde y alejado de los centros de poder que suelen coincidir con las grandes capitales de este país, requieren un inmenso esfuerzo para obtener sueldos que apenas llegan para pagar un alquiler y no digamos ya para ahorrar algo, ¿para qué pagar impuestos?

Porque si se me ocurre poner un pequeño negocio los cargos que pagaré serán tan altos que apenas podré sacar la cabeza del pozo mientras veo cómo tengo que competir contra gigantes empresariales que tienen ejércitos de abogados que harán lo imposible para que sus retribuciones públicas sean mínimas, ¿para qué pagar impuestos?

Puede que la sensación no sea real, pero no importa. La percepción sobre la realidad en este mundo que habitamos es mucho más fuerte que lo que se pueda demostrar con datos que se olvidan a golpe de tuit, pantallazo o estímulo constante. 

Podemos repetir una y mil veces que nadie se salva solo y que, por eso, precisamente, los impuestos para el bien común son fundamentales, pero el sistema actual escupe constantemente que sólo te salvas solo. Y si es así, entonces es lógico votar o bien a quien eliminaría toda ayuda social o bien a quien eliminaría a todo extranjero. Si tengo poco, que sea sólo para nosotros. Aunque nadie pueda definir a ciencia cierta qué carajo significa en este mundo global eso de 'nosotros'. Ambos razonamientos son absurdos porque se basan en pensamientos medievales, por decirlo suavemente. Sin embargo, calan. Y mucho. Son convincentes. Son verosímiles. ¿Por qué? Porque la percepción es que el sistema ya no funciona para la inmensa mayoría de los votantes.

O reequilibramos las posibilidades o hablar de futuro sólo será posible para quienes miran al pasado con nostalgia y eliminan el pequeño detalle de las dictaduras, las muertes y la falta de libertades que otros tiempos traían aparejados. El tema es que, cuando en el presente no hay percepción de seguridad, futuro y libertad, entonces esos consensos que vienen del pasado para construir convivencia desde el respeto a los derechos humanos valen muy poco.

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